Capitulo 16 Franco

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El verla de esa forma, así tan temerosa y ahora molesta; me provoca querer castigarme por solo pensar con mi jodido miembro, que ya quedó más que flácido al ver esta escena. Y lo agradezco porque con la cara que puso la gatita al ver a Cynthia, solo le hubiese facilitado su labor de castrarme en este instante.

Si pensaba llegar a probar nuevamente ese hermoso y delicioso cuerpo que me dejó deseoso de enterrarme en él, me acabo de joder. Ya que domar esa felina con esa cara de querer desintegrar mis huevos, me va a costar por lo menos uno que otro zarpazo.

Mi cuerpo se tensa al ver a Cynthia a mi lado, esta mujer sí que tiene valor para desobedecer una orden mía. Soy un caballero con las mujeres a fuera de mis encuentros sexuales, pero ahora lo único que quiero es pegarle un tiro en la cabeza por creer que puede tomarse derechos conmigo o en mi casa, solo por dejarse coger por mí.

—Ya valió —murmura el bastardo de Artur, que en vez de llevarse a Cynthia a un lugar donde esté lejos de mi alcance justo ahora, se queda observando la escena con entusiasmo.

—Dhana —intento dar un paso hacia ella, pero levanta más su rostro enfrentándome.

—¿Podemos hablar sí o no? —¡demonios! ese puto tono de indiferencia y valiéndole madres lo que acaba de observar, me molesta.

Me molesta, me enfurece el que no le tome importancia al asegurarse prácticamente de que estaba cogiendo con otra. Cuando sabe que solo unas horas atrás era ella la que tenía sobre mi cuerpo, dejándose devorar por mi boca.

«Maldito cabrón, deja tu ego de macho y concéntrate en esa gatita que ha venido por ayuda»

—Artur —no le explico que tiene que hacer, solo hago una seña hacia Cynthia que al parecer logra entender y retrocede un paso.

No, no pienso matarla, no cuando siempre ha sido muy excelente sumisa. Pero si debe aprender a respetar una orden y no tomarse atribuciones que no le corresponden, como pasearse así en mi casa.

—¿Si gustas yo me puedo encargar de ella? —esa idea de la rubia no me parece mal.

—Isa —Tylor la detiene al verla decidida.

—Vamos a mi despacho —hablo observándola.

—Gracias —me lanza una preciosa mirada de odio al pasar a un costado mío.

Sus ojos felinos, sin anteojos se ven tan preciosos. Lo único que me jode es apreciarlos así de rojos e hinchados, no sé qué le ha sucedido, pero si está aquí pidiendo ayuda debe ser algo importante para ella.

La sigo con la mirada al verla caminar directo hasta a Cynthia, la muy cabrona está tratando de intimidarla, y sonrío para mis adentros cuando lo logra y aquella se hace a un costado alejándose de su alcance.

Por poco ruedo los ojos al escuchar la risita de mi dolor de culo llamado Artur y la de la rubia. Condenada pulgarcita, el verte actuar así solo aumenta mis ganas por cogerte una y otra vez hasta que no logres ponerte de pie.

Fijo la mirada en Cynthia y doy un paso hacia ella, quien retrocede al mismo tiempo.

—Primera regla, nunca se desobedece una orden mía —ladeo mi rostro —no te olvides quien soy y sobre todo no me hagas olvidar que eres una mujer —mi mirada la asusta y por el rabillo del ojo me doy cuenta de que la rubia me observa y levanta sus cejas —vístete, alguien te llevará.

No me conviene hacer este tipo de escenas frente a una policía, mucho menos el que salga de mi propia boca quien soy yo.

—Encárgate —hablo al fijar la mirada en Artur.

Pequeña TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora