Spoiler

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Dejo las pesas caer con suavidad. Mis venas se marcan a lo largo de mis brazos, y los músculos de mi torso y piernas, se encuentran tensos por la actividad física.

Retiro mi camiseta gris, al sentir como se encuentra humedecida de sudor. Y no es para menos, cuando llevo más de dos horas levantando pesas y golpeando el saco de box.

Seco el exceso de sudor de mi cuerpo, antes de dirigirme hasta la botella de agua y dar un gran trago. Mi cuerpo se tensa, al sentir unas sensuales y pequeñas manos acariciar mi pecho, al ser abrazado desde atrás.

Sus uñas, arañan mi abdomen, hasta que una de sus manos comienza por descender hasta el inicio de mi chándal, ingresando solo la punta de sus dedos por debajo de la tela.

De inmediato, detengo su recorrido al sujetar la muñeca de su mano con un poco de fuerza. Solo para hacerla girar con un movimiento brusco y que ese diminuto cuerpo tentador, quede frente a mí, dándome la espalda y su exquisito culo, se frote en mis piernas. Eso es lo único que logra alcanzar, por mi gran altura.

La inclinó, haciendo que tambalee, pero mis grandes manos sujetan sus caderas para sostenerla. Ella no lo duda y se sujeta de la silla que hay en frente.

Separo mis pies, y así poder quedar justo al nivel de su culo. Sin dudarlo, froto en él, al miembro erecto que acaba de provocar.

Un gemido sale de su boca al sentirme, justo, donde me había tenido enterrado la noche anterior.

—Dejaste mi cuerpo muy marcado—. Habla con voz entrecortada, al sentir como me inclino para sujetar uno de sus pechos.

—¿Es una queja? —Balanceo con rudeza mis caderas y esa fricción, me hace derramar gotas preseminales en mi chándal—. Y si es así, volveré a dejar otras justo sobre ellas, solo para recordarte, el placer que tuviste cuando las hice.

No logro verla, en esta posición me es imposible. Pero sé, que en este instante está mordiendo el interior de su carnoso labio.

—Pues hazlo, necesito de esa deliciosa boca recorrer mi sexo —echa su culo hacia atrás, restregando lo en mi dura verga y mis testículos se contraen de nuevo—. Quiero, una vez más, tu lengua saboreando lo que provocas que derrame mi vagina.

—Tus deseos, son ordenes, mi chiquita—. Me yergo en mi lugar y levanto mi mano derecha, solo para dejar una fuerte palmada en su nalga, haciendo que gima con fuerza y se frote más contra mí.

El sonido de mi teléfono, comienza a sonar avisando una llamada entrante. No me sorprende, no cuando eres un prestigioso abogado y tus clientes te llaman a todas horas, para solucionar sus mierdas.

Solo son las 7:00 a.m. y ya tengo que posponer por unos minutos el follar duro a mi chiquita. Y digo follar, por que justo ahora no se me apetece hacerle el amor. Quiero ser rudo contra ese cuerpo que se nota frágil, pero es capaz de soportar una buena follada que la deje sin aliento y sin poder dar un buen paso al día siguiente.

—Te espero en la ducha —endereza su espalda, con voz resignada y muy acostumbrada a estos momentos de interrupción. No me queda mas opción, que soltarla y dar un paso atrás. —No tardes—. Se gira, poniéndose de puntillas, para dejar un beso en mis labios y después marcharse.

Fijo la vista en ese culo que se aleja y en el cual la noche anterior, me tuvo en lo más profundo de su interior.

El día de ayer, mi ansiedad no era la mejor y siempre que me encuentro así, solo ella sabe controlarme. Y no es para menos, no, cuando Dhana Tylor, estuvo frente a mí, recordándome el rostro de mi madre. La sonrisa de ella, esa que tenía en su rostro casi todo el tiempo, por que mi padre, no dejaba de demostrar el amor inmenso hacia ella y hacia nosotros, sus hijos.

Sonrío como estúpido, al recordar cuando mi madre nos dio la noticia que estaba embarazada. Mi padre por poco y la devora a besos y mi alegría nunca había sido tan grande como esa. Hasta mi pequeño hermano, daba saltos de felicidad al imaginar ya, a un bebé que anhelábamos fuera una niña.

El sonido de mi teléfono, nuevamente se escucha, haciendo que me espabile de mis recuerdos felices. Esos que me fueron arrebatados de la peor forma que pueda existir. En un segundo lo perdí todo, a esa familia amorosa que no dejaba de demostrar ante nadie, lo importante que es esa palabra... La familia.

Suspiro con pesadez, antes de tomar mi teléfono y responder la llamada que sigue insistiendo de mi atención.

El numero es desconocido, pero eso ya, no me sorprende.

—Carlos Miller—. Digo, cuando llevo el teléfono a mi oído.

Por unos minutos el silencio me alarma. Sé que alguien está tras la línea, escucho su respiración, pero no pronuncia palabra alguna. Estoy a punto de colgar, cuando lo escucho, esa voz...

—Hola, hermanito —mis músculos se tensan y mi vista se fija al lugar por el que Giulia había desaparecido—. ¿Me extrañaste? 

Pequeña TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora