Capítulo 32

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Dame la mano y acabemos con esto.

La arena bajo los pies de Kimimaro comenzó a hundirlo. Intentó salir de ahí, pero el gran escudo de Gaara se deshizo y una mitad se unió al resto de la arena, haciendo que se hundiera más rápido. Otra mitad de ella formó un puño que sujetó el látigo de Kimimaro para liberar al pelirrojo.

Gaara ha usado demasiadas técnicas potentes, no debe de quedarle mucho chakra. Ese pensamiento me hizo estremecer.

El escudo que rodeaba a Gaara se deshizo y se liberó de ese látigo, y mientras él observaba en silencio al de pelo gris luchando por escapar de las arenas movedizas.

-¡Que cantidad de chakra!- exclamó Lee.

Aún así, yo no estaba tan segura de que el chakra de Gaara siguiera en perfectas condiciones.

Por mucho que intentó escapar, el subordinado de Orochimaru acabó hundiéndose, con una ligera sonrisa en el rostro y una mirada extraña de malicia en sus ojos.

-Que persona tan sorprendente.- murmuró.

-Te hundirás 200 metros en el subsuelo y te quedarás allí.- explicó el de Suna, impertérrito.- Con la presión de la arena pegada a tu cuerpo no podrás mover ni un dedo.

Aquellas fueron las últimas palabras que el oponente pudo escuchar antes de que Gaara lo arrastrara con su arena hasta debajo de la tierra.

-¡Ya está! ¡¿Lo conseguiste, no es así?!- exclamó Lee, con una sonrisa en el rostro, irrumpiendo el silencio que se había formado.

-¿Estáis seguros de que ya está...?- dudé con el ceño fruncido.

Nadie dijo nada, observando el cúmulo de arena que allí había quedado. Gaara seguía teniendo el rostro serio, pero pude notar que sus hombros estaban en tensión.

Todos soltamos un grito ahogado cuando la voz de Kimimaro volvió a escucharse, proveniente de todos lados. Alarmada, me di media vuelta, pero no había nadie detrás de mí.

-Mai... Sawarabi no Mai. [Danza del Helecho].

Unos huesos puntiagudos como lanzas comenzaron a surgir del suelo. Gaara lucía muy sorprendido, y Lee y yo no nos quedábamos atrás. Aquellas agujas de huesos comenzaron a expandirse, apareciendo cada vez más y más y dispersándose por el campo de batalla.

El de verde intentó dar un salto hacia atrás cuando los huesos casi le golpean, pero una pequeña nube de arena lo elevó y se alejó del lugar.

Me estiré por el suelo para coger mis gafas (aunque estuvieran rotas) cuando vi que ahora los huesos comenzaban a emerger cerca de mi, y cuando vi que uno de ellos iba a emerger a mi lado, otra nube de arena me hizo volar, y me salvó de morir empalada por esa lanza blanca. Desde arriba, apoyando mis manos al borde de la nube, puse mi mirada en el suelo, y vi casi embobada cómo el lugar se llenaba de esas púas blancas.

-Nos has salvado.- las palabras de mi compañero de la Hoja me hizo desviar mi mirada hacia él. Gaara flotaba a su lado.- Es increíble que puedas hacer todo esto.

-Estamos subidos a la arena que siempre uso.- explicó el nuevo compañero.- Es fácil.

A pesar de sus palabras, pude observar cómo su frente estaba cubierta de sudor, y como su respiración estaba agitada. Sin duda, había gastado demasiado chakra.

El pelirrojo apoyó una mano en la arena. Casi creí ver qué perdía el equilibrio. Estaba al límite.

-¡Gaara!- le llamé, ya que yo estaba más lejos de ellos. La arena se movió al instante y comenzó a moverme lentamente y con cuidado hacia los otros chicos. Cuando me puse a su lado me senté con las piernas cruzadas y extendí mis manos.- Dame la mano.

Genjutsu  (Kiba Inuzuka y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora