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-P-por favor, no lo hagas-. Aquel hombre le doblaba en tamaño, y Alex no podía hacer nada contra él mientras tocaba su pecho con descaro- Libérame, te lo suplico.

-Eres mio cariño. Prometo ser un poco paciente por ti, pero eso no significa que podrás aprovecharte de ello-dijo, posando sus labios sobre los del chico.

-N-no te hice nada, n-no lo co-comprendo.

-Lo hiciste, pequeñín, robaste mi corazón. Mientras la intensidad de sus toques avanzaba, el palpitar del chico se aceleraba cada vez más- ¿Te gusta?

-D-detente.

-Tranquilo, tranquilo, no lo haré-dijo, soltando una leve sonrisa- Por ahora.

-No cambiarás nada, no te amaré, así que déjame, tengo a otra persona a la que quiero.- Soltar palabras al azar no es una manera de solucionar tu situación

-No, tú eres mío, mío, solo mío.

Sebastián tomó la cara de Alex con sus manos y lo besó muy delicadamente.

-D-detente p-or favor-dijo entre jadeos Alex al sentir cómo Sebastián estaba ultrajando su cuerpo.

Sentía las grandes manos del hombre tocando su pecho y jugando con sus pezones, mientras este lamía su cuello y su clavícula.

-P-para... Mmmmmm, para- Alex se sobresaltó al sentir la mano de Sebastián en su zona íntima.

-¿Te gusta, verdad? Eres tan hermoso-Dijo Sebastián, riendo. Una de las manos de Sebastián fue bajando a su pequeña entrada.

-¡No, por favor, no ahí!-dijo Alex, asustado. Al ver que no le hacía caso, optó por cerrar sus piernas.

-Está bien, tú ganas por esta vez-Sebastián se levantó y ayudó a Alex a vestirse con mucho cuidado. Estaba dispuesto a esperarle aunque no sabía si lo necesario, las necesidades existen y el placer es parte de ello.

-Gracias-dijo Alex con una leve sonrisa.

-Ven, necesito que comas algo. No quiero un ángel agonizante.

Sebastián tomó a Alex de la mano y lo llevó al comedor, donde, tras un pequeño tiempo de espera, Sebastián llegó con una gran cantidad de comida. Ver el rostro de Alex con aquella leve sonrisa eran campanadas en su alma, lo alegraba tanto y parte de ello lo reconfortaba de alguna manera.

-Gracias.

-No lo agradezcas, haría lo que sea por ti. Te amo tanto.

--Yo no te amo, y lo siento, solo déjame ir. No diré nada, por favor.

--No, no lo haré y no lo vuelvas a mencionar, ¿o acaso quieres que me enoje?

Alex negó con la cabeza frenéticamente.

-No, lo lamento.

-Ven, vamos a mi habitación.

-¿P-ara qué?

-Tranquilo, solo dormirás conmigo.- Mostrando una ligera sonrisa - No puedes negarte.

-Está bien.- Tan solo esa sonrisa sería la fuente de sus pesadillas.

Caminando de manera pausada y tranquila, llegaron a la habitación. Aunque Sebastián parecía mostrar un pequeño cambio, Alex no confiaba en él, por Dios alguien lo haría, a un loquito que va por ahí secuestrando personas que no saben de su existencia.

-Ten, vístete. Es mío, así que te quedará un poco grande.-Su sonrisa era perfecta para un tipo con serios problemas mentales.

-Gracias, iré a cambiarme.

-Sí, claro, ahí está el baño.-Menciono mientras el también comenzaba a desvestir

-Sí, gracias- Rogaba el que no cambiará de opinión, sus cambios eran tan exasperantes que no sabía si al salir el hombre tratara de asesinarlo.

Alex se encerró en el baño y comenzó a buscar cosas con las cuales liberarse del collar, sin hacer ningún tipo de ruido. Al no encontrar nada útil, suspiró con frustración y decidió que debía seguir fingiendo hasta que se presentara una mejor oportunidad, claro si el tipo no explotaba antes de ello. Se vistió y salió del baño.

-¿Estás bien?

-Sí, solo me mareé un poco.

-Tal vez deberíamos llamar a mi doctor.

-No, no es nada, pero gracias por preocuparte.

-Bueno, está bien, pero no es nada de lo que debas agradecer porque yo te amo.- Depositando un beso en su pequeña frente

Alex se acostó, manteniendo la calma exterior mientras su mente corría con planes y estrategias.

- Vamos a dormir, ha sido un día agotador-dijo Sebastián, tomando la mano de Alex y guiándolo hacia la cama.

Alex asintió, tratando de mantener la calma, pero cada gesto amable de Sebastián le producía un nudo en el estómago. Sentía una mezcla de repulsión y desesperación al ver la confusión en los ojos de su captor, que parecían no comprender el daño que le estaba haciendo. Era como si Sebastián creyera que el amor podía forzarse, que la cercanía física podía reemplazar el consentimiento y el respeto.

Alex sabía que debía mantenerse fuerte, que no podía permitirse el lujo de rendirse. Pero la tristeza y la soledad eran un peso constante en su corazón. Se preguntaba si alguien lo estaba buscando, si alguien en el mundo todavía pensaba en él y deseaba su regreso. Esa esperanza era lo único que mantenía encendida la chispa de su determinación.

Secuestro M- pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora