You're Nobody Til Somebody Loves You

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29 de agosto de 2020.
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—No entiendo, ¿Por qué tenemos que ir nosotros con el abuelo?—Kent Payne se cruzó de brazos, sus ojos avellana posados con una leve irritación en la calle.

—Cierto—concordó su hermana; Valerie Payne, mensajeando con sus amigas—Esta noche hay fiesta en la casa de Eric y no iremos porque tenemos que estar en casa del abuelo.

Paige miro a sus ojos por el espejo, sus orbes avellana helandolos al instante.

—El abuelo Li está cumpliendo sesenta y cinco años—les recordó—No van a ser unos nietos mal agradecidos para no estar en su cumpleaños. Saben de los problemas de salud que ha tenido últimamente, el doctor dijo que tener tiempo de calidad con la familia le ayudaba. Así que, cerrarán sus boquitas sucias y van a poner de su parte si no quieren estar castigados hasta los cincuenta años.

Kent y Valerie de respectivos 16 y 18 años guardaron silencio. Sabían que su madre tenía un carácter especial, incluso su padre a veces no podía ganarle.

Pronto, en casi diez minutos, el auto entró en una gran propiedad de tierra rocosa. Una bonita casa de madera se localizaba al frente, rodeada de un lindo jardín bien cuidado. En el porche se posaban dos mecedoras de madera clara, y algunas macetas con flores de colores.

Ambos chicos vieron detrás de la casa, resplandeciente en una tarde de sol, la pequeña laguna y el árbol torcido. Kent sonrio levemente al recordarse sentado en el tronco torcido, y sus pies dentro del agua fría.

—¿Papá a que horas vendrá?—pregunta el chico.

—Tenia una junta a las dos—miro el reloj se muñeca, teniendo cuidado al estacionar—Dijo que estaría aquí a más tardar para las cuatro.

Una vez apagado el motor, ambos bajaron para sacar las cosas del maletero. Mientras Paige tomaba el pastel del asiento.

La puerta de la casa se abrió, y de ella salió un hombre adulto sonriendo con tiernas arrugas en su rostro, canas pintaban sus cabellos castaños.
Paige le sonrio feliz, viendo que, incluso enfermo, su suegro seguía igual de fuerte y atractivo.

—Pae—saludo amorosamente a la mujer, acercandola por un abrazo cálido—Me alegra que pudieran venir.

—Jamás te dejaríamos en tu cumpleaños, Liam—dejo un beso en la mejilla suave del hombre, enseñando el pastel de chocolate en sus manos como una niña—Mira lo que te traje.

Los ojos cansados se llenaron de un brillo alegre. Tomando el pastel y oliendo el agradable y delicioso aroma dulce.

—Chocolate.

—Tony estará aquí pronto, se le cruzo una junta con los Horan—menciono rápidamente—Me pidió que te dijera que traerá tus gomitas y galletas favoritas.

—Mi hijo trabaja demaciado—nego entre suspiros—Muchas veces le dije que intentara liberar horas. Se va perder muchas cosas de su vida por trabajar.

—Es terco el condenado—rio alegre  luego giro a sus mocosos y les hablo—¡Niños, vengan a saludar a su abuelo!

Ambos hermanos se acercaron con la comida y demás cosas en manos. Liam les sonrio y dejo un beso en la cabeza de cada uno.

—Pasen, se ven agotados. Tengo café y ricas galletas de mantequilla en la barra.

Los cuatro entraron a la casa, recibiendo el agradable calor acogedor, de fondo se escuchaba a Sam Cooke cantar.

TALLER DE OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora