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Era de noche, y Alex caminaba sin rumbo, sin poder quitarse de la cabeza la discusión que había tenido con su tía. La lluvia comenzó a caer, con pequeñas gotas golpeando su rostro. Pensó en regresar a casa, pedir disculpas; su tía no tenía la culpa de nada. Desde la muerte de sus padres, ella había sido la única dispuesta a cuidarlo como si fuera su propio hijo, y él le estaba agradecido. No sabía qué haría sin ella.

Pero en el momento en que decidió dar la vuelta y dirigirse a su hogar, un escalofrío recorrió su espalda. Podía escuchar pasos tras de sí, suaves pero constantes, como si alguien lo estuviera siguiendo. El temor se apoderó de él, y al darse la vuelta, logró distinguir una figura oscura acercándose. De pronto, un susurro le heló la sangre:

-Al fin te encontré... serás mío para siempre.

El miedo lo paralizó. Quiso correr, pero sus piernas no respondían. Sentía que el suelo se deslizaba bajo sus pies, hasta que, finalmente, su instinto de supervivencia tomó el control. Echó a correr, tropezando, cayendo, pero se levantaba una y otra vez, impulsado por el puro terror de lo desconocido.

No fue suficiente. El hombre lo alcanzó, y con un golpe seco en la cabeza, todo se desvaneció para Alex. Cayó al suelo, mientras su agresor lo observaba con una fría satisfacción.

-Ahora eres mío y de nadie más...

[...]

Sebastián caminaba con paso firme, su mente ocupada con pensamientos oscuros y retorcidos sobre el amor de su vida, el cual estaba a punto de hacer suyo. Pensó en los errores que había cometido anteriormente, confundiendo a otras personas con su verdadero objetivo, y en cómo había acabado con esas vidas sin remordimientos.

Alex había sido su obsesión desde que lo vio por primera vez. Cuando heredó una fortuna considerable y eliminó a quienes consideraba "estorbos", se dedicó a buscarlo con esmero. Y hoy, después de años de búsqueda, al fin lo había encontrado. La emoción de ese logro casi lo hacía olvidar la decepción de saber que el accidente que mató a la familia de Alex también le había hecho perder la memoria.

-Mi preciosa luz... -murmuró con excitación mientras lo seguía a distancia.

Sebastián notó cuando Alex comenzó a voltear la cabeza, probablemente consciente de su presencia. Al ver el pánico en los ojos del joven, aceleró el paso, disfrutando del miedo que había logrado inducirle. Cuando Alex intentó huir, Sebastián, con su mayor ventaja física, lo alcanzó fácilmente.

Con un golpe certero, derribó a Alex, quien apenas logró emitir un grito antes de que la oscuridad lo envolviera por completo.

-Ahora eres mío y de nadie más.

Aunque lo tenía en su poder, Sebastián no se permitió disfrutar del momento. Aún quedaba mucho por hacer. Primero, debía asegurarse de que nadie sospechara de su implicación en la desaparición de Alex. Ordenaría a su gente borrar cualquier rastro de las cámaras de seguridad, tomar las pertenencias de Alex de su casa, y hacer que pareciera que había huido por su propia voluntad.

Con Alex inconsciente, lo llevó hasta su automóvil y se dirigió a la casa que había preparado especialmente para ellos. Una casa donde formarían la "familia" que siempre había soñado.

Una vez allí, Sebastián lo cargó con cuidado, intentando no despertarlo. Lo acostó en una habitación especialmente preparada y le colocó un collar de seguridad que le daría descargas eléctricas si intentaba escapar. Luego, pasó unos minutos observándolo, admirando la belleza de aquel joven que ahora le pertenecía por completo.

Decidió que Alex tendría hambre cuando despertara, así que fue a la cocina a preparar algo de comida. Mientras lo hacía, pensaba en lo que les deparaba el futuro juntos.

Alex comenzó a despertarse, aún aturdido por el golpe. Su mente era un torbellino de preguntas y confusión. "¿Dónde estoy? ¿Quién era ese tipo?". Trató de ponerse de pie, pero sus piernas no respondían. En su intento, derribó una lámpara, que se estrelló contra el suelo en mil pedazos.

El estruendo alertó a Sebastián, quien subió rápidamente las escaleras. Al abrir la puerta, encontró a Alex en el suelo, con pequeños cortes en las manos por la caída.

-Amor, te has hecho daño... déjame ayudarte. -Sebastián se acercó a Alex, pero este retrocedió aterrorizado.

-¿Qui-quién eres? ¿Qué hago aquí? -La voz de Alex temblaba de miedo y confusión.

-Soy Sebastián, mi ángel. Desde ahora, vivirás conmigo. Tendrás todo lo que desees, solo necesitas quedarte a mi lado.

-¡No! Yo... que...

Antes de que Alex pudiera terminar su frase, Sebastián lo tomó por sorpresa, presionando sus labios contra los de él en un beso brusco y desesperado. Alex intentó apartarse, pero Sebastián era mucho más fuerte. Finalmente, se separaron, ambos jadeando.

-¡Detente! -gritó Alex con las pocas fuerzas que le quedaban. Pero el miedo lo paralizó cuando vio la furia en los ojos de Sebastián.

-¡Maldita sea! -Sebastián perdió el control. No quería hacerle daño, pero Alex tenía que aprender-. ¡Quería ser gentil contigo, pero veo que no es una opción!

Con brutalidad, lo tiró a la cama y comenzó a despojarlo de la poca ropa que le quedaba.

-Por favor, detente -suplicó Alex, sintiendo el terror apoderarse de cada fibra de su ser. Las manos de Sebastián lo tocaban con posesividad, y su mente gritaba por el horror de lo que sabía que venía.

-¿Te gusta, no es cierto? -susurró Sebastián, mientras continuaba invadiendo el cuerpo de Alex-. Eres mío, solo mío.

Alex cerró los ojos, esperando que todo terminara, pero el dolor era insoportable. Sus lágrimas caían sin cesar mientras Sebastián continuaba, indiferente a su sufrimiento.

-¡No! -susurró Alex, pero su voz fue ahogada por un grito de dolor cuando Sebastián lo penetró con una violencia que lo desgarró por dentro. El dolor era como fuego, quemando, desgarrando, y todo lo que Alex podía hacer era llorar y rezar para que terminara pronto.

Sebastián, en su furia y deseo, no se detuvo hasta que el cuerpo de Alex finalmente se rindió, desmayándose por el dolor y la desesperación.

-Fui un poco duro, pero aprenderás a no desafiarme -dijo Sebastián, su voz llena de una extraña mezcla de satisfacción y ternura. Depositó un suave beso en la frente de Alex, pero sabía que esto no era el final. Todavía había mucho que hacer para asegurar que Alex entendiera su lugar.

Y con esa promesa, dejó a su ángel roto en la cama, inconsciente, mientras salía de la habitación con un oscuro propósito en su mente.

Secuestro M- pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora