58 EL PLAN MAESTRO

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Cautivo y bajo vigila, deslizó de debajo de la manga un pequeño trozo de papel y recitando los versos en el inscritos, estalló en confeti y empezó a tornárseles la piel rosada a sus captores hasta acabar convertidos en enormes conejitos rosados.

De pronto, desde la crisis económica mundial hasta los supuestos brotes de enfermedades virales provenientes de murciélagos (o murciégalos como se debieran aún llamar estos animales) se convirtieron en las menores de las preocupaciones de la gente.

El mundo entero se detuvo cuando un viernes cualquiera, a las seis dieciséis de la tarde, empezaron a reventarse las baterías y fuentes de alimentación de los celulares, computadoras, televisores e incluso de los radios. Entonces, tras su estruendoso estallido, apartados del alcance humano, se inflaban de sí, cuan globos, sus cubiertas plásticas. Aún ni daban las seis diecisiete de la tarde, cuando el cielo se encontraba ya tapizado de una infinidad de electrónicos estropeados.

De alguna forma dieron con el ingeniero, quien no se esforzó en disimular su participación y liderazgo en actividades subversivas, desde el supuesto transporte de explosivos en un avión comercial hasta el atentado suicida contra un objetivo político en plena reunión extraordinaria, a cual según atenderían los líderes capaces de rescatar la decadente condición global; todos ellos un fraude.

Todo tenía pinta de simulacro, como si después de toda una vida de sacrificio, incalculables horas de estudio e investigaciones y extenuantes misiones, el objetivo último del ingeniero fuera que lo capturaran y así se desechara por completo su obra.

Alarmados por su creciente red de seguidores, se interesaron en dar con la raíz de su disidente ideología, a la cual como si fuera parte del guión, el ingeniero les resolvió que todo había comenzado un buen día en que se le ocurrió tomar una hoja en blanco y empezar a escribir aquello que le habían susurrado al oído que jamás escribiera.

Indignadas las autoridades por su respuesta, pronto emitieron el comunicado oficial, que dadas las condiciones tuvo que viajar de boca en boca, donde se exhortaba a todos, incluidos civiles, a asaltar todas las bibliotecas en busca de tan inadmisible texto, donde debía ocultarse la clave para desmantelar el plan maestro del ingeniero.

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Espero jamás olvidar cuando me susurraste al oído: —No te preocupes, ya se te ocurrirá algo. Pero prométeme que jamás escribirás esto.—

Por más ridículo que todo haya sido, tras esfumarte en confeti, tontamente me hice la idea de estarme convirtiendo en uno más de ellos: rosado, deshumanizado e incapaz de amar de verdad a nadie; creía estar bajo el influjo de un maldito encantamiento.

Espero jamás olvidarte, porque después de todo, entendí que los cuentos de hadas son más que reales, no porque en ellos se demuestre que los encantamientos existan, sino más bien porque nos enseñan que éstos se pueden vencer. Y quién no se jacta de estar de alguna forma encantado, aunque al fin cuando el maleficio rompamos, entendemos que el encantamiento jamás existió.

El encantamiento que jamás existió. Pasa al texto 48.

Ya se te ocurrirá algo. Pasa al texto 35.

Esperojamás olvidarte. Pasa al texto 23.

Prométeme que jamás escribirás estoWhere stories live. Discover now