Inseparables

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Una sonrisa salió disparada de mis labios mientras actualizaba una vez tras otra mi página de Twitter a la vez que movía con brío el azúcar de mi café.

Tal vez, para cualquier otra persona, el comentario que compartí con Mimi no fue nada del otro mundo pero para aquellos fans que llevaban con nosotras desde la academia lo significaba todo.

Que comentara mis fotos no era nada nuevo, antes era la primera en hacerlo, tenía activadas incluso mis notificaciones cosa que no podía hacerme más gracia. Cada comentario conllevaba una locura inmensa en Twitter que repasábamos el día que nos veíamos, era algo asi como una tradición con la que acabábamos las dos muertas en sonrisas. Asique la vuelta de lo que acostumbraban las había pillado de sorpresa pero era lo más comentado del momento.

Y no voy a engañaros, al salir de la academia que lo primero que viera es que se pensaban que tenía una relación con la que consideraba una hermana me molestó pero no fue hasta más adelante cuando me dí cuenta del verdadero motivo de ello. Sin embargo hoy, ver tantas fotos recuerdo con #ThrowBackLolaWar fue mi motivo principal para sonreir.

Cuando terminé de desayunar me dispuse a limpiar un poco la casa ya que, despues de todo el caos que la nueva gira me había proporcionado, no había tenido ni un minuto para hacerlo. Fui a la cocina en busca de mi aspiradora pero el telefonillo me sacó de mi tarea a medio camino.

No esperaba a nadie, de hecho juraría no haber escrito a nadie esa mañana asique dudaba que alguien supiera que seguía viva pero contesté sin mucha seguridad.

- ¿Quien?

- Soy Mimi ¿tienes un hueco o tienes lío?

- Tengo la casa hecha un asco

- Venga te ayudo a limpiar - escuché su sonrisa

La mía tampoco tardó mucho en salir cuando pulsé el botón para dejarla subir a la inmensidad de mi apartamento.

Sin saber muy bien porque empezé a estirar mi pijama que constaba de lo mismo que la última vez que vino a verme y me arreglé el pelo como pude hacia los lados.

Cuando el timbre sonó abrí la puerta con una enorme sonrisa entre mis labios.

- Ana Banana no cambia de pijama - rió

- Nadie más que tú va a verlo asique no hay necesidad de ello - me encogí de hombros

- Pues estás preciosa hasta en pijama - me guiñó un ojo antes de pasar al interior de mi apartamento

Esas cosas tan banales, tan simples, hacían que mi estómago diera tres vueltas en salto mortal hacia atrás. Era como si de repente volviera a tener 15 años cuando el chico que me gustaba me dijo que le parecía guapa, era como revivir todo lo que ya he vivido multiplicándolo por mil. Pero a la vez me resultaba hogareño que despues de todo esas cosas volvieran a su boca como si nunca la hubieran abandonado.

Avanzé detrás de ella aun con la sonrisa sobre mis labios hasta el salón.

- ¿Por donde empezamos? - repasó con la mirada toda la sala

- Por donde quieras porque hay mucho que hacer - reí

- Exagerada - negó con la cabeza mientras se recogía el pelo en una coleta alta que, para que engañaros, la quedaba extremadamente bien

Imité su gesto haciéndome un moño malhecho y nos dispusimos a organizar todo el desastre que había armado en mi casa por no recogerla a tiempo.

He de decir, que ademas de productivo fue divertido. Tal vez acabáramos nosotras más llenas de polvo que los muebles de los que lo teníamos que quitar o que el agua de la fregona acabara más en nuestros pies que en el suelo pero las risas resonaban hasta en la otra punta de Madrid y yo, yo me olvidé completamente de que en un pasado la había apartado de mi porque quería pensar de verdad que no la quería en mi vida pero de lo que nunca me dí cuenta es de que su sola presencia ya la hace mejor.

Cuando todo estuvo suficientemente ordenado caímos rendidas en el sofá aun con la risa pegada al cuerpo.

- Creo que se me van a desteñir los calcetines - suspiró

- La lejía no destiñe idiota - reí de nuevo

- Que si que destiñe, cuando quieras te lo demuestro - puntualizó mirándome

- ¿Vas a hecharme lejía por encima? - enarqué una ceja mirándola yo tambien

- No te quiero abrasar la piel esa perfectamente Canaria que tienes pero si no, si que lo haría - amenazó con el dedo

No pude evitar admirarla de nuevo de cerca, con esa cara divertida como si yo le hubiera contado el mejor chiste de su vida. Con los ojos verdes esmeralda como siempre los había tenido. No se, no se porque mi mirada bajó a sus labios notando los míos arder de un momento a otro ni tampoco porque mi mano acabó sobre su mejilla trazando círculos con el pulgar. Tal vez fue fruto del momento, de que hechaba de menos su tacto aunque ayer mismo lo hubiera tenido o que realmente ansiaba tenerla cerca fuera como fuera pero ella elevó su mano hacia la mía y de nuevo, aunque esta vez de forma diferente, unió sus dedos con los míos haciendo que mi mano casi temblara al notarla cerca de nuevo.

Pero como todo en la vida los momentos se acaban, aunque no quieras que lo hagan asique su teléfono móvil comenzó a sonar en el bolsillo de su pantalón. Apartamos ambas las manos enseguida, se disculpó con una leve sonrisa en los labios antes de desaparecer por mi pasillo con el móvil en la oreja.

No soy cotilla, nunca lo he sido, pero de pronto esa conversación me causó demasiada curiosidad como para quedarme sentada en mi sofá. Siendo cautelosa me asomé por el marco de la puerta escuchando asi a una Mimi un tanto agobiada.

- Que si mi amor que yo tambien te quiero - suspiró - Esta tarde imposible, tengo que ensayar

Noté como si algo me presionara el pecho, era una sensación demasiado extraña para expresarla con claridad pero lo tomé como que debía dejar de escuchar conversaciones ajenas. Suspiré mientras volvía al sofá.

Unos minutos más tarde apareció por el marco de la puerta mostrando algo en la pantalla de su iPhone.

- ¿Te apetece shushi? - enarcó una ceja

Asentí sonriendo sin mucho convencimiento.

- Hey Banana - se acercó a mi hasta unir practicamente sus rodillas con las mías

- Estoy bien - sonreí ahora un poco más convencida

Pareció quedarse conforme con aquella falsa sonrisa que no era del todo falsa si era ella la destinataria.

Comimos ese shushi que había pedido mientras, volviendo a las tradiciones, leíamos los comentarios de nuestras incansables seguidoras desde mi móvil. Cuando reíamos asi, como si solo existiéramos ella y yo en todo el planeta, parecía que nada había pasado, que volvíamos a ser las que éramos cuando nos conocimos en aquel AVE, cuando nos volvimos inseparables.

Cuando incluso nuestras bocas se volvieron inseparables.

Nuestro momentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora