Capítulo 35: Baile de Sombras
La música suave del vals comenzó a llenar el salón, envolviendo a los invitados en una atmósfera de romance forzado. Sebastián tomó la mano de Alex con una sonrisa amplia, guiándolo al centro de la pista de baile. Los ojos de todos se posaron en ellos, expectantes. Alex, con el corazón aún agitado por los eventos de la noche, se dejó llevar por los pasos que Sebastián marcaba, aunque sus movimientos eran tensos y torpes. Cada giro y cada paso le recordaban que estaba atrapado en una danza de apariencias, una que no podía permitirse fallar.
Sebastián lo guiaba con firmeza, su mano en la espalda de Alex ejerciendo una presión que decía más de lo que cualquier palabra podría expresar. Alex trató de mantener la compostura, enfocándose en no tropezar mientras sus pensamientos se arremolinaban. La mirada de Sebastián era intensa, orgullosa, como si quisiera demostrar a todos que Alex le pertenecía por completo.
Los aplausos resonaron cuando la música llegó a su fin, y Alex soltó un suspiro aliviado mientras Sebastián lo liberaba lentamente. La pista de baile se llenó con otras parejas, y Sebastián se distrajo momentáneamente al ser abordado por uno de sus socios de negocios, dejando a Alex solo por un breve instante.
Richard, el padre de Max, aprovechó la oportunidad y se acercó a Alex con una sonrisa amable, pero sus ojos destellaban con una curiosidad intensa. Sin pedir permiso, extendió su mano hacia Alex.
—¿Me concede este baile? —preguntó Richard, su tono cortés pero con un trasfondo que hizo que Alex se estremeciera ligeramente.
Alex miró alrededor, esperando ver a Sebastián, pero él seguía conversando al otro lado del salón. Sin muchas opciones y queriendo evitar llamar la atención, Alex asintió y tomó la mano de Richard, permitiéndole llevarlo al centro de la pista. La música cambió a un ritmo más lento, y Richard empezó a guiarlo con una suavidad sorprendente.
—Eres más encantador en persona de lo que imaginaba —comentó Richard mientras sus manos dirigían a Alex con destreza—. No es de extrañar que Sebastián quiera mostrarte a todos. Debo admitir, Alex, tu belleza es... deslumbrante.
Alex se sintió incómodo bajo los elogios, pero mantuvo la sonrisa forzada mientras intentaba seguir el ritmo. La cercanía de Richard y su tono amablemente inquisitivo le causaban una incomodidad que no podía disimular. No confiaba en él, y el hecho de no saber exactamente quién era este hombre solo aumentaba su desasosiego. Sin embargo, algo en la forma en que Richard lo observaba, una mezcla de admiración y cálculo, le hizo entender que esto no era solo un baile.
—Gracias… —respondió Alex con un tono cortés, aunque su voz seguía teñida de nerviosismo—. Es un placer conocer a alguien tan... influyente.
Richard soltó una pequeña risa, pero sus ojos nunca perdieron la seriedad.
—Sebastián y yo no somos exactamente amigos, pero aprecio su audacia de invitarme aquí esta noche —dijo Richard, su tono bajando ligeramente, lo suficiente para que solo Alex pudiera escuchar—. Veo que Sebastián no se anda con juegos cuando se trata de lo que le pertenece.
Las palabras de Richard hicieron que Alex tensara los hombros, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo. Sin embargo, mantuvo su postura y trató de no mostrar el miedo que sentía.
—Parecen muy felices juntos, aunque... debo admitir, no puedo evitar notar tus temblores. Me pregunto si esa felicidad es tan real como la pintan.
Richard giró ligeramente, acercándose un poco más a Alex mientras la música seguía envolviéndolos.
—Sabes, Alex, en este mundo, la belleza es una moneda valiosa, pero puede ser tanto una bendición como una maldición. He visto cómo Sebastián te mira, y sé lo que quiere. Control, poder, una fachada perfecta. —Richard hizo una pausa, observando la reacción de Alex, quien tragó saliva, sus ojos buscando desesperadamente una salida—. Pero dime, ¿qué es lo que tú quieres, Alex? ¿Estás aquí por amor o simplemente porque no tienes elección?
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Secuestro M- preg
Fanfiction-Mi dulce Angel-Mencionó mientras acariciaba su suave pecho -P-por favor d-dejame volver- las lágrimas bajaban por su mejilla amoratada de tantos golpes -Esta vez solo me importas tu, ni el bebé, ni ese traidor te alejaran de mi lado