Baile

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Tony era el mejor bailarín.

Le apasionaba mover su cuerpo al son de la música.

Era liberador, emocionante y extremadamente aliviador.

Sentir como sus caderas, cintura, brazos y piernas formaban un ritual sensual, erótico y atractivo, era la mejor de las sensaciones.

Y no era él único que lo pensaba.

Natasha, su compañera, siempre traía consigo a sus amigos.

Entre ellos, estaba el rubio que no le quitaba los ojos de encima.

Steve Rogers.

Ese hombre era la perdición del castaño, era alto, guapo, un caballero chapado a la antigua y de modales que podían derretir a más de una persona.

Pero no se la dejaría tan fácil.

—Stark, al frente.

Todos en el lugar aplaudieron y empezaron a chiflar.

Tony adoraba tener la atención.

La música sonó, seductora, melodiosa, suave.

Sus cadera comenzaron a moverse conforme el ritmo, sus manos acariciaban su cuerpo y sus piernas se posicionaban firmes.

El ritmo inundó el lugar.

Su cuerpo inmediatamente respondió al reto que la canción le presentaba.

Se dejó llevar, se soltó y dejó que las notas lo guiarán.

Todos en el lugar gritaron y la mirada de cierto rubio no se despegaba de él.

Se concentró en sus caderas.

La música llegó a su punto y él no podía sentirse más excitado por los hambrientos ojos de Steve.

El lugar se quedó en silencio y la respiración de Tony era el coro perfecto.

Los aplausos no se hicieron esperar.

El castaño sonrió ante la sensación de orgullo y satisfacción.

A lo lejos, vio como Steve salió del lugar apresurado.

Curioso, decidió pedir un descanso que le fue dado sin quejas.

Después de cubrirse, salió detrás del rubio.

Los gruñidos lo guiaron.

Steve se masturbaba en la soledad de un pasillo.

—El moral Steve Rogers ¿Haciendo eso? —Los ojos azules del rubio se dirigieron a él. Oscuros y llenos de deseo.

—Vete.

—¿O qué? —Reto disfrutando de la vista.

Se lamió los labios al ver el pene erecto del rubio.

Su única contestación fue un beso húmedo, vulgar y hambriento.

Sus manos acariciaron el pecho del más alto y bajaron al miembro de éste.

Lo tomó con fuerza y mordió los labios del contrario.

—¿Quieres que nos conozcamos?

Steve asintió mientras era arrastrado por un castaño de sonrisa pícara.

Benditas sean las clases de baile.

Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora