Capítulo 34: La Boda Anunciada
El gran salón brillaba con una elegancia que solo Sebastián podía ofrecer. Lámparas de cristal colgaban del techo, iluminando a los invitados que charlaban entre copas de vino y risas ligeras. Era una celebración impresionante, llena de empresarios, figuras influyentes y rostros conocidos. Sebastián se había asegurado de invitar tanto a amigos como a aquellos con quienes mantenía una enemistad, demostrando así su dominio y control en todo momento, aunque no lo dijera en voz alta. Richard, el padre de Max, estaba allí, aparentando calma y sonriendo discretamente, mientras observaba a Alex con una mezcla de sorpresa y fascinación. Como todos los presentes, Richard no pudo evitar notar la belleza y fragilidad de Alex, quien se mantenía a un lado, con la mirada baja y los temblores visibles en sus manos. Sebastián, impecable en su traje oscuro, se movía con confianza, saludando a los invitados y manteniendo a Alex siempre a su lado, como si fuera un trofeo precioso.
Cuando Sebastián llamó la atención de todos con un tintineo de su copa, el salón se llenó de un silencio expectante. Alex sintió cómo las miradas se volvían hacia él, aumentando su ansiedad.
-Gracias a todos por venir esta noche -comenzó Sebastián, su voz resonando con autoridad-. Estoy encantado de compartir este momento con personas tan importantes en nuestras vidas. He logrado mucho en mi vida, pero esta noche quiero celebrar algo más que negocios y victorias. Quiero presentarles a alguien que ha transformado mi vida.
Sebastián apretó suavemente el brazo de Alex, indicándole que avanzara un paso junto a él. Alex sintió cómo el sudor frío recorría su espalda, pero se obligó a sonreír, aunque la tensión se percibía en sus labios.
-Les presento a Alex, mi futuro esposo y la persona que ha traído luz a mi vida en momentos oscuros. -Sebastián miró a Alex con una sonrisa que parecía sincera, aunque el control sobre su brazo aún era firme-. Juntos hemos formado una familia con nuestro hijo Ian, y hoy quiero que todos ustedes sean testigos de nuestro compromiso.
El salón estalló en aplausos y murmullos, la mayoría impresionados por la noticia. Mientras Sebastián hablaba, Alex observaba el salón, notando las caras de los presentes. Algunos mostraban una genuina felicidad, otros lo miraban con lujuria, y algunos más dejaban entrever su enojo, como si no fueran los únicos que odiaban a Sebastián, aunque ninguno se atrevía a mostrar abiertamente sus verdaderos sentimientos. Todos, sin excepción, parecían deslumbrados por la escena.
Sebastián le entregó el micrófono a Alex, indicándole que dijera unas palabras. Alex sintió que su corazón se aceleraba, y aunque trató de mantener la calma, su voz traicionó sus emociones.
-Buenas noches... -comenzó Alex, su voz temblorosa pero esforzándose por mantener un tono apacible-. Quiero agradecerles a todos por estar aquí.
Alex hizo una pausa, recordando las instrucciones de Sebastián, y trató de darle un tono más ligero y alegre a sus palabras, aunque la tristeza seguía asomando en sus ojos.
-Sebastián y yo nos conocimos en un momento muy inesperado de nuestras vidas -continuó, tratando de sonar convincente mientras sus manos temblaban ligeramente-. Al principio, fue difícil... -Una breve pausa mientras buscaba las palabras-, pero con el tiempo, aprendimos a confiar y a apoyarnos mutuamente. Él ha sido un gran soporte para mí y para nuestro hijo. Estoy emocionado por lo que viene y feliz de compartir esta noche con ustedes y una larga vida junto al amor de mi vida.
Los invitados aplaudieron con entusiasmo, comprando la historia que Alex había relatado con tanto esfuerzo. Sebastián, satisfecho, tomó nuevamente el micrófono y le dedicó a Alex una sonrisa radiante, como si el discurso hubiera sido exactamente como él lo había planeado. Sin embargo, las manos de Alex seguían temblando, y Sebastián lo notó. Sin perder la sonrisa, lo tomó del brazo, apretando con una mezcla de posesividad y celos que Alex conocía demasiado bien.
Sebastián abrió un pequeño estuche y sacó el anillo, presentándolo a la multitud antes de girarse hacia Alex. El anillo brillaba bajo la luz, un símbolo del control que Sebastián tenía sobre él. Alex intentó extender la mano, pero sus dedos se negaron a moverse, paralizados por el miedo. Sebastián se inclinó y susurró al oído de Alex, su voz baja y llena de amenaza:
-No lo hagas difícil, Alex. Por nuestro hijo.
Las palabras hicieron que Alex respirara profundamente y, con un esfuerzo titánico, levantó la mano lo suficiente para que Sebastián pudiera colocarle el anillo. Los aplausos llenaron la sala una vez más mientras Sebastián besaba a Alex, sus labios presionando con fuerza y posesividad.
Para la mayoría de los invitados, la escena era conmovedora, un cuento de amor y compromiso. Pero para aquellos que podían ver más allá de la fachada, como Richard y Max, era evidente que algo no estaba bien. Richard observaba a Alex con una mezcla de simpatía y preocupación, notando los sutiles temblores y la mirada perdida. Sin embargo, un pensamiento fugaz lo mantenía alerta: no debía confiar completamente en la aparente vulnerabilidad de Alex. Había aprendido que a veces el cordero estaba vestido de lobo, y no podía permitirse bajar la guardia.
Mientras la fiesta continuaba y Sebastián se mezclaba con los invitados, Max se acercó a Alex, encontrándolo en un rincón apartado. Alex estaba allí, mirando el anillo en su dedo con una expresión de tristeza mezclada con resignación.
-Alex -susurró Max, tocando suavemente su hombro-. ¿Estás bien?
Alex levantó la vista y encontró los ojos de Max, llenos de preocupación. Por un instante, sintió un destello de alivio al ver a Max allí, pero rápidamente recordó la realidad de su situación.
-No sé qué hacer, Max -murmuró Alex, su voz cargada de desesperanza-. No puedo seguir así, pero tampoco puedo arriesgarme a perder a Ian.
Max asintió, entendiendo la complejidad de lo que Alex enfrentaba.
-Lo sé, Alex. Pero no estás solo en esto. -Max mantuvo su voz suave y firme, tratando de transmitirle a Alex la seguridad que él mismo sentía-. Vamos a encontrar una manera. No importa lo difícil que sea, no te dejaré solo.
Alex lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de miedo y esperanza. Quería creerle, aferrarse a la promesa de Max, pero el control de Sebastián era como una sombra constante, siempre presente.
-No quiero que te pongas en peligro, Max -dijo Alex, su voz temblando-. Sebastián puede ser... puede ser peor de lo que crees.
Max sonrió ligeramente, inclinándose un poco más cerca.
-No te preocupes por mí, Alex. Estoy aquí para ayudarte. Juntos, encontraremos la forma de salir de esto. Te lo prometo.
Alex asintió lentamente, tratando de absorber las palabras de Max como un bálsamo para su alma herida. Mientras lo observaba, sintió una chispa de determinación que no había sentido en mucho tiempo. Aunque la lucha por su libertad seguía siendo un camino incierto y lleno de obstáculos, la presencia de Max a su lado le daba una pequeña pero valiosa esperanza.
Mientras la música y las risas llenaban el salón, Alex juró silenciosamente que, de una forma u otra, encontraría una manera de romper las cadenas que Sebastián había puesto sobre él. Max estaba con él, y aunque el futuro seguía siendo incierto, Alex sabía que al menos no tendría que enfrentarlo solo.
ESTÁS LEYENDO
Secuestro M- preg
Fanfiction-Mi dulce Angel-Mencionó mientras acariciaba su suave pecho -P-por favor d-dejame volver- las lágrimas bajaban por su mejilla amoratada de tantos golpes -Esta vez solo me importas tu, ni el bebé, ni ese traidor te alejaran de mi lado