Capítulo 28: El Regreso del Hijo Perdido
Max se bajó del coche negro que lo había traído hasta la enorme mansión de su familia, un edificio imponente que se alzaba con orgullo en medio de la niebla de la mañana. Los recuerdos de su infancia lo asaltaron con fuerza: el lujo, la frialdad, la opulencia que nunca lograba ocultar el vacío. Había jurado que nunca volvería, que su vida seguiría lejos de todo lo que representaba esa casa y de lo que significaba ser parte de los Evans. Sin embargo, ahí estaba, de pie frente a la puerta principal, sintiendo el peso del pasado sobre sus hombros.
Golpeó la puerta con firmeza, y un sirviente de edad avanzada le abrió, su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y cautela. Nadie esperaba verlo, y mucho menos regresar con esa determinación. Max no dijo nada, solo entró, sus pasos resonando en el piso de mármol como un eco de decisiones que no tenían vuelta atrás.
—Señorito Max… —comenzó el sirviente, pero Max levantó una mano, indicando que no quería explicaciones ni cortesías innecesarias.
—¿Está mi padre? —preguntó con una voz que no admitía dudas. El sirviente asintió rápidamente, haciéndose a un lado para dejarlo pasar. Max caminó con paso seguro por los pasillos que conocía demasiado bien, cada cuadro y cada estatua parecían mirarlo, juzgándolo por haber regresado a un lugar que alguna vez rechazó con todas sus fuerzas.
Al entrar en el despacho de su padre, lo encontró sentado en su imponente escritorio, rodeado de papeles y con un cigarro en la mano. Su padre, un hombre que había vivido su vida a través del poder y la traición, lo miró con una mezcla de sorpresa y burla en sus ojos fríos.
—Max —dijo su padre, apagando el cigarro con un movimiento lento y deliberado—. Jamás pensé que te volvería a ver aquí. ¿A qué debo este… inesperado regreso?
Max cruzó los brazos y lo miró fijamente, sin mostrar emoción alguna. Era como si el tiempo y la distancia hubieran construido una barrera invisible entre ellos, una que Max estaba decidido a romper, aunque fuera con un golpe certero y definitivo.
—No es asunto tuyo —respondió Max, su voz tan afilada como una navaja—. Pero esta vez vengo a reclamar mi lugar. Estoy listo para lo que sea necesario.
El padre de Max arqueó una ceja, impresionado, aunque no lo demostró del todo. Soltó una carcajada baja, cargada de desdén, mientras se recostaba en su silla de cuero.
—¿Tu lugar? —repitió con incredulidad, como si no creyera lo que oía—. ¿Qué te hace pensar que puedes simplemente regresar y reclamar lo que rechazaste hace años? Pensé que eras demasiado blando para este mundo, Max. Toda tu vida has sido un debilucho. Un inútil que no quiso mancharse las manos.
Max apretó los puños, pero no bajó la mirada. Había pasado demasiado tiempo huyendo, evitando enfrentarse a las sombras de su propio linaje. Había temido perderse a sí mismo en el pozo sin fondo que era su familia, pero ahora tenía una razón, un propósito que iba más allá de su propio miedo.
—Eso era antes —contestó Max con dureza—. Me aparté porque temía ser como tú, porque no quería terminar matando a alguien solo por seguir tus órdenes. Pero ahora… ahora entiendo que hay cosas que vale la pena hacer, incluso si eso significa ensuciarse las manos. Hay alguien… —Max dudó un segundo, sus palabras cargadas de una emoción que su padre rara vez había visto en él—. Hay alguien que necesita ser protegido. Alguien que merece algo mejor de lo que le ha tocado, y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para asegurarme de que esté a salvo.
Su padre lo miró en silencio, evaluando cada palabra, cada gesto de Max. Había una nueva fuerza en él, una determinación que lo hacía parecer casi irreconocible. La burla en los ojos del viejo hombre se disipó, reemplazada por una chispa de genuino interés.
—Vaya, vaya —dijo finalmente, dejando escapar un suspiro de aprobación—. Parece que no eres tan débil como pensé. Me alegra ver que tienes agallas, Max. Estaba a punto de mandarte a buscar para matarte si no volvías. Tu desaparición fue una deshonra para esta familia, pero ahora… —hizo una pausa, mirándolo fijamente—. Ahora veo que tal vez haya esperanza para ti después de todo.
Max apretó la mandíbula. Las palabras de su padre, aunque revestidas de falsa calidez, eran una confirmación de todo lo que había tratado de evitar. Y, sin embargo, en ese momento, no sintió miedo. Su propósito era claro, y nada de lo que su padre dijera podría cambiar eso.
—No he venido aquí para ser tu marioneta —advirtió Max, su tono firme y decidido—. Solo quiero una cosa: los recursos y el poder para hacer lo que necesito. Y después de eso, tú y yo nos vamos a olvidar mutuamente, como si nada de esto hubiera pasado.
El padre de Max asintió lentamente, una sonrisa torcida dibujándose en su rostro.
—De acuerdo, Max. Juega tus cartas —dijo con un tono que era casi de admiración—. Pero recuerda, en este juego no hay segundas oportunidades. Asegúrate de saber exactamente lo que haces, porque en este mundo, una sola jugada en falso puede costarte todo.
Max no respondió, solo lo miró fijamente, con una mezcla de desafío y resolución. Había pasado años huyendo de su destino, pero ahora estaba listo para enfrentarlo. No por su padre, ni por el legado que tanto despreciaba, sino por algo más grande, algo que valía más que cualquier riqueza o poder.
Salió del despacho sin mirar atrás, sus pensamientos ya lejos de esa mansión y enfocados en lo que vendría. "Lo haré por él", pensó, y una nueva chispa de determinación encendió su mirada. Alex necesitaba a alguien que luchara por él, y Max estaba dispuesto a ser esa persona, sin importar el costo.
Al subir al coche que lo llevaría de vuelta, Max observó la mansión de su infancia una última vez. Sabía que su regreso marcaría el comienzo de algo peligroso, algo que lo empujaría al límite de lo que estaba dispuesto a hacer. Pero por primera vez en su vida, Max no tenía miedo. Había encontrado un propósito, y eso lo hacía más fuerte que cualquier amenaza que su padre pudiera lanzar.
El coche arrancó, alejándolo de su pasado y llevándolo hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades. Max se recostó en el asiento, cerrando los ojos mientras el motor rugía. No sabía exactamente cómo, pero estaba seguro de que encontraría la manera de salvar a Alex, de protegerlo del monstruo que lo tenía atrapado. Porque por primera vez, Max estaba dispuesto a arriesgarlo todo por alguien más.
El regreso a su antiguo mundo no sería fácil, pero Max ya no era el mismo hombre que había huido años atrás. Ahora tenía una razón para luchar, y eso era lo único que necesitaba para enfrentar cualquier obstáculo.
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Secuestro M- preg
Fanfiction-Mi dulce Angel-Mencionó mientras acariciaba su suave pecho -P-por favor d-dejame volver- las lágrimas bajaban por su mejilla amoratada de tantos golpes -Esta vez solo me importas tu, ni el bebé, ni ese traidor te alejaran de mi lado