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La mañana siguiente fue la mejor de toda la semana.

Despertó a las nueve gracias a los constantes besos de su niño, tal como una escena de película de princesas donde alguien terminaba envenenado o hechizado por el villano y salvado por un héroico príncipe. También, cabía mencionar, había un delicioso aroma envolviéndolos que seguramente provenía de la cocina. Al abrir los ojos y sentarse debidamente en el sofá, Brendon le contó que había sido su idea preparar waffles como desayuno. Así se ganó los brazos de Dallon alrededor de él y su voz todavía adormilada expresándole su gratitud sin cesar.

Pero todo eso se acabó cuando fue hora de partir y volver a casa. Ciertamente no quería hacerlo, pero era su deber y sus padres merecían saber qué había pasado con él todo el día anterior. Se quedó parado enfrente de la puerta de su casa, dudando. Se obligó a sí mismo a entrar y entonces giró la perilla. Se asomó sólo un poco y alcanzó a escuchar la televisión de la sala encendida, mas no veía a nadie. Cuando entró completamente y cerró detrás de sí, llamó la atención de la persona que se encontraba en el sofá. Harold inmediatamente se levantó y se encaminó hacia el más joven con el ceño fruncido.

— Qué fácil fue cruzar esa puerta, ¿o no? — Inició. — Desapareces todo el día y llegas como si las cosas estuvieran perfectamente por aquí.

Dallon, no obstante, rodó los ojos.

— Creí que te hacía un favor al desaparecer por al menos un día. — Dijo indiferente. — ¿Estás molesto porque decidí volver o cómo?

— Me desobedeciste.

— ¿Desobdecerte?, ¿en qué? Fuiste muy claro. No auto ni novio aquí. Lo que yo hice fue visitar a Brendon en su casa sin siquiera usar el auto. No entiendo en qué momento rompí las reglas.

— Lo hiciste desde que decidiste salir a nuestras espaldas. — Replicó el viejo. — Ignoraste nuestra autoridad, la mía y la de tu madre, al irte de ese modo...

— Bueno, no te habías preocupado los días pasados por soltar siquiera una palabra cerca de mí, ¿por qué ahora te ofende que yo evite verte si es lo mismo?

Su padre se mantuvo serio, sus ojos filosos clavados en los del menor estaban.

— Bien, tal vez tienes razón. — Dijo un poco más calmado, o al menos así sonó su voz. — Hasta pareciera que estamos en una guerra. Dime, James, ¿es así?

Dallon tragó saliva nervioso. Ahora colgaba de la cuerda floja. Si negaba, estaría aceptando las reglas y condiciones de su padre, pero si afirmaba su respuesta, lo que lograría no sería lo más sano para los dos. ¿Qué haría Brendon en estos momentos?, ¿cómo lo arreglaría su pequeño? Quizá hablando, pensó rápidamente, pero eso nunca funcionaba con su padre. Entonces ¿qué?

«Ignora la conducta de tu papá y vive tu vida sin importarte lo que él diga», se repitió en su mente aquella voz femenina y decidida.

— Depende de ti. — Pensó con la barbilla en alto, alzando su mano para ponerla sobre el hombro del más viejo. Como extra, le dedicó una sonrisa socarrona. — Tú eres el maduro aquí, ¿recuerdas?

Sólo así continuó su camino y subió a su habitación.

Las siguientes horas las pasó ahí encerrado, simplemente tocando el bajo y escribiendo más canciones, aunque en esos momentos no consideraba una de ellas lo suficientemente buena. Parecía que ese día no iba a suceder algo relevante o emocionante, incluso comenzaba a sentir los párpados pesados a causa del sueño. Estuvo a punto de dormir, ya estaba acostado en la cama y envuelto en sus cálidas mantas, mas alguien tocó la puerta suavemente. Leann.

Handsome Brother •• BrallonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora