Capitulum XXXV

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Desde luego, transcurrieron tres semanas desde mi primera presentación en el museo nacional de Seúl. Catorce días exactos desde que las lágrimas calientes del joven Jimin se deslizaron por sus mejillas mirando mi pintura y desde que no supe nada más de él. Tampoco había sido como si yo saliera todos los días de mi departamento como para cruzármelo en la entrada del edificio todos los días. Yo estaba evitándolo a toda costa metido dentro de mi hogar dibujando cuadros tras pinturas, estudiando español y ayudando a mi tío con su trabajo.

Yo no podía trabajar debido a que, en un mes exacto para ser preciso, me estaría marchando del país.

Fregando una y otra vez la cerámica percudida de la sala con el paño mojado, levanté una ceja un poco extrañado escuchando el sonido del agua de la lluvia golpeando el vidrio del gran ventanal. Me puse de pie y dejé el trapo dentro de la cubeta, caminé despacio hasta la gigantesca abertura y corrí una de las cortinas. Mis ojos se abrieron par en par al notar de que no se trataba de una tormenta de agua como había supuesto, si no más bien, una tormenta de nieve. Copos y grandes copos caían a una increíble velocidad al piso, las veredas estaban completamente blancas y los árboles recubiertos en su manto brillante.

—¿Por qué? —me pregunté a mi mismo en un susurro, cerrando la cortina y volviendo a mi trabajo de limpiar el piso. Me arrodillé, comenzando una y otra vez, más confuso que nunca.

Se suponía que el invierno estaba apunto de terminar, de hecho, en las últimas semanas el sol y calor de la primavera hicieron brillar a la gran ciudad de Seúl. No entendía estos cambios meteorológicos ni muchos menos entendía el porqué no había nevado durante todo el invierno y lo hacía justo cuando la temporada estaba por terminar. Desde que marzo había comenzado, tuve un pequeño remolino de sentimientos ahogados que me decían que este mes no sería como cualquier otro y eso me lo indicaba, la nieve que caía afuera.

Temblé de repente, recordando mi estadía en la academia y en como pasábamos noches congelados dentro de una cueva esperando a nuestros supuestos enemigos. Aquello me dio un vértigo y dejé de fregar, cerré mis ojos sentándome sobre mis talones y estiré, por así decirlo, mi cuello.

—Bueno, que se le va hacer—murmuré, levantándome y llevando la cubeta con agua hacía al baño.

Que triste era todo por aquí, tan solitario y marchito. Así había sido mi rutina durante mis últimos días: levantarme y desayunar, limpiar hasta el almuerzo, practicar español y realizar algún dibujo hasta la cena y luego, ayudar a mi tío con sus papeles de la universidad hasta la madrugada.

Yo hacía hasta lo imposible para mantener mi mente ocupada, incluso cuando tenía tiempo libre prendía la televisión y miraba uno que otro drama en KBS World. No quería pensar en nada negativo ni mucho menos recordar aquella noche, que mientras dormía, las escenas se repetían en mis sueños. Aquello último se volvió un trastorno del cual yo no podía escapar, el insomnio era inaudito y todo lo que a que mi mente llegaba, se retenía flotando por toda la habitación. Horas de desvelos se hicieron presentes nuevamente y escuchar música desde la radio, era la única manera de caer en los brazos de Morfeo.

Así habían sido, todas las noches.

Finalmente, y para acabar con mi rutina de limpieza, tomé el plumero y me dirigí hacía la antigua habitación de mi tío. Entré y caminé hacía la ventana abriendo las cortinas para que pudiera entrar un poco de luz natural. Sin embargo, la nieve cayendo no era nada bonito ni mucho menos podía iluminar como una estrella. Solté un bufido, comenzando quitar el polvo de los estantes y el contorno del cieloraso. En esta habitación, no había más que estantes vacíos y el placar lleno de trajes que mi pariente nunca usó, arriba de este, cajas de zapatos por doquier. Hice una mueca acercándome hasta estas últimas para quitarle el polvo, pero mientras las golpeaba una y otra vez con el plumero, una araña salió entre medio de dos cajas asustándome y haciendo que una de ellas se cayera al suelo, abriéndose por completo y esparciendo un montón de papeles por toda la cerámica.

Signum • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora