El Amor

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Tony y Steve se esforzaban por ser unos buenos padre.

Peter era la adoración de ambos.

Por ello, querían lo mejor en todo lo que rodeaba al pequeño castaño. Tony se esforzaba y Steve se enorgullecía por el buen padre que era Anthony.

—¿No crees que son bastantes... Libros? —Steve miraba las miles de hojas que su esposo traía en mano.

Al ver que casi le costaba la vida mantenerlo lejos del suelo, él lo ayudó.

Tony alzó una ceja ante la facilidad con la que su soldado cargaba las pilas de libros.

—Gracias, Stiff.

Beso los labios del rubio y lo guió a la Sala.

—Tony...

—Quiero estimular el gran IQ que Peter tiene. Es un genio... Bueno, es mi hijo, no era de sorprenderse...

—Pero ¿No crees que es mucho? —Steve lo miro con preocupación—. Tal vez... Sería sobre exigirle.

El castaño se paralizó.

No había pensado en ello.

—¿Exagere?

El Capitán le sonrió con ternura.

Dejó la pila de conocimiento en la mesa y camino hacia el cuerpo de su pareja.

—Sólo dejemos que Peter decida si los quiere leer o no. —Tomó la cintura de su preocupado genio y beso su frente—. Hay que darle un poco de libertad.

El hombre de baja estatura lo pensó mejor. Debió preguntarle a su pequeño.

—Por esas cosas, te amo Rogers.

Steve negó divertido.

—Y también por éstas... —Dos manos traviesas, apretaron el trasero del rubio.

—Tony...

—Sinceridad y honestidad. Ese soy yo.

Rogers simplemente tomó de la cadera a su esposo y lo arrastró a la habitación. Él también le mostraría los motivos del por qué lo amaba.

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Tony, era el encargado de ir a traer a su hijo de la escuela.

Por qué si, ni de loco se paraba tan temprano para dejarlo, esa era responsabilidad de Rogers.

—¡Papi!

El pequeño corrió hasta el genio, quien tenía los brazos abiertos.

—¿Cómo te fue hoy?

El niño estaba por responder, pero una pequeña niña de cabellos rubios, tiro de su camiseta.

—Hola.... Yo... Ten. —Colorada, se fue corriendo lejos de ambos castaños.

Peter miro la carta que fue dejada en su mano, para después ver a su papá.

Éste asintió en señal de que podía abrirla.

Tardo unos segundos, en donde leyó la carta, Tony quedó en silencio.

Sin más, el pequeño bajo la mirada.

—¿Pasa algo?

—Papá... —El genio miro con atención a su hijo— ¿Cómo sé que es amor y no una protección del ego, un instinto sexual sobrepuesto, una idealización construida y determinada por el capitalismo o un simple capricho expuesto por el alma abandonada que busca complementarse?

Anthony abrió la boca, una y otra vez.

No supo que decir.

—¿De dónde...? ¿Cómo es que sabes todo eso?

—Lo leí de todos los libros que estaban en la Sala. —Dijo inocentemente el niño.

El hombre de ojos oscuros simplemente sonrió con verdadera felicidad.

Su pequeño era un genio... Un gran genio.

Steve estaría orgulloso.

Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora