Decir que todos los extremos son malos es de por sí una postura extrema.
Tan necios como hasta para caminar sobre el agua, salen de preferencia a algún recóndito lugar del planeta, a ejecutar, a toda costa, su delirante sueño empresarial.
Abusando de la hospitalidad de los nativos, disponen, para su buen acomodo, de sus escasos pero al parecer suficientes medios de supervivencia. Logrando, acabado con todo tipo de distracciones banales y acaso también carnales, arrancar la primera línea de proceso, cuya novedosa pero disfuncional tecnología, ha cautivado a los locales; ya que les han prometido que ésta traerá abundante prosperidad a sus tierras.
Sin embargo a medio ritual inaugural, no es de extrañarse que por la curiosidad o euforia de los naturales, ya sea mediante algún objeto punzante que perfore el inflable o de cualquier otro malentendido, se acabe por derrumbar la forastera fábrica.
Entonces los naturales, arrepentidos de ver los tristes rostros de los seudo-emprendedores, reconstruyen y optimizan sus antes inoperantes plantas industriales a toda prisa y con tanto fervor que las riquezas de sus empleadores, consolidadas en algún banco extranjero del cual jamás percibirán ni un solo centavo, se multiplicaron como las llamas por el bosque.
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Al escapar por el escusado de la celda de máxima seguridad, dando trombos por la tubería del drenaje, esperaba encontrar un mundo bastante pútrido y mucho menos placentero, pero al parecer el mundo debajo de las alcantarillas no es como me lo imaginaba.
Al encontrar ahí abajo un montón de personas que, supongo ocultando o escapándose, habían desaparecido casi instantáneamente de la faz de la tierra, comprendí que inconvenientemente operamos bajo estructuras mentales; acuñamos conceptos y asociamos ideas a partir de las cuales, erróneamente, definimos y catalogamos absolutamente todo.
Apreciando que los habitantes del subsuelo gozaban de casi todas las comodidades que se pudiesen llegar a disfrutar del mundo exterior, aferrado a los paradigmas detrás de mi noción grotesca de las cloacas, repasaba los conceptos que sostenían tan inamovible idea.
Aunque no di crédito a nada de lo que entonces sucedió, ya de vuelta en la superficie, miré como unos gases emergían de una alcantarilla e inevitablemente se me vino a la mente que, —seguro ya descorcharon otra botella de champagne.—
Lo que pasa por ejecutar a toda costa nuestros delirantes sueños. Pasa al texto 14.
De la insolvencia sentimental entre nosotros, el caos se esparcía como las llamas por el bosque. Pasa al texto 57.
Lo dañino de funcionar en base a estructuras mentales. Pasa al texto 54.
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Prométeme que jamás escribirás esto
Short StorySINOPSIS ¿Por qué un collage de microficciones? Por la misma razón que pasan demasiado tiempo las puertas de los refrigeradores abiertas: todos buscamos respuestas, pero quizá no las encontramos por la misma razón que un ladrón no encuentra a un pol...