Capítulo 18 Isabella y Artur (Especial)

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Salgo de mi baño con solo una toalla alrededor de mi cintura y otra en mis manos, secando el exceso de agua en mi pelo largo, un poco más arriba de la altura de mis hombros.

Me acerco a la ventana de mi habitación, la cual tiene vista a la parte trasera de la casa, justo hasta la clínica que hay dentro de esta propiedad.

Hay cuarenta hombres armados rodeando todo esto las veinticuatro horas del día los 365 días del año. Yo dirijo la seguridad tanto de esta casa como la del mismo Franco Ivanov.

Más que jefe y empleado, somos amigos y para mí, la única familia. Soy tan leal que soy capaz de dar mi vida por la del si en algún momento es necesario. Llevo muchísimas muertes en mi conciencia, he cometido miles de delitos, he torturado, golpeado y cuanta estupidez me quieran colgar.

Pero jamás he violado, asesinado niños, traficar con personas y mucho menos con sus órganos. Y se lo agradezco a mi jefe que jamás se ha dedicado ni dedicará a ello.

Salgo de mis pensamientos, al ver salir a la hermosa Dhana, de la clínica. Sonrío al recordar que Franco ordenó, el no ser interrumpido mientras estuviera con ella. Esos dos ya mero se cogen en el aire, si hubiera condones para los ojos, se los regalaría y así evitar que se reproduzcan las niñas de sus ojos cada vez que se cogen con la mirada.

Sonrío por mis estupideces, pero me fascina molestar a mi jefecito y ahora a su gatita, solo que esta me las capea en el aire, lista la chaparrita.

Mi sonrisa se borra al recordar que la amiga de esa chaparrita; la rubia de piernas largas, de sexy lunar junto a la ceja, boca tentadora, pechos adecuados para mi polla, cintura para sujetarme sin problema y trasero adecuado, no tan llamativo como el de la gatita que se adueñó mi jefecito, pero si tiene lo suyo.

Me doy una patada mental al darme cuenta de que me quedé, parado en medio de mi habitación con las manos en la cadera. En vez de salir disparado y acompañar a la rubia para que no esté solita y aburrida.

Camino hasta la puerta decidido a salir antes de perder más tiempo. Pero recuerdo el pequeño detalle que aun sigo desnudo, digo me ahorraría muchas cosas, pero el salir con esta noche fresca, de esta forma, lo único por lo que se pondrá dura mi polla será por lo congelada que la dejara este puto frío.

Un escalofrío recorre mi cuerpo con solo imaginarlo. Así que corro hasta mi armario, me coloco unos jeans sin bóxer, así, a pelo, espero tener buena amistad con la cremallera o ya me jodí. Me pongo mis botas, tomo una camiseta y salgo colocándola sobre mi torso, regreso nuevamente para tomar un condón de la mesita de noche, y guardarlo en mi bolsillo, digo, nunca se sabe.

Bajo a toda prisa las escaleras y salgo de la casa. No doy ni cinco pasos cuando observo a la gatita culona y de humor de perros, así como mi jefe, que al parecer esta noche no es la excepción. Sus gestos son de molestia, camina mientras murmura algo entre dientes y sus manos las trae en puños.

Avanzo unos pasos más hasta quedar frente a ella, pero la distraída viene muy concentrada en la discusión que trae con no se quién.

—¿En serio preciosa? —se detiene y levanta la mirada al escucharme hablar —si crees que con esa cara de molestia te salvarás de las garras del tigre que está encerrado en su despacho, déjame decirte que estas equivocada —achica sus preciosos ojos verdes y estoy seguro de que me quiere desintegrar con ella por ser tan indiscreto.

Mi jefe es un jodido suertudo, de verdad esta chaparrita se ve hermosa aun molesta. Observo su vestimenta, yo fui quien la eligió y se hasta el color de lencería que trae. Ya me encargaré que mi jefecito me gratifique por eso, con una noche completa en su club al lado de tres preciosidades.

Pequeña TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora