33

640 32 1
                                    

Capítulo 33: La Jaula de Oro

Alex estaba sentado en la habitación, mirando la ventana que daba al jardín. Afuera, las hojas se movían con la brisa, y los pájaros cantaban despreocupados. Para muchos, sería una imagen de tranquilidad, pero para Alex, la vista era solo un recordatorio de su confinamiento. La opulencia de la mansión, con sus altos techos y decoraciones elegantes, no lograba ocultar la sensación de cárcel que lo asfixiaba cada día. Sebastián había construido su propio reino, y Alex era el prisionero más valioso de su imperio.

Esa mañana, Sebastián lo había llamado a su estudio con un tono que indicaba algo importante. Alex sabía que cualquier reunión con Sebastián significaba un nuevo desafío, una nueva orden que debía seguir sin rechistar. Pero esta vez, la conversación tomó un rumbo inesperado.

—Alex, necesito hablar contigo de algo serio —dijo Sebastián, sentado tras su escritorio, sus ojos fijos en Alex con una intensidad que lo hacía sentir desnudo, expuesto.

Alex se mantuvo de pie, las manos temblorosas ocultas en los bolsillos de su chaqueta. La mirada de Sebastián era un peso que lo aplastaba, y por un momento, Alex se preguntó si ya sabía algo de su conexión con Max. Pero al ver la sonrisa calculada de Sebastián, entendió que su preocupación iba por otro camino.

—Voy a ser directo —continuó Sebastián, sin rodeos—. He estado pensando en nuestro futuro, en el futuro de Ian y en cómo podemos estabilizar nuestra situación de una vez por todas. Quiero que nos casemos, Alex. Legalmente.

El mundo de Alex se tambaleó con esas palabras. Casarse con Sebastián era algo que había temido desde el primer momento en que fue llevado a esa casa. Era más que un simple papel; era una declaración al mundo de su derrota, una atadura permanente a un hombre que lo había destruido y vuelto a moldear a su antojo. Alex sintió que el aire le faltaba, su respiración se volvió pesada mientras trataba de asimilar la noticia.

—¿Casarnos? —preguntó Alex, su voz quebrándose ligeramente. Miró a Sebastián, buscando alguna señal de broma, una ironía oculta, pero solo encontró seriedad en sus ojos—. No… no puedes estar hablando en serio.

—Claro que hablo en serio —dijo Sebastián, levantándose lentamente y caminando hacia Alex—. Esto es lo mejor para Ian. Para nosotros. Quiero que el mundo te vea por lo que eres: mi esposo y la madre de mi hijo.

Alex dio un paso atrás, su mente luchando por procesar las palabras de Sebastián. Podía ver las implicaciones: una boda pública, una vida constantemente observada por los socios y contactos de Sebastián, y lo peor, la idea de ser eternamente vinculado a él.

—Sebastián, esto no está bien. Yo no quiero casarme contigo. No después de todo lo que…

Antes de que pudiera terminar, Sebastián lo tomó del brazo con fuerza, apretando con una intensidad que le arrancó un jadeo de dolor.

—No te estoy pidiendo permiso, Alex —dijo Sebastián, su tono cambiando de severo a amenazante en un segundo—. Esta es una decisión que ya he tomado. Y te guste o no, lo vas a aceptar. Ian necesita estabilidad, y quiero que crezca sabiendo que sus padres están unidos, que no hay dudas ni ambigüedades.

Alex intentó soltarse, pero el agarre de Sebastián solo se hizo más fuerte, sus dedos clavándose en su piel. Sentía cómo la rabia se acumulaba dentro de él, pero también el miedo. Ese miedo paralizante que Sebastián sabía exactamente cómo explotar.

—¡No quiero esto! —exclamó Alex, su voz elevándose un poco más de lo que pretendía. Sabía que estaba caminando por la cuerda floja, pero las palabras salían antes de que pudiera controlarlas—. ¡No quiero casarme contigo! ¡Esto no es para Ian, es para ti!

Secuestro M- pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora