El agua

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Lo odiaba.

De verdad lo odiaba.

Su padre era un hombre exitoso, millonario, casi tan inteligente como él.

¿Qué ganaba con quitarle el dinero?

—No estoy seguro de que funcione, Tony. —Bruce, su tierno y hermoso Brucie, miraba inseguro los miles de frascos que mantenían el líquido.

Corriente y vil líquido que podías conseguirlo en cualquier lado.

Pero Tony no estaba de acuerdo. Esa agua era especial.

—Lo hará, además, ya tengo a mi cliente especial.

Un rubio de estatura alta, ojos azules, cabellos rubios y facciones perfectas gastaba su dinero como un loco en esas benditos frascos.

¿El motivo? Muchos dirían caridad, pero Stark sabía que tan mal traía al chico.

Si él le vendía simples pedazos de telas, estaba seguro que Steve lo compraría sin rechistar.

—Ustedes son unos idiotas. —El castaño de lentes rodó los ojos—. Sólo tengan sexo y ya.

Puede que Tony también éste enamorado de Rogers.

—Steve. —Al día siguiente, alcanzó a verlo en las duchas.

Ese rubio era ardiente.

—T- Tony... —El rubio se tapó la entrepierna— ¿Q-Qué haces?

—Estaba pensando... —Stark recorrió con la mirada el cuerpo de su rubio—. Que podríamos hacer un trato.

—¿Un trato?

—Podemos cambiar los frascos por algo mejor. —Tony le sonrió con seducción.

—¿A-algo mejor?

El castaño se acercó a su oreja y le susurro un "Prefiero que veas como fabricó el producto".

Las orejas de Steve se pusieron rojas, al igual que el cuello.

—Te espero a las 5.

Le guiño un ojo y salió del lugar.

Iba a preparar la tina y el traje de baño.

Después de todo, seguiría el consejo de Brucie.

Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora