Sexshop

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Wade Wilson era un chico atrevido, activo sexualmente y caliente.

Le gustaba tener sexo con su Baby Boy por todos lados y en cada momento.

Así era su relación, pero eso no quería decir que no lo amará.

Conocía sus defectos, sus virtudes, a que era alérgico, a que le temía y que le molestaba. Y aún así, ante sus ojos, era perfecto.

Ese día en especial, decidió pasar a un Sexshop. Quería probar algo de la tienda que tanto le habían recomendado.

Quién sabe, tal vez hasta se volvía cliente especial.

El lugar estaba repleto de miles de artefactos, de varios colores, diseños e incluso sabores.

Era alucinante.

—¿Nuevo en está zona?

Un hombre de cabellos castaño, ojos coquetos, sonrisa ególatra y de piel canela, se situó a su lado.

–¿Se nota mucho? —Wade simplemente siguió viendo los vibradores... Eran muchos modelos.

—Todos pasamos por eso. —Dijo simplemente el hombre de ojos oscuros, para escoger varias piezas y revisarlas una por una.

Ambos se quedaron en silencio.

Wilson no sabía que llevarse de todo lo que se le presentaba... Era demasiado tentador.

—¿Disculpe? —Tocó el hombro del castaño— ¿Usted que me recomienda?

—Depende para que tipo de "Juego" quieras llevar. —Puntualizó el atractivo sujeto.

—Bueno... Algo que le guste a mi "Sumiso".

El moreno sonrió con sabiduría.

—Veras... Lo más recomendable y excitante, son las esposas. —Le enseño unas negras con un diseño extravagante—. Si las sabes utilizar, te divertirás... Creeme, mi esposo es un Dios con sólo las esposas.

El tipo le siguió dando tips de varios artefactos; vibradores, látigos, castigos y disfraces muy sugerente.

Incluso le insinuó lo bueno que era su esposo en la cama, a pesar de verse todo un Santo.

La plática continuo mientras ellos compraban mercancía.

Wade nunca había conocido a un señor tan amable como ese.

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—Wade, mis papás pueden ser intensos en algunas cuestiones y...

—Baby Boy, tranquilo. —Lo beso ante las miles de palabras que salían de su boca por minuto—. Si no les agradó, nos iremos a México, nos casaremos y comeremos chimichangas en nuestra Luna de Miel.

Su castaño negó ante las palabras de su novio. Era un caso perdido.

—Realmente espero que no tengamos que recurrir a eso.

—¿Acaso estás diciendo que mis planes no son geniales? —Wade se tapó la boca, fingiendo angustia— ¿Qué clase de monstruo eres? ¡Joder! ¡Te di todo!

—¡Wade!

—¡Dame un disparo por el culo y dolerá menos!

—¡Wade! Sin malas palabras. —Sin querer, empezó a reír—. Por favor, sólo... Comportate.

—Yo siempre me comportó.

Sin más, el elevador se abrió en el piso donde se encontraban sus padres.

Los dos se mantenían juntos y al parecer, coqueteando... Como siempre.

—Papás, les presentó a mi novio. —Peter les señalo al rubio—. Wade W. Wilson.

El chico estaba por saludar a sus suegritos, pero algo lo detuvo.

Enfrente de él, se encontraba el señor que lo aconsejó en el Sexshop.

Éste también lo reconoció... Se le notaba en el gesto sorprendido.

—Es un gusto conocerlo, señor Wilson. —Un rubio alto y de ojos azules le estrecho la mano con fuerza.

Ahora entendía eso de la apariencia de Santo.

—¿Papá?

Wade sonrió con sarna ante el mutismo del castaño.

—Es un gusto conocerlo, suegrito. —Le extendió la mano—. Por cierto, gracias por los consejos de la otra vez.

—¿Se conocían? —Preguntó su arañita.

—¿Consejos? —Rogers tomó la cintura de su pareja, en signo de posesión.

—Tú... No puede ser...

—¿Tony? ¿Sucede algo?

Si, iba a ser una cena muy divertida.

Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora