Temporada 3 Capítulo 5

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Capítulo 5: "Resistencia mis cojones"

Narrador Omnisciente

— ¿Pudiste descansar algo?— La voz amable de Linz era notoria.

— Lo he intentado pero no puedo pegar ojo.— Respondió Río con pesar.

La castaña se acercó más a el y acarició un poco la cabeza de su amigo.

— ¿Pesadillas?— Preguntó Linz con tristeza.

— Cuando me acuesto, vuelvo a revivirlo todo.

Ambos sin saber que Denver les miraba desde el piso de arriba, y luego se le unía Tokio. 

— ¿Qué ha pasado con el macho alfa?— Preguntó la de cabello corto, yendo al lado del ojiazul.— Creí que eras un tío libre.

— ¿De qué coño están hablando?—dijo Denver con el ceño fruncido, sin apartar la vista de Linz y Río que seguían hablando.

Tokio soltó una risa irónica.

— Hola guapa.— Dijo Tokio fingiendo ser Río.— Si quieres, te invito a mi isla, sino sales mucho de fiesta. A mí el "chunda chunda" no me va, ¿sabes?

La mujer volteó a mirarle, preguntando si seguiría su juego.

— Si me invitas, te enseño la felpa de mi bikini.— Continuó Denver, ambos soltaron pequeñas risas.

Volviendo con Río y Linz.

— ¿Por qué no lo dijiste, Río?

— No puedo...— Negó Río.

— Pero, tienes que decirlo, es importante.— Dijo la castaña, sintiendo pena por su amigo.

— Me sacaron mi celda por la noche...Me obligaron a cavar mi propia tumba en el desierto.

Linz soltó un leve jadeo de sorpresa, todo lo que hicieron a Río era horrible...

— Me hicieron meter un ataúd en el agujero.— Contó el moreno, agachando la cabeza.— Y me obligaron a meterme dentro, me tiraron paladas de arena...

Río jadeaba, recordarlo era ya algo traumático y contarlo a alguien...

— Hasta que me enterraron y me dejaron allí.— Dijo Río, su respiración era ya acelerada.— Enla oscuridad, en el silencio, sin casi poder respirar.

— Mírame, Río...mírame.— Dijo Linz con una sonrisa, Río volteó a verla y sintió que su respiración se calmaba.— Yo estoy ahora...aquí contigo.

— ¿Sabes que era lo único que pensaba?— Dijo Río, su mirada transmitía odio e ira.— Que era el Profesor...quien debía ser enterrado vivo, no yo.

Denver y Tokio controlaban sus risas al verlos, pero se callaron al ver como se abrazaban.

Linz poniéndose un poco de puntas para abrazarle y Río correspondiendo el abrazo con algo de fuerza, y como se calmaba poco a poco con las caricias en su cabeza por parte de la castaña.

— Hay que esperar que ella se marche.— Dijo Palermo en voz baja hacia Gandía, que alzó la mirada a verle.

— ¿Por qué? ¿A ella si le tienes aprecio?— Preguntó con sarcasmo viendo a Linz y Río.

— Claro que no, pero ella si podría arruinar nuestros planes.— Respondió con seguridad.— Ella no durará en dispararte.

Palermo sonrío al ver como Linz se iba, hasta le guiñó un ojo porque ella volteó a verle.

Recibió como respuesta un beso volado.

Era hora de iniciar el plan, su plan para recuperar el mando.

Narra Linz

Volví por los gritos de Río, y me sorprendí por lo que dijo.

Gandía se había escapado.

Nos reunimos todos donde estaban los rehenes, cada uno con una M 16 y chaleco antibalas.

— Río, ¿por dónde ha ido?— Preguntó Tokio.— ¿¡Río, por dónde ha ido?!

El nombrado estaba sentado en las escaleras con la mirada perdida.

— ¡Río, joder!— Siguió Tokio tomándole de los hombros.— Que donde ha ido.

— ...Por la escalera.

Observé como Tokio se acercaba a nosotros.

— Linz, Denver, os quedáis aquí.— Ordenó con seriedad.— No dejéis que se acerque a la puerta. Si la abre, se escapan los rehenes...estamos jodidos.

Asentí y vi como ella junto a Helsi y Bogotá, subían por la escalera con rapidez.

— ¡Todo el puto mundo de pie, ya!— Dijo Denver pasando entre los rehenes, que hicieron caso al momento.

Oí como Tokio gritaba Nairobi y ahora subía como loca, sin importar caerse, de igual forma Bogotá y Helsi.

Caminé en el medio de los rehenes, y miré con el ceño fruncido a Palermo, que tenía una pequeña sonrisa.

— Espero que no tengas nada que ver en esto.— Dije acercándome al castaño, que me miro fingiendo estar ofendido por mi acusación.

— Me alegro que el plan se va a abajo...porque yo ya no estoy al mando, solo eso.— Dijo encogiéndose de hombros con una sonrisa burlona.

Sonreí cínica hacia Palermo, mientras escuchábamos las ordenes que Denver daba hacia los rehenes.

— Estáis jodidos, Denver.— No sabía que alguien pueda quedar exhausto de oír la voz de alguien.— Estáis pero que muy jodidos.

Palermo hizo una señal con su cabeza, como diciendo que vaya hacia allá. Así que empuje la silla donde estaba "encarcelado" y lo deje en medio de los rehenes.

— ¿Me estás diciendo algo?

— Sí.— Afirmó Arturito.— Que ya no sois invencibles.

— ¿Ah, sí?— Dije yendo hacia ellos, Arturito asintió parecía hasta algo...loco.

— No sois invencibles...¡No son invencibles!— Se dirigió hacia los demás rehenes.

Solté un chasquido con la lengua y saqué mi arma, ante la atenta de los demás y quité el seguro del arma.

— ¿Te vas a callar de una puta vez?— Dije molesta colocándome frente suyo.

— Las cosas han cambiado por aquí.— Dijo y fruncí el ceño.— Estamos aquí y ahora nosotros somos la resistencia.— Dijo haciendo un puño y golpeando unas veces en su pecho.

Observé como iba hacia los rehenes, y me preguntaba seriamente donde podría disparar sin que se muriera o simplemente dejarlo inconsciente.

— Amanda, Miguel, somos la resistencia.— Dijo Arturito hacia la pareja de gafas.— Somos la resistencia, ¡Resistencia!

— ¡Resistencia, RESISTENCIA!— Gritaban ahora a coro, todos los rehenes, alzando el puño.

Asentí para mí misma, volteé a ver a Denver que asintió. 

Fui hacia Arturito que nos daba la espalda, por...alientar a su "resistencia".

Tome mi arma y con la culata lo golpeé en la cabeza, haciendo que cayera al suelo.

Al mismo tiempo que Denver disparaba repetidas veces al techo y los rehenes empezaran a a gritar asustados.

— Resistencia, mis cojones.— Dijo el ojiazul, vi desde arriba como Arturito se levantaba con dificultad, agarrándose la cabeza.

— Me...Me pudiste haber matado.— Dijo adolorido al levantarse.

No lo hice con tanta fuerza, era solo para que se callará.

— Oh, que pena.— Dije y lo tome con fuerza del cuello del mono rojo y lo empuje hacia los rehenes, Amanda lo sostuvo aún asustada e hiperventilando.— Allí les dejó a su líder...

Indiqué de que se sentarán en el suelo y así lo hicieron, ignoré la fulminante mirada de Arturito.

Ojalá que ya hayan atrapado a Gandía.

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