Contigo

1.1K 79 4
                                    

Volver a casa sin duda es una de las mejores sensaciones que he experimentado en todos mis años de vida.

Nada más entrar por la puerta de mi casa me recibió ese olor tan característico a agua con menta que llevo teniendo en mi cerebro guardado desde que nací prácticamente, es que mi madre siempre había adorado esa especie de ambientador.

- ¡En la cocina! - gritó mi madre en cuanto escuchó la puerta cerrarse tras nosotros

No dudé en ir rápidamente hacia ella, que me sonrió mientras terminaba de beber lo que sería su infusión del desayuno. Adoraba a mi mamá pero ella no era ni por asomo como mi papá, no la agradaban mucho los abrazos ni todos esos royos de demostrar cariño, tampoco es como si a mi me encantara hacerlo pero con mi familia al menos si.

- ¿Que tal el viaje? - preguntó dejando su taza en el fregadero

- Como siempre supongo - sonreí levemente

- Hola Fátima - sonrió Mimi apareciendo por sorpresa

- Mimi cuanto tiempo - sonrió acercándose hacia nosotras - ¿Como te va?

- Pues genial pero ¿puedo subir al baño? - sonrió con cara de necesitar realmente hacer pis

- Está Quin dormido pero si, sube sin problemas, de paso pueden dejar las maletas en la habitación de Ana también

- Si chicas pero con prisa que tienen que llegar a esa charla - espetó mi padre apareciendo de sorpresa por detrás

Haciendo caso subimos las maletas como pudimos por la escalera de caracol que había en mi casa, era una de las cosas que adoraba de Madrid, no tener escaleras. Le dije a Mimi que fuera al baño mientras yo metía las maletas a mi habitación, que tampoco es que fuera muy grande. Lo bueno era que mi cama tenía una sobrecama debajo, supongo que a eso se refería mi papá cuando dijo que ya tenía una habitación preparada. Aunque ambas sabíamos que no dormiría en esa otra cama.

Observé las paredes que me habían visto en tantas situaciones diferentes, en ellas había fotos o simplemente recortes que había querido poner. Me paseé mirando cada una de ellas. Las primeras eran con mis amigos de toda la vida en la playa, no pasaría de los 16 años. Las siguientes ya eran en Madrid, me las traía los veranos para no echar de menos la gente que dejaba allí, que tampoco era mucha. Por último ya había fotos con la gente de OT, de las giras o las quedadas que hacíamos de vez en cuando, incluso había alguna de la academia todos juntos. Y justo debajo, en mi escritorio, había dos marcos blancos decorados de colores por ella. En los dos salíamos juntas, en uno estaba la primera foto que nos hicimos con la puesta de sol detrás aquella segunda noche que nos vimos, cuando me subió a la azotea de su edificio y decidió que era la mejor primera foto que podíamos hacernos, ambas salimos con unas sonrisas realmente bonitas. En el otro marco había una foto de mucho más adelante, del primer viaje que hicimos juntas por placer a un lugar entre montañas perdido del mundo. Salíamos besándonos, ella me agarraba la cintura y yo la rodeaba el cuello con mis brazos, si me esforzaba podía revivir en mi cabeza ese momento.

Ese último marco lo acaricié con ternura. Estas fotos fueron un regalo que me hizo porque si, porque decía que quería que la tuviese siempre ahí, así que lo traje para acá con mis otras fotos de recuerdos felices.

- Pensé que los habrías tirado - susurró detrás de mi

- Quise pero no pude hacerlo - sonreí con tristeza

Pasó sus brazos por mi cintura dejándolos reposar sobre mi estómago igual que su barbilla en el hueco de mi hombro. Yo dejé caer mi cabeza sobre su pecho.

- Podíamos repetir esta pero en la playa - señaló la foto en la que nos besábamos

- Quedaría bonita si - sonreí imaginándomelo

Nuestro momentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora