Capitulum VIII

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Luego de salir de la universidad al día siguiente, compré un teléfono en la tienda de electrodomésticos y cuando llegué al departamento, lo conecté a la línea.

Seúl no estuvo bueno conmigo el día de hoy, llovía y mi ropa se empapó por completo. La vista de un otoño fresco comenzaba a notarse por fin. Los vidrios de la ventana estaban empañados por el agua y la noche oscura cuyas estrellas no eran visibles, hacía al ambiente mucho más catastrófico y humillante, tan humillante como yo lo era.

Solté una risita irónica y me senté en frente del teléfono observándolo fijamente, como si aquel entendiera la pena que yo sentía en estos momentos de mí mismo. Era ridículo, tan malditamente ridículo que con solo imaginarme las palabras que le había dicho a Jimin el día de ayer, me daban náuseas y quería esconderme debajo de mi cama para siempre.

El reloj marcó las siete y cuarenta minutos de la tarde. Jimin debería llamar en cualquier momento, así que ansioso esperé por su llamada. Tenía cosas por decirle, como que me sentía mal, que el profesor rechazó mi cuadro con el que me había inspirado con la canción de la señorita Han y me reprobó diciéndome frente a toda la clase que era un cuadro cliché y sin sentimientos mientras soportaba la risa de mis compañeros; que la lluvia me empapó y que me sentía asfixiado por todos los pensamientos que tenía en mi cabeza. Pero, ¿A quien iba a mentirle? Nunca le diría esas cosas a Jimin, era el quien me decía como estuvo su día, yo solo le decía que me había ido bien y le charlaba sobre el tiempo.

Pero Jimin no iba a llamar.

No lo haría hoy, ni mañana, ni la semana entrante, ni el mes que viene y quien sabe si llamaría alguna vez.

No tenía remedios estar en frente del teléfono esperando por su llamada mientras yo le había dicho que no quería que siguiera molestándome más. ¡Encima le pregunté si estaba enamorado de mí y se rio en mi cara! No tenía derecho de decir que quería hablar con el y disculparme, Jimin me estaría odiando en su casa mientras le contaba entre carcajadas a su madre lo que le dije. No quería echarle la culpa a Chaerlin por haber provocado toda esta confusión en mi cabeza. Quería echarme la culpa a mí mismo por haberme permitido pensar en eso.

Así que a las nueve y cincuenta, me di por vencido y me senté en el sillón de la sala, perdiéndome en mis propios pensamientos dibujando bocetos sin coherencias en mi libreta. ¿No era esto lo que quería? Por supuesto que era lo que quería, quería que el no me llamara para poder dar un respiro de todos esos pensamientos equivocados y poder hacer mis trabajos. Pero no había trabajos por hacer ni mucho menos respiros por dar. Me sentía humillado y sin fuerzas para hacer nada, hubiese preferido que Jimin me gritara más fuerte y me llamase maricón de mierda antes de que se riera. Entonces, ¿por qué me sentía tan mal? Quizás era porque mi egoísmo me llevó al límite, diciéndome que solo pensaba en mi mismo y no en los demás, no en como estaría sintiéndose Jimin por haberle dicho, básicamente, que era una molestia para mí.

E incluso me sentía extraño conmigo mismo porque yo era orgulloso, quizás era la persona más orgullosa de este planeta. Yo no tendría que estar arrepentido por las cosas que le dije a Jimin porque era verdad que sentía que me molestaba cuando llamaba y menos de haberlo acusado sobre sus falsos sentimientos hacia a mí. Aún así, aquí estaba dibujando dos teléfonos conectándose entre ellos mismos, y arrepentido por todas las palabras que salieron de mi boca hace veinticuatro horas.

Oh, como desearía que mi padre hubiera escuchado lo que le dije a Jimin. El me haría lavar la boca con jabón y hundiría mi cabeza en la bañera con agua helada para que todos aquellos pensamientos salieran de mí cabeza, como lo hacía cuando era un niño de apenas cinco años.

El día siguiente fue igual. Ya no llovía, pero estaba nublado, la tarde fresca y aburrida. Me senté en frente del teléfono esperando por una llamada, pero luego de dos horas de espera, nada ocurrió. Y al día siguiente fue igual. El próximo también y así pasaron dos semanas exactas para ser preciso, de mí como un perro arrepentido sentado frente al teléfono esperando que aquel sonara. Yo sabía que el no llamaría, y quizás no llamaría nunca más. No debería estar sorprendido de haber hecho las cosas mal y alejar una persona de mi otra vez, esto era lo que siempre hacía, ¿Entonces porque estaba tan sorprendido como si fuera que Jimin era la única persona que perdí en mi vida? La respuesta la sabía, pero no lo iba a decir en voz alta, y en mi mente tampoco lo haría. Pero cuando el sábado me dormí en la silla mientras esperaba que el llamara y mi tío me despertaba, me dije a mi mismo que Jimin me importaba mucho más de lo que debería importarme. Con eso en mente, me derrumbé en los brazos de Morfeo hasta el día siguiente el cual no quería llegar.

Signum • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora