Cambios

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Si había algo que Tony amaba en la vida, era el karma.

Oh dulce y bendito karma.

Todo empezó con Steve Rogers.

Cuando Tony lo conoció, quedó prendado de esos bonitos ojos azules.

Tony decía que era hermoso, los demás decían que era un chico sin gracia; Tony decía que era jodidamente perfecto, los demás decían que no valía la pena.

—Ellos no piensan lo mismo que tú.

Anthony lo miro fijamente.

—¿Y eso qué importa? No me interesa la opinión de esos imbéciles, además, tú tienes algo que ellos no.

—¿Así? ¿Y eso qué es?

—Mi atención.

Stark se esforzó por adentrarse en el corazón de Steve.

Luchó contra las críticas, los comentarios y las inseguridades del rubio.

Y como todo un ganador, se volvió la pareja de Rogers.

Todos en el Instituto comenzaron a hablar mal de su relación; a Tony no podía importarle menos.

Después de todo, con eso sólo comprobaba una sola cosa.

Esos idiotas no podían ser seres inteligentes, por el simple hecho de no entender algo tan simple.

Las acciones, las actitudes y la educación de una persona, habla más que un físico agraciado.

—Bucky dijo que me ayudaría a entrenar.

Tony lo apoyo, era su deber como pareja.

Era cierto que él no cambiaría nada de Steve, pero entendía que eso era algo que de verdad quería el rubio para sentirse bien consigo mismo.

Ambos se centraron en lo que más querían, sin dejar de amarse como lo hacían.

Y así, fue como llegaron a está cómica, necesaria y divertida situación.

—¡Tony! —Un alto rubio lo saludo a lo lejos, ignorando a las señoritas que se amontonaban a su alrededor.

Él no hizo más que sonreír y acercarse.

—¿Se les perdió algo? —Gozando de ese momento, el castaño se pego al trabajado cuerpo de su novio.

Las mujeres se fueron del lugar, al ver el gesto posesivo del genio.

—Bola de víboras.

—Yo también te extrañe, Tony.

Rogers le sonrió con esa perfecta dentadura que lograba derretir sus defensas.

—Pensé que no vendrías.

—No podía perderme la primera presentación del amor de mi vida. —Agregó un sonriente Steve.

—Que cursi, Rogers.

Ambos rieron.

A lo lejos, se escuchó a un tipo diciendo el nombre de Tony.

Sin más, el genio le dio un casto beso y se alejó, dispuesto a dar la bienvenida a las industrias Stark.

—¡Tiny! —El castaño paró su paso— ¡Te amo!

—¡Yo te amo más, Stiff!

Anthony hizo el ademán de seguir su camino, pero paró de nuevo.

—¡Steve! —Algunas personas voltearon a verlo, junto con su novio— ¡Está noche quiero que me jodas!

Ver la cara confundida de algunos, la sorprendida de otros y el sonrojo de Steve, era la gloria.

Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora