Capítulo 8

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SÁBADO 

18:31 HORAS.

33 HORAS DE ATRACO.

Narra _____

Habíamos hecho una especia de muro con marcos para que ninguno de los rehenes pudiera ver esto, y es que ya estaban iniciando la cirugía.

En total, eran tres hombres y ya los tres tenían sus batas y tapabocas para empezar, yo miraba lo que hacían, y el que era el policía, miraba a Arturito, sin hacer nada.

— ¿Cómo lo ve Doctor? ¿Saldré de esta?—Preguntó y me pareció que estaba dramatizando.

— La bala esta alojada...en la clavícula.—Respondió el doctor mirando y tocando cerca de la herida, él ya tenía puesto sus guantes quirúrgicos.— No afecta a órganos vitales...y tampoco se perciben esquirlas óseas. Nadie va a morir de esto.

— Al lío.—Dijo Denver, empujando levemente al doctor con el cañon del M 16.

— Anestesia.—Pidió el Doctor y el otro doctor, le paso la anestesia.

— ¿Qué anestesia le va a poner?—Preguntó Berlín.

— Con estos contratiempos, es preferible la sedación total.—Respondió y Berlín negó.

— No, mejor póngale anestesia local.—Dijo y todos lo que pertenecían en la banda, podíamos saber que tenía una gran sonrisa.— Así mi amigo Arturo y yo podremos charlar durante la intervención, ¿verdad, Arturito?

Los doctores y el policía infiltrado miraban a Berlín como si estuviera loco, bueno él no estaba del todo loco. Vi como el doctor le pasaba la anestesia local a su compañero.

Arturito empezó a gemir del dolor e intentar levantarse, pero el que le ponía la anestesia le pedía que mantuviera la calma. 

— ¿Y ese reloj pa' qué lo ponen?—Pregunté al ver como ponían un reloj en la bandeja de metal que había al lado de Arturito.

— Es para controlar la regulación de la anestesia local, veinticinco minutos si hubiese un inconveniente durante la intervención, deberíamos administrarle otra dosis.—Me respondió el policía.

— Ah, vale.

— Bisturí.—Pidió el doctor hacia su compañero.

— Para, para...que aquí las armas las reparto yo.—Dijo Denver, que ahora el intermediario, yo estaba al lado de Berlín.

Y así, ya empezó la extracción de la bala.

— Te has coronado antes, eh Arturo.—Dijo Berlín con burla.— Cambiándole el nombre a tu mujer, claro que es normal...fornicando por las mañanas con Mónica, pasando las tardes con Laura...es normal que te confundas.

— Pero, yo la quiero a las dos, esa es la verdad.—Dijo Arturo hacia Berlín, mientras los doctores limpiaban la sangre con toallas o paños.— Como no estas en mi situación, es fácil juzgar, todo el mundo piensa que eres un canalla, un hijo de la gran puta.

— Dios me libre a mí de hacer juicios morales.—Dijo Berlín acariciando el rostro sudoroso de Arturo con el dorso de su mano.

— Yo puedo entenderlo todo, conmigo puedes hablar normalmente de cualquier cosa.—Dijo Berlín, vi con sospecha como el policía miraba al doctor con insistencia.

— Pero, en realidad soy un desgraciado. Un pobre hombre que esta enamorado de dos mujeres y que no tiene los huevos suficientes para elegir a una.—Dijo Arturito con tristeza.

Me quede observando en silencio como Nairobi se colocaba donde estaba Denver, y como él se iba con sigilo. Luego, mire el reloj que marcaba: 18:54

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