Capítulo: Observando al Prisionero
Max aceptó la nueva asignación de Sebastián con una mezcla de resignación y curiosidad. Se suponía que solo debía supervisar la salud de Alex y del bebé, asegurarse de que ambos estuvieran comiendo y recuperándose adecuadamente. Aún así, Max no pudo ignorar la tensión que percibía en la casa cada vez que cruzaba la puerta. La oscuridad en los ojos de Alex y el control implacable que Sebastián ejercía sobre él eran difíciles de ignorar. Y ahora, con el reciente aumento en la vigilancia, parecía que las cosas solo estaban empeorando.
Cada día, Max se encontraba en la casa, observando desde las sombras mientras Alex intentaba alimentar a Ian. El pequeño bebé, con ojos brillantes y curiosos, parecía captar la atención de todos, especialmente de su madre. Alex se movía con cuidado y lentitud, como si cada movimiento fuera medido y calculado para no provocar ningún estallido. Pero, a veces, Max captaba esos momentos fugaces de autenticidad cuando Alex pensaba que nadie lo veía.
Como esa vez, a media tarde, cuando Max había entrado silenciosamente en la cocina. Alex estaba de pie, con Ian en brazos, susurrándole en voz baja una canción. La canción era suave y dulce, casi una nana, llena de palabras de amor y promesas de mundos lejanos. Max se quedó en el umbral, sorprendido por la ternura de la escena. Había algo tan puro en la forma en que Alex sostenía a Ian, en cómo su voz, aunque quebrada por el miedo, se llenaba de amor.
Max tosió ligeramente para anunciar su presencia, y el efecto fue inmediato. Alex se estremeció, deteniéndose de golpe. Sus ojos buscaron los de Max con una mezcla de temor y expectativa, como si estuviera preparado para una reprimenda. Su cuerpo se tensó, y rápidamente dejó a Ian en su cuna improvisada sobre la mesa.
-Lo siento... yo... solo estaba tratando de calmarlo -murmuró Alex, bajando la mirada al suelo. Su voz era apenas un susurro, cargada de una inseguridad que Max no esperaba.
Max negó con la cabeza, acercándose despacio. -No tienes que disculparte -dijo con calma, tratando de mantener su tono neutral. No quería asustarlo más de lo que ya parecía estar-. Estás haciendo un buen trabajo con él.
Alex alzó la vista, sorprendido. Sus labios temblaron un poco antes de formar una débil sonrisa. Max notó el miedo aún presente en sus ojos, pero también una chispa de alivio. Fue en ese momento que Max se dio cuenta de lo asustado que estaba realmente Alex, de cómo temía cada pequeño error, cada pequeño fallo.
Con el paso de los días, Max empezó a notar más detalles que antes había pasado por alto. Cuando Sebastián no estaba, Alex se movía con un poco más de libertad, aunque siempre con una cautela evidente. En su presencia, Alex se mostraba tímido y retraído, pero Max también veía la ligera relajación en sus hombros cuando pensaba que no lo estaba observando.
Había pequeños actos de rebeldía que, aunque sutiles, no pasaban desapercibidos. Como cuando Alex, con manos temblorosas, decidía preparar una papilla diferente para Ian, en lugar de la que Sebastián había ordenado. O cuando se atrevía a tararear canciones en voz baja, una rareza de la que ni siquiera parecía consciente.
Max decidió, en más de una ocasión, ayudarlo de manera indirecta. Cuando Alex tenía problemas para comer, él le preparaba un caldo suave que sabía que sería más fácil de digerir. No decía nada, no hacía alarde de su apoyo, pero lo dejaba sobre la mesa y se marchaba para que Alex pudiera comer en paz, sin sentir que estaba bajo vigilancia.
Poco a poco, Max sintió que se estaba involucrando más de lo que había planeado. No podía evitar sentir una especie de simpatía hacia Alex. Cada vez que veía las marcas en sus brazos o el leve temblor en sus manos, le resultaba más difícil creer en las palabras de Sebastián.
Una tarde, mientras Max revisaba a Ian, Alex se sentó frente a él, observándolo con una mezcla de recelo y esperanza. Max lo miró de reojo, sabiendo que Alex estaba esperando que hablara primero. Había aprendido a conocer esos silencios incómodos, la forma en que Alex se retraía en sí mismo cuando no sabía cómo actuar.
-Ian está bien -dijo Max finalmente, rompiendo el silencio-. Ha ganado algo de peso. Estás haciendo un buen trabajo.
Alex asintió lentamente, sin saber si esas palabras eran una trampa o un elogio genuino. -Gracias -susurró, su voz quebrándose un poco-. Hago lo que puedo... cuando... cuando Sebastián no está.
Max sintió una punzada de incomodidad al escuchar eso. El tono de Alex estaba cargado de miedo, un miedo que parecía vivir en sus huesos, en cada respiración. Se dio cuenta de que, aunque Alex intentaba mantener la compostura, el simple hecho de mencionar a Sebastián lo hacía temblar ligeramente.
-¿Te duele algo? -preguntó Max, notando cómo Alex se tocaba el brazo con suavidad, donde había una nueva marca morada.
Alex apartó rápidamente la mano, como si lo hubieran sorprendido robando algo. -No... no es nada. Estoy bien -dijo apresuradamente, aunque la mirada de Max dejaba claro que no le creía.
Max asintió, pero no insistió. Sabía que presionarlo no llevaría a nada bueno, al menos no ahora. Alex parecía un pájaro asustado, listo para volar al menor indicio de peligro. Pero lo que más le inquietaba a Max era cómo Alex parecía aferrarse a una frágil esperanza, algo que lo mantenía de pie a pesar de todo.
Los días pasaron, y Max se encontró observando a Alex más de cerca, analizando cada gesto, cada palabra. Comenzó a cuestionar más y más lo que había creído de Sebastián. Si Alex era realmente el "demonio" del que tanto había oído hablar, ¿por qué parecía tan frágil, tan humano, tan... perdido?
Empezó a buscar formas de hablar con él cuando Sebastián no estaba cerca, intentando abrir una brecha en esa barrera de miedo que lo rodeaba. Max no sabía si estaba haciendo lo correcto, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía que hacer algo, cualquier cosa, para entender la verdad detrás de aquellos ojos llenos de terror y esperanza.
Porque, a medida que pasaba más tiempo con Alex y su hijo, Max no podía evitar sentir que, tal vez, había estado mirando al hombre equivocado como el verdadero monstruo.
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Secuestro M- preg
Fanfiction-Mi dulce Angel-Mencionó mientras acariciaba su suave pecho -P-por favor d-dejame volver- las lágrimas bajaban por su mejilla amoratada de tantos golpes -Esta vez solo me importas tu, ni el bebé, ni ese traidor te alejaran de mi lado