Incendio

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Un bendito incendio.

Ese era el problema ahora; Tony maldijo cuando ni siquiera le dieron tiempo de ponerse ropa.

—"Por favor señor..." —Habló un sujeto por una bocina.

Era tal vez la quinta vez que se lo pedían, pero él se negaba a bajar, es más, ni por la ventana se atrevía a asomarse.

—Maldición. —Susurró desesperado.

Estaba durmiendo de lo más feliz, cómodamente, a pierna suelta ¿Su sorpresa? Un imbécil dejó la maldita estufa prendida y ¡Bum! Todo el edificio estaba en llamas.

Pero, como su suerte era una mierda, una maldita perra que adoraba morderlo hasta hacerlo suplicar perdón, no se dio cuenta del incendio hasta que era demasiado tarde.

—¿Era tan difícil decirme "Deja de dormir desnudo Tony"? —El castaño se golpeó contra la pared.

Su ropa en este momento tiene que estar calcinada... Tal como él lo estaría por no salir.

—"Subirán por usted". —Tajante, el bombero que hablaba por la bocina ordeno a uno de sus hombres a subir.

Tony tembló.

—Mierda, mierda, mierda... —Anthony trató de cubrirse con las manos, pero era muy poco lo que podía hacer.

—¡Señor Stark!

Un bombero de hermosos ojos azules lo recorrió con la boca abierta.

Sonrió forzadamente.

—¿Nunca a visto a un hombre desnudo? —Con ambas manos trató de cubrirse la entrepierna.

Había algo en la mirada de ese hombre que lo ponía nervioso.

—Con ese trasero, nunca... —Escuchó susurrar al sujeto.

Carraspeo.

El tipo le enseño amablemente como debía de bajar... Cómo si todo fuera tan fácil.

¡Estaba en pelotas!

—Sino baja, el incendio se volverá incontrolable y morirá señor Stark. —Advirtió el hombre de ojos azules.

—Ja... —Tony no dijo nada, sólo trató de imitar al bombero.

Todos comenzaron a chiflar, a reír y algunos hasta comenzaron a lanzar palabras subidas de tono.

El camino al piso se le hizo eterno; nunca se había sentido tan humillado.

—¡Guarden la compostura! —El hombre que fue por él, se paró erguido y los miró fieramente.

Incluso Tony se sintió intimidado.

El incendio comenzó a extinguirse.

Anthony ahora se encontraba con un abrigo que el bombero le entrego, sin embargo, éste no le quitaba la mirada de encima.

—¿Gracias?

El rubio (apenas se daba cuenta) le sonrió para después extenderle la mano.

—Steve Rogers. —Se presentó.

El castaño correspondió.

—Anthony Stark... —Se golpeó mentalmente. Steve sabía quién era.

Todo mundo sabía quién era.

—Señor Stark, este es mi número.

El genio tomó el papel extrañado.

—¿Y esto?

—Es por si surge otra emergencia. —Rogers sonrió pícaro.

La mirada de Steve se dirigió a su trasero.

Demonios... Sería bueno llamarlo mañana.

Si pasaba otro incendio, se aseguraría que no sólo él bajara desnudo.

Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora