Perfecta

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Alomejor era porque iba a subirme al escenario de nuevo, porque la playa nunca me desagradaba o directamente porque iba a estar con ella pero esa mañana madrugar me sentó de vicio. La sonrisa que adornaba mi cara era mayor que cualquiera que me hubiese visto últimamente.

Me había despertado con tanta energía que había acabado de prepararme una hora antes de que me pasaran a recoger así que decidí salir para el único sitio al que me apetecía ir en ese momento dando un agradable paseo por Madrid, esa ciudad tan grande que a esas horas estaba realmente vacía.

15 minutos aproximadamente tardé en llegar al piso de Mimi. La señora que limpiaba me abrió la puerta con una amplia sonrisa ahorrándome llamar al telefonillo. Se lo agradecí con una sonrisa justo antes de subir las escaleras a todo correr para llamar al timbre.

Una Mimi a medio maquillar con una tostada de aguacate me abrió la puerta sin imaginar que yo estaría ahí.

- ¿Banana? - abrió los ojos como platos

- ¿Si? - sonreí

- Peeeroo ¿que haces aquí? osea que que guay sabes pero... - no cambiaba la expresión

Me acerqué a ella empujándola al interior, cerrando la puerta tras de nosotras pasando mis brazos por su cuello.

- ¿No te alegras de verme? - puse un puchero

Sonrió rozando mi nariz con la suya consiguiendo que apartara mi puchero. Justo antes de que me diera un beso le robé un trozo de tostada.

- Tramposaaa - frunció los labios

Un rato después el coche llegó por nosotras para llevarnos al aeropuerto dirección Mallorca. El viaje fue ameno contando con que ambas estábamos acostumbradas al avión, que nos dedicábamos a contar nubes o a ponernos música de la otra. Realmente a veces me parecía que nada entre nosotras había cambiado.

Una vez llegamos a Mallorca cada una agarró su maleta seguidas de cerca por Armand y Patricia que como siempre llevaban esa cara de odiar lo que hacíamos. Cuando llegó el Cabify metí mi maleta en la parte trasera y esperé que Mimi hiciera lo mismo pero estaba inversa en su teléfono con una media sonrisa.

- Mimi ¿vas a meter la maleta? - fruncí el ceño

- Banana mira - me enseñó la pantalla de su móvil mostrándome Google Maps - El hotel está a 15 minutos andando - sonrió

- ¿Que me quieres decir con eso? - sonreí

- Que tú y yo nos vamos andando - metió su maleta antes de agarrar mi mano y hechar a correr conmigo bajo los gritos de Armand casi suplicando que volviéramos

Estuvimos unos 3 minutos corriendo hasta que perdimos de vista aquel coche negro. Entrelazó sus dedos con los míos acariciando mi mano con su pulgar mientras bajaba la intensidad del paseo. Estábamos al lado de la playa, la brisa matutina nos daba en la cara agitando su melena rubia al viento dejando ver los hoyuelos que se la formaban intentando colocarla en su sitio.

Me parecía increíble lo perfecta que yo la veía, que la había visto siempre, hasta sin maquillar o totalmente destrozada de cansancio después de un show. Para mi no había nada en ella que me resultara menos bonito de ver. Por eso siempre que me quedaba mirándola me salía sola esa sonrisa boba.

- ¿Sabes una cosa? - objetó mirando hacia la playa

- Dime

- Cada vez que miro el mar me acuerdo de ti - sonrió - Es como un acto reflejo, escucho el sonido de las olas y es como oir tu risa de fondo

Mi corazón comenzó a vibrar como le pasaba siempre que me dedicaba una palabra bonita. Solté su mano y pasé mis brazos por su cintura uniendo así nuestros cuerpos. Ella pasó su brazo por mis hombros pegándome más a ella, dejando después un beso tímido sobre mi cabeza.

Nuestro momentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora