Gimnasio

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El gimnasio era para locos dementes con un síndrome bastante serio; eso pensaba Tony.

¿Quién cambiaba cobijas por unas pesas? ¿Quién comía plantas en vez de carne? Nadie, o al menos, nadie que tuviera sentido común.

—Estás engordando. —Fue todo lo que dijo Pepper, como una sentencia.

Una dolorosa sentencia.

—Estás mintiendo. —Y por supuesto que lo hacía, pero la mente de Anthony no dejó de pensar en eso.

Se miraba al espejo y miraba una bola... Una grande y gorda bola.

¡Dios! ¿Estaba gordo?

Con ese terrible y trágico pensamiento, fue como termino en ese lugar; frío y lúgubre, aburrido y neutro, silencioso y espantoso.

El gimnasio.

—Pepper, me aburro. —Tony se encontraba sentado, esperando por un milagro divino, por cualquier deidad que se apiadara de él.

—Entonces ponte a hacer ejercicio, a eso vinimos.

¿Y con todos esos gorilas viéndolo? Ja, Anthony Stark no se humillara enfrente de esos idiotas.

—No quiero.

—No te comportes como un niño. —Regañó la mujer de mirada asesina. Tony la sacaba de sus casillas.

Siguieron sentados, esperando tal vez a que el gimnasio se vaciara o que al castaño se le diera la gana pararse.

Ambos concentrados en cosas diferentes...

—Por Odín...

Tony había encontrado la razón del por qué seguía ahí. Un trasero espectacular... No, no ,no, no sólo el trasero... Todo él.

—¿Mmm? —Pepper miró hacia la misma dirección que el genio.

Ah... Era eso.

Un rubio alto y de músculos prominentes golpeaba con fiereza el costal, buscando descargar sus frustraciones o tal vez sólo haciendo gala de su fuerza.

—Santa madre... —Tonu mantenía los ojos muy fijos en él. Esos malditos y perfectos músculos coqueteaban descaradamente con él—. Pepper, cómprame uno.

La pelirroja negó.

—Es una persona, no se puede comprar.

—¿Por qué me odias? —Preguntó muy serio el castaño.

Virginia suspiró.

—Veré que puedo hacer.

Los golpes del hombre de cabellera clara, se volvían cada vez más agresivos, más certeros, más feroces.

Se veía tan, tan, tan sexy...

—Lo quiero en mi cama. —Anthony podía sentir la sensación de esas manos en su cuerpo.

¡Oh tan tentador!

Pepper sonrió. Era atractivo y justo lo que Tony necesitaba.

Más tarde, cuando sólo quedaban ellos dos, fue cuando el genio sintió que lo llamaban.

—¿Señor Stark? —El rubio se encontraba atrás del castaño.

—Tony, Señor Stark es mi padre. —Aclaró guardando la calma.

El hombre no se veía muy contento.

—Bien, sólo lo llamaba para decirle que no pienso aceptar cual sea el trato que quiere proponerme. —La mandíbula del sujeto se tenso—. Además, si hay algo que quiera, prefiero que me lo diga de frente.

—Directo. —Anthony sonrió—. Verá, señor...

—Steve Rogers.

El castaño asintió y se acercó un paso más.

—Rogers... —Lo tomó de la camiseta y sin más, le plantó un beso. Aunque al inicio Steve hizo el ademán de separarse, Tony lo tomó de la nuca y profundizo el beso—, te quiero en mi cama. —Susurró cerca de los labios rojos del contrario.

Y antes de recibir un puñetazo, Anthony huyó sin ver la pequeña sonrisa de Steve.

Los ojos azules del rubio bajaron al trasero de Stark... Redondo, firme, tentativo... Le encantaría joderlo.






















Inspirado en la obra de Wint Girl.

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Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora