Iron Man (3/5)

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Ternurita sus nalgas.

Steve Rogers de inocente sólo tenía la cara.

—¿Tony? —El rubio beso el hombro del castaño.

Éste hizo un puchero y se escondió en las cobijas. Le dolía la cadera, tenía mordidas en el cuerpo y probablemente grandes chupetones en el cuello.

—¿Cómo fue que pasó esto? —Susurró bajó.

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[3 meses antes]

No podía dejar de sonreír. El chico parecía estar apunto de desmayarse con sólo tenerlo cerca.

—"Stark, danos tu ubicación". —La voz de Natasha Romanoff inundo su sentido del oído.

Rodó los ojos por segunda vez.

De mala gana dio las coordenadas y le dirigió una mirada al rubio. Sonrió por última vez, ese chico realmente parecía adorarlo.

—¡Iron Man! —Antes de despegar, el joven lo tomó de su metálica mano—. Yo... Bueno... Me gustaría que...

El sonrojo adorno el rostro de Steve, quien no paraba de balbucear y mover las manos nerviosamente.

No supo que fue lo que lo impulso a decir tales palabras...

—¿Te gustaría un café?

Rogers lo miro con los ojos emocionado, y sin perder tiempo, asintió.

Tony salió de la armadura, causando aun más admiración en el chico. Mentiría si dijera que no se sintió bien consigo mismo y que el ego ahora le llegaba hasta la garganta.

—Es... Usted es hermoso. —Steve dejó escapar tales palabras causando estragos en el genio.

Y es que, no era lo que dijo (todo mundo se llenaba la boca de cumplidos para él), sino como lo dijo.

Honesto, sin intenciones de quedar bien, como si se lo dijera más a sí mismo que a él.

—Gracias. —Y lo dijo con verdadera gratitud.

Steve sonrió con ternura.

Éste chico de verdad era extraño.

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Esa fue la primera vez que salieron.

Tony no iba a mentir; esa salida había superado por mucho a todas las que había tenido.

Su contraparte no se esmeraba por quedar como lo que no era. Steve se mostraba tal cual.

Caballeroso, tímido, educado, con ideologías firmes y convicciones impenetrables.

Sonrió ante el recuerdo.

—¿Y esa expresión?

Virginia ni siquiera levantaba la mirada de la computadora.

—No es nada. —El castaño de repente sintió el peso de su acción.

Había salido con un completo extraño, ¿Por qué? Ni él lo sabía. ¿Lo peor? Era menor que él, mucho más menor que él.

¡Dios! ¿Eso lo hacía quedar cómo pedófilo?

Suspiró.

—Tu cara cambia cada cinco segundos. —Advirtió Pepper, ahora viéndolo con sospecha.

—Pepps... Creo que necesito un trago.

—Nada de trago, te quiero lúcido sin alcohol corriendo por tus venas.

Anthony hizo un puchero digno de comercial.

Negó. No tenía que martirizarse, al final, no volvería a verlo. Era sólo un fan más.

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A los tres días, en su oficina, estaba Steve mirando una caja de ¿Chocolates?

—¿Rogers?

El rubio levantó la mirada y sonrió... Con esa sonrisa perfecta que Tony no había podido olvidar.

—Señor Stark, yo... —El chico sin más le entrego la caja y de su chaqueta, una rosa.

¿Cómo demonios no se maltrato?

—¿Y esto es...?

—Quiero aclarar mis intenciones con usted. —Los ojos azules de Steve se llenaron de una seguridad nata de un lider—. Y también... Quiero que me conceda el derecho de cortejarlo.

El filántropo no pudo no sentirse como una quinceañera a la que pedían por primera vez.

No pudo evitar imaginar que esto le recordaba a los años de antaño en donde todo era formal y cursi, al grado de cortejar antes de coger.

—¿Eh?

—Tony Stark... —Steve se acercó más a su persona, evidenciando los centímetros que tenía de ganancia que eran ciertamente... Muchos—, lo amo.

Él jamás admitiría que eso en su cara era un sonrojo.

Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora