TALLER DE OS

La marca de Lucifer

Cuando fue desterrado, había estado furioso con su padre. Desterrado a una tierra fria y llena de almas condenadas. Donde su única compañía eran los demonios, antes angeles, que le habían acompañado en la caída al infierno.

Ahí abajo todo era dolor y sufrimiento. Harto de aquello, el diablo desobedecio la encomienda de su padre y subio a la tierra de los humanos.

Dispuesto a ver porque su padre se había esmerado tanto en proteger a esas criaturas débiles que había deja matasen a su hijo.

Una noche fria de Halloween fue que lo conoció a él.

Tan puro e inocente como un maldito ángel. Virginal y delicioso.

Hipnotizado con la belleza sobrehumana del joven humano, decidió que debía ser suyo.

Lo atrapó, lo sedujo usando todos sus encantos y logro ensuciar aquella preciosa inocencia. Logró ser el primer hombre que tocará la piel virgen y consumiera su pasión usando la misma inexperiencia del muchacho encantador.

Escucho los primeros gemidos de este, las súplicas y las caricias torpes.

Algo nuevo surgió en él. Sintio la cálida vida del humano atravesar su alma condenada. El muchacho le pertenecía.

Lo marco de su propiedad, logró convertirlo en suyo para toda la eternidad. La marca de la bestia adorno la hermosa muñeca derecha del humano.

Y aquello no le gustó a Dios. Vio que Lucifer estaba ignorando su trabajo como el rey del infierno. Se estaba haciendo blando ante el encanto de su hijo.

Y decidio intervenir.

No podía dejar que el diablo se permitiera sentir algo que no estaba destinado a sentir, menos sabiendo que ese extraño sentimiento lastimaria al humano. Pues ambos eran diferentes.

Arrancó al humano de las garras del diablo, decidió llevarlo al paraíso para mantener a salvo su alma.

Y eso enfureció al rey del infierno. Desató su ira contra los humanos, quería que Dios viera sufrir a sus hijos como él lo había hecho sufrir al arrancarle a la única cosa que le hacia sentie bien.

El dolor de luz Bel duro años y años. El ver a la humanidad acabarse a si misma, no podía compensar el sentimiento de dolor en él.

Vivir en el infierno y castigar ya no le bastaban.

Por lo que haciendo uso de su última oportunidad, decidió negociar con su padre.