Capitulum XXXIV

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—¿Qué? —lo escuché preguntar.

—¿Por qué desapareció cuando más lo necesitaba? —le pregunté, girando mi cabeza y aguantando mis lágrimas. Jimin frunció sus cejas, poniéndose de rodillas y llevando una mano a mi hombro. La quité sin remedios—. No lo haga—su mano quedó flotando en el aire—. Sé que le dije que se fuera de mi vida para siempre, pero realmente no quise expresarme así. Por más que las cosas entre ambos haya terminado en perjuicio, usted no estuvo allí como lo prometió. Fue su funeral, Jimin—le murmuré junto al eco del parpadeo de mi corazón insensato—. Se trataba de mí, de ella, de que usted y yo alguna vez fuimos amigos. No tiene idea de cuanto rogué por su presencia en esos días—hice una pequeña pausa, tomando aire y cerrando mis ojos, intentando calmarme—. ¿Se da cuenta de que nos hemos estado besando, siendo que yo soy ignorante a todo lo que le rodea? — solté una risa aguada, mi corazón convirtiéndose frío de repente—. Me parece injusto no saber nada, absolutamente nada, de usted.

Juré que aquellas últimas palabras congelaron mi garganta convirtiéndola en un gigantesco glaciar. Nunca pensé que mi corazón volviera a resguardarse debajo de esa coraza que estuvo manteniéndolo protegido por los tres últimos años. Parecía que mi cuerpo producía magia, porque de un solo instante todos mis sentimientos se congelaron tras los recuerdos. Sin embargo, temblé al sentir la sensación de esas calientes manos tocando mi piel y esa boca besando mis labios a la vez que absorbía todo lo que quedaba de mi alma.

—Yo estoy actuando como si lo supiera todo—susurré apenas—, pero yo no olvido, Jimin. Nunca lo hago. Y no sé cuál fue la razón para que nos hayamos besado ni tampoco sé de este sentimiento—inmediatamente, me toqué el pecho—, porque desde hace mucho tiempo, mi corazón dejó de latirle—aquello hizo que el rubio abriera sus ojos par en par, impresionado.

Volví a quedarme sin aire y no supe cómo reaccionar ante eso. Necesitaba huir de esta situación de inmediato, porque estaba seguro que todo esto me haría mal, capaz de volver a mis noches de insomnios y desvelos, durmiendo con la llave de mi corazón a mi lado y temiendo otra vez.

Pero cuando levanté mi cabeza y lo miré a él, me llevé la más grande sorpresa que jamás haya podido imaginar. Retrocedí en mi miseria y me ahogué con mi propia saliva, esos ojos oscuros y llenos de desilusión combinado con una capa de tristeza, me aborrecieron por completo. Creí que la sonrisa radiante de un sol que amanecía feliz, serían capaz de permanecer en ese rostro para siempre. Pero oh Dios, jamás sentí aquel fiasco en mis venas. Era más o menos...

Como si estuviera rechazándome por segunda vez sin decir nada.

Su rostro estaba tenso y de repente, lucía enojado. Parecía como si estuviera tomándome como estúpido o como si fuera que todo lo que yo estaba diciéndole era una maldita broma, incapaz de creerme. Chisté mi lengua, molesto.

—Si no tiene nada para decirme, le ruego que se marche.

Ambos nos quedamos callados sin decirnos nada, mirándonos fijamente por varios minutos y aquello me cansó. Solté un suspiro y negué con mi cabeza, tragando saliva. Al parecer, él no iba decir nada.

Pero...

—Yo nunca me casé con Aerin—respondió de repente, frunciendo las cejas y poniéndose de pie para marcharse—. Jamás lo hice, porque esperaba por usted y-

—¿Y confundirse? —le interrumpí, levantando una ceja. Jimin abrió su boca para protestar, pero la cerró de repente, apretando sus puños y mirando al suelo. Suspiré, intranquilo—. No logrará ilusionarme de nuevo. Ya no soy el mismo Jungkook de hace tres años, he madurado—apreté mi mandíbula y negué con mi cabeza, olvidándome de todo lo que había sucedido minutos antes—. Ya es demasiado tarde, de todas maneras—le sonreí entonces, observándolo caminar hasta la salida de la habitación—, y ya no lo necesito.

Signum • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora