Capítulo 2 Franco

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Reclino mi cabeza en el respaldo de mi silla, detesto todo esto en momentos como estos; cuando se requiere estar con los míos en momentos especiales e importantes como lo son la familia. Pero tengo un negocio grande entre manos y requiere de mi presencia, eso me impide moverme de este maldito lugar.

Hoy mis guerreras están cumpliendo su primer mes y no puedo estar con ellas. Sonrió como tonto al recordar la cara de Dante cuando las llamé así; mientras todos los demás las nombran "Princesas" y "Reinas".

Esas nenas son mis guerreras y personalmente me encargaré que sean unas niñas valientes y sepan defenderse; me niego a que sean esas princesas de cuento, que necesitan de su príncipe para ser rescatadas.

—¿Y esa estúpida sonrisa? —el bastardo de Artur entra en mi despacho como de costumbre, como un maldito fantasma, sin hacer ni una milésima de ruido.

—Estoy comenzando a creer que los chicos tienen razón y eres un jodido espectro en pena —sonrió amplia mente, confirmando que no es tan descabellada esa teoría.

—Pues eso de vivir en el infierno y con el diablo como jefe; hace que nos adentramos en nuestros papeles muy en serio —sí, ese cabrón nadie lo intimida.

Artur Kozlov; es mi amigo, confidente, compañeros de aventuras con las mujeres, mi hombre de confianza y el segundo al mando para mover mi negocio. En pocas palabras es el que cuida de mi maldito trasero para no ser atacado por la espalda.

Es tan leal, como lo fue su abuelo con el mío; y como lo fue su padre cuando su abuelo murió y quedó como la mano derecha de mi abuelo.

A este hombre le confío mi familia con los ojos cerrados; porque sé que les ha tomado afecto, aunque le cueste admitirlo. Además, con Dante siempre muestra mucho respeto y a pesar de que no se dedicó a este negocio; siempre lo llama Jefe, tal como mi abuelo lo pedía.

—¿Sabes que este lucifer, te da todas las mujeres que quieres? —mi amigo le encanta las orgías, pero siendo el único hombre o en su defecto; solo comparte a sus nenas conmigo.

—Se ganarlas muy bien, trabajo duro con ellas para merecer ese puesto —sonreía amplia mente el cabrón.

—Nada más que es en mi club donde las consigues —solo le restó importancia y se puso de pie para servirse un trago. —¿Verificaste con Oscar la nueva seguridad? —giró para verme y sonrió con entusiasmo.

—Nuestras guerreras, estarán más protegidas que tú, no tienes de qué preocuparte —asentí satisfecho.

Dante y yo estamos de acuerdo que desde ya las niñas tengan cada una su propia seguridad. Así se adaptan desde ya y tendrán confianza a sus "niñeros", como los llama Alanna. Que por cierto no está nada contenta con esa medida de seguridad, al igual que mis otras chicas pegaron el grito al cielo cuando se enteraron. Pero ni Dante, ni mucho menos yo; cederemos en eso.

—Esta noche iremos al club, necesito algo de acción —necesito sentirme vivo, esta jodida vida vacía de mierda; en ocasiones hace que nada tenga sentido.

—Como tú digas jefe —eso lo hace feliz al bastardo. —por cierto, escuché algunos rumores. ¿A que no sabes quién pronto estará de regreso? —froté el puente de mi nariz, cansado y restando importancia a su pregunta.

Al ver que no respondía el bastardo sonrió más amplia mente y se sentó en la esquina de mi escritorio con su trago en manos.

—Nada más y nada menos que tu dolor de culo preferido... Tu agente Tylor. —abrí los ojos y levanté el rostro.

Pequeña TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora