t r e i n t a y n u e v e

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Regresar a la casa después de un mes y vaya que si que me fue algo complicado y también para mis hijos, que ya estaban acostumbrados a ver a su padre cada mañana y que en la noche los fuera arropar.

—Rory, duerme ya, cariño —acaricié su cabeza—, papá no vendrá hoy —ella hizo un puchero triste.

Estuve una hora con ella hasta que se durmió y eso solo era el primer día. Con Felix fue más fácil y agradecí eso, estaba tan cansada que lo único que quería era dormir.

Cuando llegue a la habitación, Tom me sonrió y yo a él, sin perder el tiempo me tire a la cama, donde el me abrazó y me dio un beso.

—Te extrañé tanto —sonrió y me dio un beso en el cuello—. Todo de ti, a decir verdad.

Sonreí, pero mi sonrisa desapareció cuando Tom se puso arriba de mí y me empezó a besar el cuello y subía lentamente mi blusa. Estaba cansada para querer tener sexo, pero no lo podía detener, la culpa de estar sin él por un mes me estaba comiendo.

Así que sin más, también empecé a besarlo y darle caricias, quitándonos la ropa lo más rápido posible, entre más rápido acabe esto, mejor para mí.

Cuando dieron la una de la mañana, seguía despierta, desnuda y tapada por una cobija, mirando el techo.

Tom dormí placentero, con una mano en mi cintura y su respiración me daba en el cuello. Suspire frustrada y me levante de la cama. Me puse mi ropa interior, una camisa y sali al balcón.

¿Es serio quería está vida?

***

Toque la puerta con un poco de desesperación, podía haber abierto yo, pero no, quería que él lo hiciera. Sonreí cuando lo oí maldecir porque lo desperté a las dos de la mañana y se desconcertó cuando abrió la puerta.

—¿Ocurre algo? —preguntó preocupado.

Nos miramos unos segundos más y me lance a él a besarlo, besarlo como nunca. Roger se sorprendió por ese acto por algunos segundos, pero no tardo en responder, cerrar la puerta y empezar a conducir aun besándonos a la sala.

Me empezó a quitar el abrigó mientras yo su playera. Lo contemplé unos segundos y volví a besarlo. Hizo que saltara, enrollando mis piernas en su cadera, haciendo que nuestra cercanía fuera aún más. Y vaya que lo fue, porque cuando se sentó en el sillón y yo arriba de él, ambos soltamos unos gemido de placer. Me quito rápido la blusa y luego nos miramos a los ojos.

—¿Estas segura? —preguntó, aunque sabía que él quería más y yo también.

—Como nunca en mi vida.

Sonrió y volvió a besarme. Mierda, me encanta como lo hacía. Las ropas se fueron perdiendo por toda la sala y no nos importo hacer el ruido que hiciéramos.

El sillón era cómodo, pero la alfombra de la sala, toda comoda nos excito aún más. Así que lo chicimos ahí. Cada embestida que me daba era una oleada de placer que me encantaba, que no podía dejar de sentir.

—Te amo —me susurraba con cada embestida.

—Yo también te amo, Roger —me sonrió y volvió a besar mientras sentía que el orgasmo llegaría ya.

Cerre los ojos queriendo sentir el placer, el cuál no llegaba y al abrirlo para ver que sucedía, la luz del sol me dio en la cara, cegandome unos segundos.

These Are The Days Our Live - Roger Taylor & TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora