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UN ESCRITOR LOCO QUE VIVÍA EN EL BOSQUE Y ESCRIBÍA COMO LA GENTE MORÍA EN EL BOSQUE A MANOS DE UN LOCO ESCRITOR

Las cosas son como son, porque pasó lo que tenía que pasar.

A la espera de algún viajero desprevenido y tomándose la molestia de documentar a detalle el accidente, el escritor aguarda impávido. Oculto entre los arbustos vislumbra a un auto reducir su velocidad hasta detenerse en medio de la espesura del bosque. Desorientado, su protagonista baja del auto y examina con esmero el mapa hasta que el loco escritor lo alcanza y el pasaje es brutalmente bañado en sangre.

Entonces, adentrándonos en la espesura del bosque, es inevitable reconocer la desgracia de que, por tan perturbadora escena, hemos desatendido al camino.

* * * * *

Esa noche que, tras inocularnos, te acercaste a mi oído y susurraste que te prometiera que jamás escribiría esto, no entendía a lo que te referirías. ¿Sería lo de la nota... el experimento... los explosivos... la inoculación...? A veces pienso que lo suplicaste como con la intención suicida de quien quiere que lo enjuicien, pues no me sorprendería que al final de cuentas trataras de sabotearlo todo.

El hecho es que la noche de la inoculación, ciclado en mis propias conclusiones, desatendí por completo el camino.

La noche de la inoculación. Pasa al texto 63.

Mis propias conclusiones. Pasa al texto 44.

Pasó que tenía que pasar. Pasa al texto 9.

Prométeme que jamás escribirás estoWhere stories live. Discover now