23 EL GRAN PLAN DE PENÉLOPE

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Así como lo ves, maltrecho y raído, al menos este avión no se ha estrellado.

Aunque duela, todas las cosas se acaban; estemos preparados o no. Como Penélope y su manta, vamos tejiendo nuestra vida. A veces destejiendo hilos que hemos maltratado; deshilachándolos, deslavándolos o hasta rompiéndolos. A veces deshilando de los que su carrete se ha agotado o aquellos que ya no entran en temporada.

Lo que parece dificultársenos es entender que los hilos no son infinitos y que de nada sirve tratar de engañarse tejiendo y destejiéndolos para que formen siempre parte de nosotros; pues este sobreuso, tarde que temprano, echará a perder el estambre entero.

Es cierto que al retirarle alguno de sus hilos, nuestra manta podrá estar incompleta o inestable. Pero la manta está y no se habrá desperdiciado; pues todo de vez en cuando ocupa mantenimiento.

Así que lo mejor que nos podría pasar es que destejiéramos aquel hilo que por azahares se ha maltrecho. Quizá a la espera de que en algún otro tiempo, el resto de su estambre vuelva en temporada, sea desmanchado o que ya haya sido eliminada aquella parte deshilachada. Solo entonces, podríamos tal vez pensar en volver a tejer con ella.

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En los textos, como en los romances, jamás es bueno quedarse enfrascado en uno sólo. Porque de ser así, se corre el riesgo de estar reescribiendo una y otra vez la misma historia buscando el desenlace ideal para siempre; tal y como un romántico es capaz de quedarse eternamente enamorado de un amante idealizada y pasar la vida entera en vano tratando de encontrarla.

Todas las cosas se acaban. Pasa al texto 25.

Una amante idealizada. Pasa al texto 48.

El riesgo de quedar atrapado para siempre. Pasa al texto 58.

Prométeme que jamás escribirás estoWhere stories live. Discover now