Capítulo 56

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Clan Inuzuka.

-Eh.

Shanna desvió su mirada sorprendida y observó a su alrededor. Dejó de apretar al pequeño animal blanco contra su pecho y observó a la mujer. 

Tsume le dio una mirada seria mientras analizaba a la menor, que se limpió las lágrimas rápidamente tratando de ocultarlas. 

-Se-ñora Inuzuka...- murmuró, tratando de pronunciar el apellido correctamente y sin vacilar. Se puso de pie de repente, tropezándose en el proceso, pero consiguiendo mantener el equilibrio con un pequeño aspaviento.- Yo...

Bajó la mirada, avergonzada y algo temerosa, y depositó al cachorro blanco en el suelo. 

No sabía qué decir, pero Akamaru se sentó frente a Shanna y apoyó su cabeza y sus patas delanteras en los pies de la pelirroja, como si la estuviera apoyando en silencio. Ella le dio una pequeña sonrisa triste olvidando por un momento a la mujer. 

Tsume entrecerró los ojos y la observó con cuidado. 

La chica se veía cansada, su ropa estaba algo sucia y su piel tenía alguna herida o algún pequeño corte. Se notaba que había estado entrenando, estaba despeinada y algún mechón de pelo se había escapado de su coleta. La oscuridad de la noche le había echo quitarse las gafas. 

Todos habían notado ese cambio. De repente, a ella ya no le importaba que los demás pudieran ver sus ojos, y simplemente se ponía sus gafas de vez en cuando. Parecía que ahora a Shanna le tenía sin cuidado que otra gente pudiera ver sus emociones reflejadas en sus ojos. 

Su rostro estaba pálido y bajo sus ojos azules había ojeras oscuras. Tsume esperó unos segundos en silencio. 

-Ven. 

Shanna la miró, confusa y algo temerosa. La mujer le dio una última ojeada y luego se dio la vuelta, dirigiéndose hacia la casa. La pelirroja se apresuró en tomar al perro blanco en sus brazos y seguirla rápidamente.

Tsume entró y dejó la puerta abierta, sin mirar hacia atrás para saber si la chica la seguía. La menor se asomó, nerviosa, para darse un pequeño susto al ver aparecer de repente al gran perro negro de Tsume, Kuromaru. Lo miró fijamente unos segundos, antes de alzar la mirada para ver de nuevo a la Inuzuka, quien la esperaba con los brazos en jarras.

Le hizo un gesto con la cabeza hacia el interior de la casa, diciéndole silenciosamente que entrara. Shanna dejó a Akamaru, se descalzó, cerró la puerta y entró. Tsume la guió en silencio hasta una pequeña sala con una mesa y un par de cojines a sus lados para sentarse, y la chica se sentó sobre uno imitando la acción de la mayor.

Los perros de Hana, los hermanos Haimaru, entraron en la sala en silencio, y se acercaron a Shanna para olerla. Ella les miró, nerviosa, tensándose un poco en su sitio y poniéndose recta. Kuromaru ladró y los otros tres perros se alejaron de ella para sentarse y tumbarse cerca de la mayor, sin apartar sus ojos oscuros e inteligentes de la extraña.

Shanna, nerviosa, jugó con sus manos debajo de la mesa, tratando de calmar sus nervios.

-¿Quieres tomar algo?- Preguntó Tsume, poniendo más nerviosa a la contraria. Shanna negó con rapidez, sin mirarla. Tras unos segundos de silencio, la Inuzuka suspiró. Shanna elevó un poco la cabeza para mirarla tímidamente.- Shanna, ¿cierto?

Ella asintió en silencio. Akamaru se acercó y subió a su regazo, y se acurrucó allí mirando a la chica. Ella, con delicadeza, le acarició la cabeza mientras ponía su atención en la kunoichi. 

-Le gustas a Akamaru.- dijo, como si fuera algo importante. La aludida respondió con voz baja. 

-Jugaba mucho con él cuando estaba con su hijo.- dijo, sin querer decir su nombre. Hablar en pasado de Kiba sólo haría que su pesadilla se hiciera realidad. Tenía la tonta e infantil esperanza de que si no decía "Kiba está muerto", aquello nunca sería verdad. Como cuando una niña se cubre los ojos para no ver y piensa que así nadie la verá a ella, tratando en vano de evadir la dura realidad.

Genjutsu  (Kiba Inuzuka y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora