Temporada 2 Capítulo 4

3.6K 170 59
                                    

Capítulo 4: ¡Ita boy...Ita girl!

Narra Linz

Sentía los empujones de las personas delante mío, pero yo me mantuve firme y mire de reojo hacia atrás y sonreí al ver como se cerraban las puertas del banco.

Ahora solo teníamos una hora para empezar la fase dos.

Tokio y Nairobi me vieron y asentí, ambas irían en busca del Gobernador y yo me quedaría aquí abajo.

— Palermo quiere que los llevemos a otra parte.— Dijo Denver viniendo hacia mí.— Vamos Linz que aunque sea dime algo.

— ¡Vamos, muévanse!— Grité hacia las personas.— Luego de esto hablamos, ¿vale?

— Vale.— Sonrío y me miro por un momento.— ¡Síganla, las llevara a un lugar seguro!

Empecé a llevar a las personas y Denver se quedo hasta que todas las personas salieran de allí.

***

— Aquí estaréis seguros.— Dijo Palermo que estaba en el segundo piso mirando hacia las personas.— Entre literatos y poetas no hay nada que temer...Tranquilos. Levantad las manos.

Las personas se veían entre sí, parecían confundidos por lo que les pedía Palermo.

— Vamos, así como en un atraco.— Dijo Palermo levantando los brazos y poco a poco las personas lo imitaban.— Señoras y señores, mi nombre es Palermo...y tengo dos noticias para daros.

Palermo empezó a desabrocharse el chaleco que llevaba. 

Denver y yo nos miramos, por fin nos podríamos quitar este uniforme.

— Una buena y otra mala, la mala es que el Banco de España está sufriendo un ataque.— Dijo con serenidad y las personas soltaron un pequeño grito de sorpresa.— Y la buena es que...¡Los atacantes somos nosotros, muchachos!

Las personas gritaron y más al ver como Helsinki los apuntaba, empezaron a correr hacia la salida, pero al vernos apuntándoles retrocedieron.

— ¡Quietos, hacia atrás!— Grité sosteniendo mi M 16 y al vernos con nuestro mono rojo y la máscara de Dalí, ya sabrían quiénes éramos.


***

— A partir de este momento, forman parte de nuestra maravillosa familia de rehenes, vamos a pasar unos días de desconexión absoluta.— Dijo Palermo mientras bajaba las escaleras y nosotros repartíamos antifaces.— Así que vayan poniéndose los antifaces, por favor.

Los trabajadores tomaban los antifaces y miraban el objeto con nervios y duda.

— ¡Pónganse lo antifaces, carajo, vamos!— Gritó molesto y los demás obedecieron pero sus manos temblaban del miedo.— Para que nadie caiga en la tentación de hacerse el héroe, van a entregarle sus teléfonos móviles aquí a mi compañero Denver.

Las personas empezaron a murmurar entre ellos.

— Vamos a hacer una cosa.— Mire a través de la máscara para prestar atención a lo que diría.— Todo aquel que sea padre o madre, que levante la mano.

Algunos levantaron el brazo con lentitud.

— Vale, os vamos a etiquetar los teléfonos de rojo y vais a poder hacer una llamada al día.

La Casa de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora