Capitulum XXIX

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Yo debí haber sabido que, si me enamoraba tanto de Jimin, saldría lastimado de la misma manera. A pesar de que yo sabía que era desgarrador, seguía pensando en él, una y otra vez, aunque no podía verlo. Y aunque no debía pensar en él— porque me había prometido a mi mismo de no hacerlo—, como me hubiera gustado poder estar al lado suyo ahora. Sabía que era estúpido e hipócrita lo que estaba diciendo, pero mentiría si dijera que yo estaba bien, que sonreía porque quería, que era feliz y que estaba en una búsqueda para encontrarme a mi mismo. Todo estaba siendo difícil, incluso con el pasar de los días, yo lo seguía pensando más y más.

Incluso la voz de mi corazón que no podía callar, sonaba desgarradora, se desbordaba y lloraba, gritaba como si estuviesen matándolo sin cesar, tan era así que comenzó a doler horrible en mi interior.

Yo debí haber sabido que no podía mantener mi amor por Jimin, era muy fuerte para mi pequeño corazón. Pero ahora, su sonrisa era un hermoso pensamiento y me hacía vivir, me hacía pensar que él estaba aquí. Y yo creía que, en verdad, seguiría amándolo. No sabía hasta cuando y tampoco tenía una fecha exacta. Solo sabía, que en donde sea que él estuviera, seguiría recordándolo.

Jimin había sido como ese laberinto lleno de flores en donde encontrar la salida era imposible. Había sido ese sueño que perseguir era arriesgado y esa melodía que sonaba una y otra vez dentro de la cabeza.

Y a pesar de todas las señales de amor que yo le había dado, ninguna fue correspondida.

Recordaba una y otra vez, nuestro beso nacido en mi departamento, nosotros llenos de pintura y nuestros labios degustándose del uno al otro, conociéndose. Mi corazón feliz y mi cuerpo en llamas. Incluso ahora podía proyectar la escena en las paredes de esta habitación de hospital, junto a las cortinas verdes de la ventana balanceándose por el viento helado y la música baja de la radio, junto a todos los casetes que él me había traído, y a la última rosa marchita encima del mueble de madera.

Cuando la rosa se marchitó, me señaló que todo había terminado.

Pero, ¿cómo terminar algo que ni siquiera comenzó? Eso era lo más doloroso, no haber empezado siquiera, aunque el sufrimiento era el mismo. ¿También tendrían que pasar dos años para superarlo? ¿Para encontrar a otra persona y enamorarme? No lo sabía, pero si fuera así, entonces esperaría el tiempo necesario para enamorarme de nuevo y ser correspondido. Como mi mejor amiga decía, la tercera era la vencida.

El calor de su abrazo aún persistía en mi cuerpo, sus manos cálidas tocando mi cintura, sus labios junto a los míos y su aroma a coco todavía podía sentirlo en la habitación.

—¿Por qué duele tanto el amor? —pregunté en voz baja.

—Yo también me pregunto lo mismo, ¿por qué duele tanto el amor? —Chaerlin, quien había estado leyendo un libro sentada al frente mío, preguntó—. Creo tener una respuesta a eso, pero ¿Por qué?

—No se supone... ¿No se supone que el amor es la felicidad? ¿qué amar es maravilloso? Entonces, ¿por qué amar duele tanto? —dije, nuevamente, al borde de las lágrimas.

Mi amiga suspiró cerrando el libro y se subió a la cama, sentándose a mi lado.

—El amor es muy complejo, a veces es inspirador, otras veces es sufrimiento y soledad, a veces neutro. Mahatma Gandhi decía que donde hay amor hay vida—susurró, soltando una risa. La miré atento, y ella se acercó, quitándome las pocas lágrimas que habían debajo de mis ojos—. El amor nos sitúa al mundo y nos elije. No siempre somos libres de enamorarnos de quien verdad deseamos y sí esa elección es apropiada, pues bien. Si no, será sufrimiento. Por eso duele—triste, me sonrió—. El amor es como esa necesidad también de sentirnos conectados a alguien, necesidades de intimidad, deseos, pasión y sexualidad—ella abrió sus brazos hacía la ventana, sonriendo y cerrando los ojos. Me quedé maravillado de lo bien que podía expresarse—. Según la teoría del amor de Platón, nosotros somos seres espirituales atrapados en un cuerpo buscando lo verdadero y puro—movió sus hombros de arriba a abajo—. Yo pienso que el amor es como la droga del opio o como cualquier otra droga, quizás peor, nos consume y nos hace perder en ella, nos hace adictos e inmunes a nuestros propios pensamientos, nos tiene amarrados a ella, no podemos reaccionar y tampoco ser conscientes, somos esclavos del deseo y la pasión.

Signum • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora