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Hola, niños. Los extraño jsjs

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Tras cumplir los tres días la encontraron.

Ese mismo domingo en las horas de la mañana, a los señores Weekes se les informó que algunos detectives habían encontrado una casa en Buford a nombre de alguien de la familia Seaman. Grupos de policías acudieron al rescate de la señorita Row, pero al llegar a la casa sólo atraparon a dos hombres, ninguno llamado Seaman ni con el cabello azul que los familiares habían descrito del sospechoso. La búsqueda continuó mientras aquellos hombres eran interrogados; de ello se supo que el tal Ryan había huido con la rubia chica en un vehículo de transporte de mercancía.

Esa mañana, los Weekes regresaron a casa donde estuvieron al pendiente del teléfono. Una llamada entró a la línea cerca de las ocho de la noche, cuando el hijo mayor ya había vuelto de la casa de su novio, y así la familia de ojos azules recibió la noticia de que se había encontrado el un vehículo a orillas de un riachuelo con el número de placa que uno de los cómplices de Seaman reveló. En cuanto Leann cortó la llamada con el jefe de policía que le dijo que su hija fue encontrada, rápidamente llevó a los otros dos consigo afuera y subieron al auto.

Esa noche la vieron de nuevo.

En cuanto Nicole llegó y se presentó con ellos, su madre se acercó a ella, la abrazó fuertemente y le susurró algunas cosas que la chica —podía jurar— jamás había escuchado decirle. Ambas mujeres soltaron algunas lágrimas, pero la calidez del abrazo después de que Harold se les uniera las consoló. Padres e hija se sostuvieron fuertemente por un largo rato mientras, a un par de metros atrás, un castaño joven veía la escena en silencio.

Al chico le hubiera gustado acercarse a su familia y completar el círculo, pero dudaba en hacerlo porque pensaba que no hacía falta. Ese momento era para que su hermana gozara de sus padres y de sus dulces palabras. Más tarde él hablaría con ella y le diría cuánto la extrañó, y le contaría que durmió estas últimas dos noches en su habitación, y le confesaría que su ausencia logró sacarle algunas gotas de agua salada de sus azules ojos. Todo eso podía esperar, se decía a sí mismo.

Sin embargo, el abrazo de los otros tres se deshizo y sus padres se hicieron a un lado, dejando ver a la rubia de pie, sus ojos azul oscuro fijos en su hermano. Éste también la miró y al instante notó la suciedad en el rostro de Row y en su ropa y su cabello. Menos mal no se le veía herida ni leve o gravemente. Ella sonrió y soltó aún más lágrimas para finalmente caminar hacia Dallon y abrazarlo con fuerza, cosa que el otro no esperaba, pero que aún así aceptó gustoso. Se abrazaban ambos sin importarles quiénes los veían. El más alto se sintió completo por fin y no se quedó con las ganas de levantar el cuerpo de su pequeña hermana y girar en el mismo lugar, haciendo a un lado el tenso ambiente con una risa de felicidad, una que ella imitó.

Así fue la bienvenida de Nicole después de un largo fin de semana en el que no se supo nada de ella. Regresaron todos a casa a eso de las diez y media y cenaron algo ligero. La hija menor se dio un baño, terminó y se dirigió a su habitación, tomándose un largo rato en observar todo; cada cosa estaba como la recordaba, como si ella jamás hubiera desaparecido. Tres días no eran lo mismo que tres semanas, meses o años, pero, ¡cielos!, enserio se sintieron como una eternidad, una en la que se encontraba totalmente sola. Le consolaba bastante pensar que ya estaba en casa y que esta vez fuera cierto.

— Toc, toc. — Dallon, al ver que su voz y los golpecitos que dio en la puerta habían casusado un sobresalto en Row, rápidamente borró su sonrisa y se acercó. — Oh, perdón. ¿Te asusté?

— No fue nada. — Habló ella con una sonrisa apenada al mismo tiempo que colocaba su cabello detrás de su oreja.

Weekes asintió.

Handsome Brother •• BrallonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora