Dos días estuve, yendo y viniendo. Como una constante corriente dando vueltas y vueltas.Dos días estuve, tratando y padeciendo. Durmiendo en la agonía de poder descifrar mis dudas.
Dos días estuve, buscando y observando, sin encontrar nada más que palabras tibias y llenas de consuelo.
Dos días fueron esos, en los que en mi mente rogué por una respuesta que nunca se me fue dicha.
Y entre el alba y la mañana a través de la ventana, me deshice de a poquito. Así de chiquito mi corazón se sentía, marchito y sin esperanzas, encontrándome en una laguna de impotencia y tristeza por no saber que demonios me ocurrió.
Nadie me decía algo, ni el cantar de los pájaros ni la música en la radio. Dichoso fueron los médicos y enfermeros que entraban unos después del otro para inyectarme medicamentos y preguntarme si recordaba algo, del porqué yo estaba ahora acostado aquí privándome de la libertad que afuera corría, corría en mis sentidos y desliz de una melodía desolada.
Cautivante y atrapante fue, cuando me encontré a mi mismo necio y paralítico en esta misma cama. Sin poder mover ninguna extremidad de mi cuerpo y mucho menos poder hablar. Cautivante y atrapante, eufórico fue cuando el agua fresca golpeó las paredes de mi garganta y cayó en mi estomago como quien no anhelaba por un amor furtivo. Con una herida en mi hombro derecho y mi cuerpo que tan esbelto y fuerte yo lo había mantenido, ahora en huesos y pálido, me encontraba yo implorando un porqué.
Pero nadie me lo decía.
Escuché de los doctores decirle a mi tío que lo mejor era enterarme por mi cuenta e intentara recordar los hechos. ¿No era cruel para un inválido como yo no saber el porque de mi estado paralítico? Apenas podía hablar sin que mi garganta doliera y hacía un esfuerzo por recordar lo más mínimo que me hubiese pasado, pero con tantos analgésicos metidos en mi sangre que me mantenían dormido todo el día, a penas podía forzar mi cerebro a trabajar. Y nada era relajante, y no lo sería hasta que mis dudas fueran resueltas.
Y me odiaba a mi mismo por no acordarme de nada. Tenía en mi mente voces, un ruido frenético y el dolor punzante en mi hombro, pero nada más. Tenía tanto miedo de saber porque estaba aquí, si mi tío quien fue el único que dejaron pasar a mi habitación durante estos extraños días, no me dijo nada más que "todo estará bien" con lágrimas en los ojos, es porque me ocurrió algo grave, feo, algo que ni el quería que yo supiera. Pero yo lloraba cuando amanecía y lloraba con los rayos del medio sol golpeando mi cara, porque la única razón por la que una persona homosexual como yo estuviese atada de pies y manos en una camilla, desnutrido, con la piel pálida y heridas por todos lados, es porque-
—¿En serio no te acuerdas de nada? ¿Ni en lo más mínimo? —escuché a mi tío preguntarme e interrumpió mis pensamientos.
Negué con mi cabeza, sorbiendo mi nariz y mordiendo mis morados labios. Tragué en seco y lo miré. Su cara se descompuso y de su silla en donde había estado sentado, se paró y limpió las lágrimas de mis mejillas. Que injusto me sentía, no poder mover mis manos y mis piernas, ni siquiera un dedo.
—¿Por qué...—hice una mueca, hasta hablar dolía—...no han dejado pasar a Chaerlin?
—Te transfirieron a terapia, Jungkook—fuerte, mi tío dijo—. Al parecer, despertaste mucho antes de lo que se tenía previsto y eso hizo que la herida, se debilitara. Por lo que necesitas estar bien controlado y medicado—inquieto, soltó el aire que tenía comprimido en su pecho y agarró mi mano, acariciándola—Pero el medico dijo, que, si mejoras dentro de una semana, regresarás a la sala y podrás ver a los demás. El único que puede pasar aquí, soy yo.
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Signum • Jikook
Fanfiction[No se aceptan adaptaciones de esta historia, no insistan por favor. No hagan PDF, respeten mi trabajo, gracias] Jeon Jungkook está cansado de sufrir por su amor no correspondido que aún no supera y cree que nunca podrá amar a nadie más con la misma...