Nuestro momento

En un portal

Madrid olía a gente. Pasaras por la calle por la que pasaras siempre te encontrabas algo diferente, aun que llevases viviendo en ese barrio toda la vida. Quizá al mudarme aquí no pensé que una ciudad mil veces más grande que Tenerife fuera a poder enamorarme de la manera en la que lo había hecho, aun que en realidad mucha culpa de eso la tuviera ella.

Me mudé aquí con mi novio de entonces cuando tenía 18 años, necesitaba encontrar trabajo, me sentía hastiada en un pueblecito en el que no tendría futuro como lo que yo quería ser, cantante, así que me vine a la ciudad donde la música se crea con una maleta llena de sueños por cumplir, pensando que sería llegar y subirme a un escenario pero no. Tras varios castings, millones de "no" y lagrimas infinitas decidí buscarme una alternativa para pagar las facturas ya que mi novio no podía permitirse pagar todo solo, no paraba de recordármelo, así que empecé a trabajar como vendedora de perfumes en El Corte Inglés cosa que obviamente sabía que no sería mi futuro. Aproveché esos ingresos extra para, en mi tiempo libre, seguir haciendo castings para musicales principalmente.

Vivir a la sombra de una persona que a triunfado en la vida desde luego no a sido algo fácil nunca, no porque no me alegrase de que le fuese bien si no porque el nunca se había alegrado de las veces que me iba bien a mi.

Pero entonces un día apareció ella, como si el destino tuviera pensado eso para nosotras. Nuestro encuentro además fue súper raro, como predestinado, un simple choque por la calle con derramado de café incluído. Un café nuevo bastó para que conectáramos enseguida sin imaginarnos que una semana después volveríamos a coincidir en la cola de un casting.

Desde entonces se convirtió en la persona a la que no podía cansarme de acompañarla a perdernos por cualquier calle de Madrid, por calles que nunca había vistado o que tal vez si pero jamás me había parado a mirarlas justo como ella me hacía mirarlas, a su manera. Pasábamos madrugadas tumbadas en su terraza mirando las estrellas poniéndoles nombres, formando figuras o disfrutando del leve viento que se adueñada de Madrid a depende que horas de la noche. Cuando despues de muchos castings descubrimos que iríamos las dos a esa Gala 0 creo que nunca me había sentido tan feliz, por primera vez me sentía completa.

Aquellas primeras dos semanas fueron pura magia para mi, que nos tocara juntas ayudó a hacerme sentir aun mejor, sin ninguna inseguridad de las que solía tener porque ella siempre estaba ahí para recordarme lo que yo valía pero cuando se fue la cosa cambió, en mi sobre todo. Me dí cuenta de que lo que yo sentía por ella no era una simple amistad cuando la última noche antes de irse sentí el impulso de unir nuestros labios. Desde ese día todo en mi mundo se tambaleó pero si algo tenía claro es que pasara lo que pasara yo al salir quería estar con ella de la que manera que fuese. Así fue, nada más salir fui a buscarla y, un poco a nuestra manera, empezamos la historia más bonita de mi vida. Mis compañeros eran los primeros que siempre decían que era muy obvio lo nuestro, que éramos las ultimas en enterarnos, recuerdo lo mucho que nos reíamos durante la gira de OT con esos comentarios.

Pero después de la gira... todo cambió. Aun que eso ya lo contaré en otro momento.

Ahora el solo volver a pasear de la mano con ella por Madrid ya me hacía un poco más feliz. Acabábamos de salir del estudio de ensayar, se había empeñado en acompañarme a casa como de costumbre cada vez que salíamos pero la notaba inquieta, en los pasos de peatones la notaba su mano temblar levemente aferrada con fuerza a la mía. Cuando llegamos a mi portal noté como no soltaba mi mano, como impidiendo que me fuera, esperando algo.

- ¿Se puede saber que te pasa? - la miré desconcertada

- Nada que... - comenzó a balancearse sobre sus pies - Quería darte una cosa

Sinceramente me sorprendí, no entendía bien que podía querer darme. Debió notar mi poco entendimiento porque comenzó a rebuscar en su bolsa bajo mi atenta mirada.