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Después de la visita de Max, Alex se sentía un poco aliviado. Aunque la interacción había sido breve, había algo en la manera en la que Max lo miraba que lo hizo pensar que tal vez, solo tal vez, no lo odiaba tanto como pensaba. Aquel sentimiento de alivio era raro, casi ajeno, pero se aferró a él, tratando de recordar cómo era sentirse un poco más humano, un poco más libre, aunque fuera solo por un instante.

Max se había ido hace apenas unos minutos, cuando Sebastián bajo de su despacho y Alex estaba en la cocina entreteniendo sus manos, limpiando la pequeña encimera mientras Ian descansaba en su cuna, gorgojeando suavemente. Por un momento, Alex pensó en las pequeñas mejoras que había hecho en su entorno: los rosales que había plantado en el jardín, los pequeños toques de normalidad que intentaba recuperar. Todo se desmoronó en el instante en que escuchó la puerta principal cerrarse con fuerza y los pasos pesados de Sebastián dirigiéndose hacia él.

—¡Alex! —gritó Sebastián desde el pasillo, su voz resonando con una furia que no había oído en mucho tiempo. Alex se tensó de inmediato, dejando caer el trapo con el que limpiaba. Su corazón comenzó a latir con fuerza, y se giró lentamente, enfrentándose a Sebastián, quien sostenía un folleto arrugado en la mano.

—Sebastián, ¿qué pasa? —preguntó Alex, intentando mantener la calma, pero su voz ya temblaba.

Sebastián arrojó el folleto sobre la mesa. Alex lo miró con nerviosismo, y cuando finalmente se atrevió a levantar la vista, vio su propia imagen en el papel. Era una búsqueda. Lo estaban buscando. "Se busca: Alex", decía el folleto. Era un mensaje de alguien que aún lo quería, que no había olvidado.

—¿Tienes idea de lo que significa esto? —bramó Sebastián, su rostro enrojecido por la rabia mientras se acercaba a Alex, invadiendo su espacio personal—. ¡Están buscándote, Alex! ¿Cómo diablos se filtró esto? ¡¿Saliste de la casa?!

Alex retrocedió, tropezando con el borde de la mesa mientras intentaba procesar lo que veía. Sus pensamientos eran un caos, llenos de recuerdos entremezclados de su tía, su familia, y la última vez que los vio. Había huido de casa después de aquella pelea tonta con su tía, y nunca imaginó que esa sería la última vez que los vería. Ahora, verla a ella en su memoria, buscándolo, lo golpeaba con una mezcla de esperanza y miedo.

—No... no he salido, te lo juro. —Las palabras salieron atropelladas de su boca—. No sé cómo pasó. Sebastián, yo no he hecho nada, no he ido a ningún lado. Tú… tú tienes todas las llaves, yo no puedo… ni siquiera sé cómo…

Sebastián lo empujó contra la pared, sujetando su brazo con fuerza. Alex soltó un gemido de dolor mientras intentaba liberarse, pero la presión solo aumentó.

—¡No puedo creerte, Alex! —gritó Sebastián, su rostro a solo centímetros del de Alex, respirando de forma agitada. Alex podía ver la furia y la paranoia brillando en sus ojos—. ¡Siempre hay una forma de traicionarme, verdad? Estás esperando el momento perfecto para huir. ¡Pero no te saldrás con la tuya!

Alex sacudió la cabeza, las lágrimas comenzando a caer por sus mejillas. La desesperación era palpable, y cada vez que intentaba hablar, las palabras se ahogaban en su garganta.

—No quiero huir, Sebastián. No... desde que escapé aquella vez, no he vuelto a ver el exterior. No tengo forma de hacerlo, tú me quitaste todo… —Alex comenzó a respirar con dificultad, los sollozos ahogados se mezclaban con sus palabras—. Por favor, Sebastián… no le he hecho nada, no he salido. ¡No podría! Yo... me quedo aquí, en esta casa. No hay nada afuera para mí.

Sebastián lo observó con una mirada llena de desdén y algo más oscuro, un rencor acumulado que se desbordaba ahora. De repente, su ira no parecía tener límites, y sus manos temblaban de la fuerza con la que apretaba el brazo de Alex. Por un momento, pareció que iba a soltar un golpe, pero en cambio, se contuvo y soltó a Alex bruscamente.

—Ya no sé en qué creer, Alex. —Sebastián escupió las palabras con veneno—. Pero te aseguro algo: no vas a salir de aquí. Desde hoy, no vas a poner un pie fuera de esta habitación. Ni siquiera tendrás acceso al jardín. ¡Estás encerrado! ¿Entendido?

Alex temblaba, sosteniendo su brazo adolorido. Apretó los labios con fuerza, tratando de contener las lágrimas mientras asentía lentamente, incapaz de articular más palabras. El jardín era su único respiro, su pequeño refugio, y ahora también le era arrebatado.

—Eso no es justo… —susurró Alex con la voz rota, sintiendo que cada palabra lo hundía más—. Yo no he hecho nada… ¡no me hagas esto, por favor! —Suplicaba, la angustia llenando sus ojos—. Es el único lugar donde puedo respirar, por favor, Sebastián…

—¡Cállate! —Sebastián lo interrumpió, su voz afilada como una cuchilla—. ¡No me importa! Si te atreves a hacer algo, si te veo intentando algo, te juro que no reconocerás tu propia sombra cuando termine contigo.

Alex bajó la mirada, abrazándose a sí mismo mientras las lágrimas rodaban silenciosamente por su rostro. Ian, quien había estado en su cuna todo este tiempo, comenzó a llorar, como si sintiera la tensión en la habitación. Alex se volvió hacia él, desesperado por calmarlo, acunándolo suavemente mientras sus propios sollozos se unían al llanto del bebé.

En ese momento, mientras intentaba calmar a su hijo, un pensamiento cruzó por la mente de Alex. Había alguien allá afuera, alguien que no lo había olvidado. Alguien que aún lo buscaba. Y, por primera vez en mucho tiempo, un rayo de esperanza atravesó su oscuridad.

"¿Cómo pude haberlo olvidado? Ella era mi tía… ella me está buscando. A alguien le importo," pensó, mientras la realidad se afianzaba en su mente. Era un recordatorio doloroso de lo que había perdido, pero también una chispa de esperanza que no estaba dispuesto a dejar ir.

Sebastián salió de la habitación sin decir más, dejando a Alex solo con su hijo y sus pensamientos, atrapado en una mezcla de miedo y un nuevo sentido de determinación. Aunque la idea de escapar parecía imposible, el hecho de saber que alguien lo buscaba, que a alguien le importaba, le dio una pequeña fuerza para seguir adelante. Podía sentir que había empezado una nueva batalla, y aunque las probabilidades no estaban a su favor, Alex sabía que no estaba completamente solo.

Secuestro M- pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora