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Hay sentimientos que nunca desaparecen, un ejemplo: los que tengo por ti

Desde que Fred le pidió a Kendall ir al baile, no habían parado de estar juntos.

No se veían todos los días, ni pasaban horas hablando, pero las veces que lo hacían no resultaban incómodas, ni forzadas.

Pero Kendall sabía que él tramaba algo. Ella era la reina de la desconfianza, no podían esperar menos de ellos.

Por eso, no se lanzaba por completo, por esa misma razón no sacaba a relucir su personalidad al todo.

Fred quería algo.

Nunca en su vida hubiese pensado que Fred Weasley podía hablar algo más que no tratara de sexo, o fiestas, pero vaya que si la había sorprendido.

—Y finalmente ¿Que harás para navidad?—le preguntó él.

Estaban caminando por los pasillos de Hogwarts. Fred a veces caminaba mucho mas rápido que ella, y tenia que esperar a que lo alcanzara.

—Probablemente en casa de Lily o Hugo—se encogió de hombros.

Ir a casa de sus padres no le resultaba nada tentador. Sus padres despreciaban que ella fuese una bruja, y cada vez que la tenían en frente la miraban como si fuese un error, así que mientras menos tiempo pasara con ellos, mucho mejor.

— ¿No extrañas tu casa?

Ella negó.

—Solo extraño mi cuarto. La tranquilidad de estar sola...

Fred frunció el ceño.

—Pensé que pasarías las fiestas con tu familia—dijo Fred.

Él sabía que las cosas entre sus padres y ella, estaba un poco mal, pero no pensaba que el asunto fuese tan grave.

—Mis padres...se la pasan viajando. No toman vacaciones, ni siquiera en navidad.

Mintió. Sus padres si tomaban vacaciones, solo que no querían a una bruja en casa.

—Eso... está tan mal—dijo Fred, con un poco de pena. Cuando se dio cuenta de que el ambiente estaba tenso, volvió a hablar—siempre que quieres, también puedes quedarte en mi casa.

Kendall soltó una carcajada.

—Ya te dije que no pienso acostarme contigo—repitió—además... ¿Qué estas tramando?

Fred rio, nervioso.

—Vale, me atrapaste. Planeaba algo, pero ya no—se limitó a responder—pero no voy a decirte qué.

—Igual lo descubriré.

—Si tú lo dices...

Fred se encogió de hombros.

—Me caes bien, Fred—dijo ella.

—Y tú a mi.

Ella le sonrió. ¿Entonces solo era eso? El estaba acostumbrado a relaciones tóxicas, eso no podía ser todo.

Si no dolía, no servía.

La dos se quedaron hablando por un rato más, hasta que Kendall le dijo que tenía que irse. Él no se quejó, y se dirigió al comedor.

Pero en su camino, la vio. A Jade no le bastaba con invadir sus pensamientos, sino que también se le aparecía por todas partes.

Él no quería hablarle, pero antes de darse cuenta ya la estaba llamando.

Los secretos de la tercera generación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora