Nunca fui una persona que creía en el destino o en la suerte, mucho menos tenía certeza de que un episodio de la vida pudiese repetirse dos veces seguidas en menos de lo que iba de la semana. Y me sentía tan enojado conmigo mismo por sentirme tan indiferente a la situación. Tal vez si Chaerlin hubiese estado aquí mismo, trataría de entenderme a llevar esta angustia irreversible. Pero cuando dos días después de ese reencuentro que me dejó dudando de mi verdadero yo, supe que había estado equivocado todo este tiempo.Llovía, y con ello la temperatura bajó a la vez de que el virus del resfriado comenzó a dispersarse por toda la ciudad de Seúl. Con un suspiro cansado y los mocos cayendo en chaparrón desde mi nariz, cerré la sombrilla y entré a la farmacia, limpiando disimuladamente la notoriedad de mi pequeño resfrío, y me sorprendí de ver lo repleto que el local se encontraba. La larga fila de personas esperaba por mí. Y sí, podría darme por vencido y buscar otra farmacia, pero esta era la única en la zona y mi economía no estaba muy buena que uno se dígase como para tomar un taxi hasta la otra ciudad. Tuve que sacar un número y esperar en la fila.
Sin embargo, la distracción era el mejor talento que yo podía ejercer. Había estado tan concentrado en la música que salía de la radio junto al parloteo de las personas y mirando al techo, dejándome llevar por las melodías sincrónicas de la guitarra y esos perfectos acordes que llenaban mi alma, que no me di cuenta que la silueta que estaba delante mí era nada más ni nada menos que Park Jimin.
Otra vez.
Mi cuerpo retrocedió por inercia y agradecí a los ángeles en el cielo que nadie se encontrara detrás de mí. El muchacho Park en frente mío parecía como si irradiara un aura venenosa, incluso la farmacéutica quien lo estaba atendiendo —porque ya había llegado su turno—, me miró extrañada. Fue ahí cuando el se giró a verme y sus cejas se encorvaron para después sonreír. Y yo todavía seguía preguntándome como fui capaz de reconocerlo si tenía un gorro de lana que ocultaba todo su cabello y una cazadora que le llegaba hasta por debajo de las rodillas. Lo que pasaba era que yo era un increíble genio de la memoria cuando tenía ganas de serlo. Estaba claro que el rubio era, al menos, tres centímetros mas bajo que yo y su contextura era más pequeña, aparte de que su aroma característico, ese que en el pasado solía drogarme, se sentía por doquier.
—Oh, pero si es usted, Jungkook—murmuró.
Ladeé un poco mi cabeza y asentí. No pude sonreírle, ¿Tan antipático iba a ser yo? ¿Dónde quedaron mis modales? Bueno, si mí tío estuviese aquí, me golpearía en la parte trasera de mi cuello hasta noquearme.
—Hola—le respondí con un simple asentimiento.
—Aquí está su cambio, ¡Gracias por su compra! —mencionó la señora detrás del mostrador.
—De acuerdo, adiós—Jimin se despidió de la farmacéutica y después me miró con una sonrisa—, adiós—y se giró, marchándose. Me quedé atónito mirándolo, mientras se iba, con mis cejas fruncidas. El yo del pasado estaría preguntándose muchas cosas, como, por ejemplo: ¿Qué hacía Park Jimin en Seúl? ¿Se habrá mudado desde Busan? ¿Su hijo ya estará grande? ¿Por qué lo crucé dos veces cerca de mi departamento? ¿Acaso...vivirá por aquí? Pero mi yo del presente, solo tenía la mente en blanco y con neblinas, nada.
—Señor, ¿Podría decirme que es lo que desea comprar? —una voz del más allá me hizo volver en mí, giré rascándome la cabeza nervioso y sonriendo.
—Emm sí, disculpe, yo querría...
***
Yo aceptaba que el hecho de habérmelo encontrado dos veces fue parte de una coincidencia o del destino, pero... ¿Tres veces seguidas? No...¿No era mucho ya para una sola semana? Porque al día siguiente sucedió de nuevo.
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Signum • Jikook
Fanfiction[No se aceptan adaptaciones de esta historia, no insistan por favor. No hagan PDF, respeten mi trabajo, gracias] Jeon Jungkook está cansado de sufrir por su amor no correspondido que aún no supera y cree que nunca podrá amar a nadie más con la misma...