Capitulum XIII

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Mi corazón palpitaba muy rápido cuando escuchaba la voz de Jimin a través del teléfono. Me sentía feliz, emocionado y la sonrisa no salía de mi rostro. Si pudiera contar cuantas veces sonreí por la alegría de oírlo hablar en la última llamada, sería millonario. Porque su sonido era una melodía que me hacía bailar y no importaba si sus palabras no tenían ritmo alguno, la música la creaba con sus cuerdas vocales. Quizás podría hacer un disco con sus mejores frases y guardarlas en mi corazón para siempre.

Era más que seguro, que por más que hubiese puesto todo mi esfuerzo para ignorar la pequeña atracción que sentía por Jimin, estaba cayendo en el principio de un enamoramiento que no era sano para mí. Pero, ¿qué más podía hacer? Si lo negaba, era peor; y si lo aceptaba, al menos no estaría comiéndome la cabeza como lo hice días atrás. Lo acepté. Acepté que Jimin me estaba gustando mucho más de lo que me tendría que gustar, porque del veinte por ciento, pasó al cuarenta por ciento en solo cinco días. Cinco días en lo que luché conmigo mismo diciéndome que no podía. Y no, no podía. Pero si mi corazón lo quería así, entonces yo no podía hacer nada para detenerlo.

El timbre de mi departamento me distrajo de la rutina de ejercicios que había comenzado a realizar. Por alguna razón, quería volverme a sentir bien conmigo mismo y comencé hacer unas cuantas flexiones de brazos y sentadillas, no gastaría dinero en un gimnasio porque también tenía aparatos en casa. Dejé de hacer las flexiones y con la toalla que estaba a mi lado, sequé el sudor de mi frente. Chisté mi lengua parándome y caminando hacía la puerta. Al abrirla, el vecino del frente me sonrió.

—Oh, joven. Dejaron esta carta para usted en recepción y decidí traérsela—me tendió un pequeño sobre blanco—. ¡Hasta luego! —se despidió, girándose.

—De acuerdo, gracias.

Ansioso y con la sonrisa más grande que pudiese tener en mi rostro, cerré la puerta y abrí el sobre. Un pedazo de papel cayó al piso, seguido de una fotografía. Poniéndome de cuclillas, levanté el papel y observé la foto. Solté una risa, Jimin y yo aparecíamos juntos en su última exposición de física que tuvo en la universidad, ¡La fotografía que su padre nos había tomado! Vaya, mi amigo se veía muy bien, en cambio mi cabello largo no dejaba ver mis ojos, pero mi sonrisa era satisfactoria. Estuve sentado en el suelo un buen rato observando la foto, hasta que recordé el pedazo de papel y comencé a leerlo.

"Para: Jeon Jungkook.

Busan, 27 de Febrero de 1982.

Espero que le guste muchísimo la fotografía que nos tomó mi padre aquella vez en mi exposición. Demoró un poco en hacer revelar los rollos, pero aquí está. ¡Muchas gracias por haber asistido, Jungkook! Lo quiero, cuídese.

Pd: Yo tengo la misma copia y la puse en un cuadro al lado de mi cama, es un poco infantil, ¿no? Jajaja, intentaré comprar una cámara fotográfica y crear bellos momentos juntos, creo que también tendré que comprar una mesa de noche más grande porque los cuadros no entrarán en las que tengo.

De: Park Jimin."


Solté una carcajada leyendo la posdata y me puse de pie, rápidamente caminé a mi habitación y cuando llegué hasta mi mesa de luz, abrí el cajón y saqué el cuadro que tenía una foto mía de pequeño con mi padre, la retiré y la remplacé por la mía con Jimin. ¿Para qué quería un cuadro con una fotografía de mi padre cuando estaba Jimin? Sonreí victorioso cuando el papel encajó justo, la dejé descansando sobre el pequeño mantel al lado de la lampara y sonreí. Perfecto.

Mirándonos otra vez, bajé mi mirada e hice un puchero. Nosotros dos podríamos ser la combinación perfecta si el destino lo quería. Lastima que nuestros hilos rojos, no coincidían.

Signum • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora