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Capítulo 30: El Amor Incondicional

El jardín estaba lleno de pequeñas risas, perturbado por el susurro del viento que movía suavemente las hojas de los rosales que Alex había plantado con tanto esmero. El aroma de las flores llenaba el aire, creando un contraste pacífico con el torbellino de emociones que Alex llevaba dentro. Sentado en el césped junto a la cuna de Ian, Alex miraba a su hijo mientras el bebé jugaba con sus manitas y emitía suaves balbuceos.

Acarició los pétalos de uno de los rosales, recordando las tardes que había pasado cuidándolos, tratando de encontrar en ese pequeño rincón del jardín un respiro a la angustia constante que lo rodeaba. Ian, con su risa infantil, era su única fuente de alegría, el único que podía arrancarle una sonrisa genuina, aunque fuera por un breve instante.

—¿Sabes, Ian? —dijo Alex en un susurro, inclinándose sobre la cuna para tocar la mejilla suave de su hijo—. Tú eres hermoso, mi bebé hermoso  —Ian lo miró, y Alex sintió que todo valía la pena, incluso en medio del caos que era su vida.

De repente, escuchó pasos acercándose y su cuerpo se tensó. Sebastián apareció detrás de él, su sombra proyectándose sobre Alex y el bebé. Había algo en su mirada que mezclaba una especie de orgullo retorcido y posesividad que siempre ponía a Alex al límite entre el miedo y la confusión.

—Es bonito verte aquí afuera con él —dijo Sebastián, cruzándose de brazos mientras observaba la escena. Su tono era suave, casi cariñoso, pero había una dureza oculta en sus palabras que no dejaba de transmitir el control que ejercía sobre Alex

Alex asintió, su nerviosismo palpable en la forma en que bajó la mirada. Sentía que cualquier cosa que dijera podía desencadenar una reacción de Sebastián, y siempre caminaba sobre una línea delgada, intentando no cruzarla.

— sí, m-muchas gracias por habernos devuelto el permiso—murmuró Alex, sus palabras entrecortadas y temblorosas. Acarició la manita de Ian con delicadeza, buscando consuelo en el contacto con su hijo.— A-ayer llovía mucho pero ahora es cálido

Sebastián se acercó más, inclinándose para mirar a Ian con una sonrisa torcida.

—Cuando hagamos su cumpleaños será estupendo, ¿no crees? —dijo Sebastián, con una expresión que mezclaba la ternura con un control que hacía sentir a Alex pequeño y atrapado. Luego, lo miró directamente, una mirada que penetraba en la mente de Alex, buscando respuestas en los recovecos de su memoria.

Alex, perdido en ese breve momento de esperanza y contacto con su hijo, dejó que una nostalgia lo invadiera. Intentó recordar algo sobre los cumpleaños, sobre su propia vida antes de todo esto. Se llevó una mano a la cabeza, confundido.

—Creo que he cumplido veintiuno o veintidós… pero ya no lo recuerdo bien —murmuró, y sus palabras se desvanecieron en el aire como si dudara de su propio pasado.

Sebastián lo observó con atención, sus ojos fijos en Alex como si estuviera evaluando cuánto de su control aún permanecía intacto. La mirada intensa de Sebastián solo hizo que Alex se sintiera más pequeño, como si realmente hubiese perdido partes de sí mismo, de su historia, de quién solía ser.

—¿De verdad no lo recuerdas? —preguntó Sebastián, su voz cargada de una mezcla de duda y una ligera satisfacción maliciosa. Alex sintió como si estuviera siendo examinado, su mente puesta a prueba.

Una lágrima silenciosa rodó por la mejilla de Alex, y su cuerpo tembló ligeramente al sentir el peso de esa pérdida.

—Ya no lo sé, Sebastián… lo siento —dijo Alex, su voz quebrándose en un hilo de angustia y resignación.

Sebastián no dijo nada más, simplemente lo observó por un largo momento antes de girarse, dejando a Alex y a Ian nuevamente solos. Alex se quedó mirando a Ian, su única conexión tangible con la realidad que aún le pertenecía, aunque a menudo se sentía tan distante y ajena como el propio Sebastián.

Se volvió hacia Ian y le sonrió, aunque sus ojos brillaban con una tristeza que no podía ocultar.

—Lo hago por ti, mi pequeño —susurró, inclinándose para besar la frente de Ian—. Siempre será por ti.

Ian lo miró, ajeno a la complejidad de los sentimientos de su papá, y Alex sintió que, aunque fuera solo por su hijo, valía la pena soportar cualquier cosa. Se quedó junto a él, acariciando suavemente su cabello, dejando que el sonido de los pájaros y el suave susurro del viento entre los rosales lo envolvieran en un abrazo silencioso. Por unos momentos, el jardín se sintió como un refugio, y Alex se permitió un respiro en medio de su tormento constante.

Horas después, en otra parte de la ciudad...

Max estaba de pie en la lujosa oficina de su padre, rodeado por una opulencia que contrastaba fuertemente con su expresión seria y su apariencia golpeada. Había vuelto a un mundo que había jurado dejar atrás, y lo hacía con una determinación que incluso sorprendió a su padre, quien lo observaba desde el otro lado del escritorio.

—No pensé que te volvería a ver, y mucho menos así —dijo su padre, su tono cargado de una mezcla de sorpresa y aprobación—. Pensé que habías decidido enterrarte en esa vida insignificante que elegiste.

Max lo miró con frialdad, cada golpe en su rostro una prueba de su determinación, no una debilidad.

—No estoy aquí para tus sermones ni para cumplir tus expectativas —dijo Max, su voz firme y sin vacilaciones—. Estoy aquí para reclamar lo que es mío, y no dudaré en hacer lo que sea necesario, incluso si significa ensuciarme las manos.

Su padre se reclinó en su silla, asintiendo lentamente mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.

—Nunca pensé que escucharías la llamada de la sangre —murmuró—. Pero me alegra ver que, después de todo, no eres tan débil como pensaba. Bienvenido de vuelta, Max. Espero que estés listo para lo que viene.

Max no respondió de inmediato. En su mente, las imágenes de Alex e Ian se mezclaban con la determinación que sentía de protegerlos, de ser más de lo que había sido antes.

—Esto no es por ti ni por lo que tú querias que fuera —dijo finalmente, con la mirada fija y resuelta—. Esta vez, es por algo mucho más importante. Y no pienso fallar.

Secuestro M- pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora