Lo que en la noche parece normal, para la mañana habrá sido una locura.
Aún ni atinaba la primera palabra del texto cuando sentía ya a la enorme bola de acero atravesar la pared y derribarme del escritorio. Se me habían acabado las horas frente a la hoja en blanco tratando de entender qué carajos hacer para evitar el desastre.
Arrastrándome entre los escombros, llegué a la conclusión que nos regimos por reglas raras, llenas de contradicciones y por encima de todas las posibilidades.
Queremos tener trabajo y ser exitosos, pero queremos la libertad de poder hacer lo que nos plazca. Pretendemos formar un hogar, pero no queremos atarnos a nada. Deseamos que no nos dejen nada a la imaginación y nos seduzcan con ello, pero a su vez quisiéramos que se reserven sólo para nosotros.
Queremos escribir pero sin usar las palabras, porque entendemos que, más que sean peligrosas y se queden para siempre, elegir una supone dejar de lado a las demás; por lo que un "te quiero" excluye a un "te amo", dejando de por medio a un océano de especulación capaz de desencadenar un sobrepeso cerebral que podría dejarnos helados por el resto de nuestras vidas.
Perseguimos pertenecer a algo que no sabemos qué es. Buscamos sin tener idea alguna de qué es lo que ambicionamos encontrar. Somos incrédulos pero estamos pendientes de todo lo que acontece en las redes de comunicación.
Entonces, siguiendo ese mismo tren de pensamiento, escribí una entrada en un foro de internet, que deja a sus columnistas publicar lo que ellos quieran, sobre el hallazgo de un diario donde se narra de manera convincente que su autor ha escondido unos maletines con fajos de billetes de cien dólares pertenecientes a una gigantesca deuda entre grandes empresarios. De tal suerte que hasta no dar con esos sesenta y siete billones de dólares, suspenderán la demolición.
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A veces la vida, como la ingeniería, se trata de tomar decisiones sin tener toda la información necesaria para asegurar que los caminos que se tomen sean los mejores. Entonces los mejor que podría pasarnos es entender que vamos a equivocarnos bastante, pero que, sin importar las heridas que se tengan, se puede empezar una y otra vez.
Nos regimos por reglas raras. Pasa al texto 49.
Sin importar las heridas, se puede empezar una y otra vez. Pasa al texto 36.
A veces lo normal se convierte en locura y viceversa. Pasa al texto 40.
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Prométeme que jamás escribirás esto
Short StorySINOPSIS ¿Por qué un collage de microficciones? Por la misma razón que pasan demasiado tiempo las puertas de los refrigeradores abiertas: todos buscamos respuestas, pero quizá no las encontramos por la misma razón que un ladrón no encuentra a un pol...