Signum • Jikook

Capitulum VI

Unos días después, me encontraba mirando el rostro de Jimin sonriente. Sonreí por inercia mientras recogía la carne asada de la pequeña parrilla que había en el centro de la mesa y la ponía en mi plato.

—¿Le gusta? —lo escuché preguntar, sus ojos oscuros divertidos y ansiosos por una respuesta. Con la boca llena, asentí. El soltó una carcajada y tomó una servilleta para acercármela y masticando la carne, la acepté para limpiar mi boca.

—Está delicioso.

Jimin dio un mordisco a su carne asada y asintió con rapidez.

—Realmente lo está.

Le sonreí, sintiéndome hambriento de repente. ¿Hacía cuanto que no sentía este apetito por comer?

Unos días después de haber retirado los resultados de mi estudio de sangre, Jimin llamó invitándome a cenar al restaurante que me había prometido la última vez que yo había venido a Busan. Ignorando todo lo ocurrido recientemente con la enfermedad descubierta y la reacción acusadora de las personas hacía los homosexuales, acepté. Necesitaba salir de mi departamento y despejarme un poco. La invitación de Jimin era perfecta.

Luego de terminar de cena, salimos del local con nuestros estómagos llenos y suspirando satisfechos. Con una sonrisa, me fijé la hora. Las diez de la noche. Un poco preocupado por lo tarde que era y por lo furiosa que estaría mi madre si llegaba a este tiempo, decidí despedirme de Jimin.

—¿Qué quiere hacer ahora, Jungkook?

Con asombro me giré a mirarlo, mi boca formó una mueca y después sonreí, ¿no era lo suficiente grande como para poder volver a casa en cualquier tiempo? Aparte, hacía menos de dos horas había llegado y  visto a Jimin, no disfruté nada con mi nuevo amigo.

—No lo sé, ¿qué quiere hacer usted? —le pregunté sonriendo.

Caminamos uno al lado del otro por la vereda de aquel pueblo donde vivía el rubio, las montañas a su alrededor le daban un toque muy bonito a la noche estrellada y cálida. Nunca había visitado Geumjeong-Gu, siendo que estaba muy cerca de Buk-Gu. Miré a mi nuevo amigo de reojo, el parecía pensar su respuesta por como miraba al cielo con el ceño arrugado.

¿Qué se podía hacer un sábado por la noche en esta zona? En Seúl se podía ir a jugar a los bolos o al pool, yo era muy bueno con este último, quizás ir a un casino o jugar a los videos  en un centro de juegos, al tenis o al futbol de sala, ir al cine o al teatro, quizás una partida de ajedrez o damas; también se podría ir al club social que formaba parte mi tío y disfrutar de un hermoso recital de banda sinfónica con una copa de vino blanco. Realmente no sabía que se podía hacer en Busan, a pesar de haber vivido diez años aquí junto a mi familia, no lo sabía.

Suspiré derrotado, tampoco tenía pensado nada divertido que ofrecerle a Jimin como para hacer. Eso me ocurría por no haber tenido amigos en mi niñez y adolescencia.

—¿Gusta jugar a las cartas? — fue lo único que salió de mi boca. Jimin me miró con sorpresa y luego asintió gustoso. Yo había venido a Busan en el automóvil de mi tío ya que no me quedaría todo el fin de semana y partiría mañana a primera hora; se suponía que tendría que quedarme a dormir en casa de mis padres y que estaría en Seúl antes de que se hicieran los controles de la policía en la autopista principal porque aun no tenía la credencial que me decía que estaba autorizado a conducir el auto de mi pariente; tenía licencia y otros papeles más por si ocurría algo. Nos detuvimos en frente del automóvil y lo señalé—. Podemos jugar aquí dentro, está calentito y también podemos comprar algunos refrescos y chucherías.

—De acuerdo—Jimin dijo con una sonrisa.

Le abrí la puerta del copiloto y el rubio de mi migo entró, seguido entré yo y conduje hasta la tienda que Jimin me indicó para comprar los aperitivos. Una vez con ellos, estacioné a las afueras de un parque donde la luz era suficiente fuerte como para saber que Jimin no haría trampa en el juego. ¿Quién diría que estaría dentro de un automóvil jugando a las cartas y soltando carcajadas con el muchacho hermoso que mi tío había pintado en su cuadro?