Prólogo

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22 años antes...

Joan y Sophie Tylor, recorrían las montañas heladas y disfrutando de sus días de vacaciones en medio de ese bello paisaje. Estaban cumpliendo 5 años de casados y lo celebraban con cese viaje como cada año.

Escucharon gemidos de dolor y sollozos que venían de alguna parte entre los árboles, llamando su total atención. Se detuvieron para investigar de qué se trataba, ya que la profesión de él dejaba guiar sus instintos.

—Espera aquí amor —Joan detuvo a su esposa, para averiguar de qué se trataba.

—Ten cuidado por favor —la mujer buscó con la mirada hacia todos lados, en busca de ayuda.

Joan Tylor un hombre de 40 años, policía de la ciudad de Seattle y Casado con Sophie Tylor. Un hombre con gran valentía, dedicado a su trabajo el cual por su gran bondad y desempeño lo hizo merecedor de varias insignias con honores. Descubrieron que era estéril antes de casarse con Sophie, pero su amor fue tan grande que no fue impedimento para el gran amor que se tenían.

Una mujer joven y muy hermosa, se encontraba sobre sus rodillas con una pequeña niña de algunos 2 años entre sus brazos. Ambas lucían muy golpeadas, más aún la mujer que al levantar la mirada sonrió de alivio.

—Por favor, ayúdenos ... Se los ruego —a toda prisa se acercó hasta ellas y tomó a la pequeña niña entre sus brazos.

—Sophie, cariño tienes que venir —gritó con desespero, pues la niña parecía estar desmayada. —¿Están bien?, ¿Qué sucedió? —verificó los signos vitales de la pequeña, asegurándose que su pulso era muy detectable, así como su respiración. Suspiro de alivio al confirmarlo.

—¡Oh por dios! ¿Qué sucedió? —su esposa, alarmada por la escena que presenció; se acercó hasta ellos con la intención de ayudar. —dios, ¿Esta...está muerta? —sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a la nena.

—No, solo duerme. Al parecer está agotada —le extendió la pequeña para que la tomara en sus brazos y poder auxiliar a la mujer que contemplaba la escena. —llama para pedir ayuda.

—¡Nooo! —gritó desesperada la mujer. —no, porque así nos encontrarán y terminaran lo que dejaron pendiente.

Eso alarmó al oficial, quien por instinto giró hacia todos lados buscando algún tipo de amenaza. Sophie, por miedo abrazó más a su pecho la niña que tenía en brazos.

—Ayúdenme, pero solo ustedes... por favor —Joan, la miró con desconfianza —si ellos se enteran, nos matarán —rogó con lágrimas en los ojos —la quieren muerta, yo no les importo... La quieren muerta a ella y toda su demás familia ya lo está —su esposa soltó un gemido de miedo, al escucharla —ella, es el único cabo suelto en esta misión. Llévensela, y nunca, nunca digan cómo llegó a sus brazos, salven a este angelito que no tiene la culpa de nada.

—¿De qué está hablando?, no puedo hacer eso —aseguró aun alerta —soy policía, y yo puedo ayudarlas, solo dígame qué fue lo que sucedió. — eso, hizo sobresaltar a la mujer quien intentó ponerse de pie para sujetar nuevamente a la nena.

—No, se los ruego solo llévensela lejos, donde ya nadie pueda hacerles daño y solo ahí, pueden cuidarla como suya o dejarla en algún orfanato —hablaba con desespero —pero muy lejos de aquí. Yo los detendré, a mí ya no me pueden hacer más daño; solo váyanse y aprovechen cada segundo de ventaja —suplicó —Y si la policía les pregunta, no digan nada. Muchos están de su lado y solo facilitarán dar con ella.

Si algo repugnaba y lamentaba Joan; era que la policía se vendiera, ellos los encargados de cuidar y proteger de la maldad que está terminando de joder el mundo; acepten vender su lealtad y honor.

Sabía que tenía que hacer algo, pero en ese momento se encontraba entre la espada y la pared, pues su esposa estaba también en riesgo y por mucho que él rogara ayuda; está lejos de sus territorios y de las personas que pueden proteger a Sophie si algo llegara a suceder.

—Está bien, nos marcharemos, pero usted también vendrá con nosotros; ya la ayudaré yo donde pertenezco —ella negó.

—Así nos encontrarán, además; solo la quieren a ella. —estaba a punto de insistir, pero se escuchaba ruidos de helicópteros a lo lejos. —¿Lo escuchan?, la están buscando... llévesela, llévesela o permítame buscar más ayuda. —intentó quitarle la niña a su esposa y esta se negó.

El ver esa imagen, de Sophie con una niña en brazos; le trajo un sentimiento de plenitud y satisfacción que lo hizo tomar el valor de hacer una locura. Él, un policía respetado por su noble labor ahora mandaría al demonio todo por lo que acababa de despertar ese sentimiento.

Había dos cosas en juego, la vida de esa pequeña y el sueño de él y su esposa por formar una familia.

Observó los ojos de su esposa y ellos encontró la ilusión que tanto anhelaba, miraba con tanto amor a ese pequeño ser humano que no dudó en actuar.

—Vamos —sujetó a su esposa del brazo incitando la a avanzar —¿Esta segura que no quiera venir con nosotros? —ella sonrió y negó al ver que cumplía su cometido.

—De verdad estaré bien, pero vallase lo más lejos posible y nunca digan de donde la obtuvieron...De verdad le están salvando la vida a esa... Niña.

Sintiéndose sucio, por lo que estaba haciendo, pero aún decidido, solo asintió y se giró para marcharse a la cabaña donde se quedaban para tomar sus cosas y regresar a Seattle. Ahí, solo cuando Sophie y la niña estén a salvo, investigará toda esta extraña situación que no lo convencía para nada; pero que olía a demasiado peligro para quedarse a averiguarlo.

Por ahora, necesitaba proteger a esas dos mujeres... sus mujeres.

Pequeña TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora